LIBROS
«Todo tiene un sentido interno y una apariencia banal, pero a la vez esconde los más pavorosos e incomprensibles sentimientos»
Katherine Mansfield
Cuentos de Katherine Mansfield
AUSTRAL, 2021
Texto: CÉSAR PRIETO.
Tengo el firme convencimiento de que, en el siglo XX, las voces femeninas fueron las que mejor supieron aprovechar los intersticios que permite el cuento para hurgar en las leves hendiduras de la vida. No se me ocurren nombres masculinos que estén al nivel de Patricia Highsmith o de Alice Munro, de Emilia Pardo Bazán o de Cristina Fernández Cubas. Y entre las grandes, que son muchas, se cuela la figura de Katherine Mansfield, a la que este cronista tiene especial cariño.
No es momento aquí de hacer una reseña de su biografía, de su vida, que osciló entre una familia de muchos posibles —su padre fue presidente del banco de su Nueva Zelanda natal— y su búsqueda de libertad bohemia en su huida a Londres; pero, desde luego, estos dos hechos la marcaron y marcaron su literatura, que, bajo la aparente tranquilidad establecida por el orden de unas clases medias cultivadas, hace estallar bombas de podredumbre o dolor que se tapan para que no hagan daño. Dentro de la propia familia o en los alrededores todo lo que no sea naturalidad artificial no existe.
Déjenme, también, que les hable de “Fiesta en el jardín”. La primera vez que lo leí pase cinco minutos impactado por él. Cada vez que lo leo me ocurre. El ambiente es idílico, el verano explota y la familia prepara el jardín para que acoja una fiesta. Laura, una de las hijas, recorre la preparación de la carpa, las mesas y los últimos retoques al escenario para la orquesta. Las cocineras van a velocidad de vértigo. De golpe, los criados murmuran; uno de los obreros que viven en esas casuchas del callejón de enfrente ha tenido un accidente. Deja mujer y cinco hijos. Con buenas palabras —rayanas en una repugnante bonhomía— la familia hace ver a Laura que lo bondadoso es que siga la fiesta, pero la autorizan a llevar al velatorio las sobras de la repostería. Y allí acude… Estremecedor.
Y, además, en uno de los formatos ideales para este tipo de libros, que acaba de abrirse en una nueva colección: una edición menor que de bolsillo, muy manejable, sin aspirar a más que una lectura para momentos cortos, pero con el tamaño adecuado para pequeños viajes o esperas. Caben, aun así, seis cuentos más, todos destacables. “La vida de Ma Parker” es una especie de antecedente de “Un día de trabajo”, esa crónica en que Truman Capote acompañaba todo un día a su asistenta de hogar; pero el relato de Katherine Mansfield es mucho más duro que el reportaje: el día anterior habían enterrado al pequeño nieto de la asistenta.
Con una sutilidad magistral la autora neozelandesa habla del paso a la adolescencia, de conversaciones banales, de alegatos antibelicistas, de la presencia tras su muerte de un padre egoísta y unas hijas cercenadas. “La señorita Brill” es otro cuento maestro: el paseo de una mujer madura, que parece disfrutar de la alegría de la vida y la realidad, pero que en cuanto la mirada deja de ser suya, y es ella la percibida, cambia totalmente.
Toda la cuentística del siglo XX viene de Chejov, y Katherine Mansfield lo ha sabido interpretar a la perfección: en sus relatos todo está absolutamente ligado, todo tiene un sentido interno y una apariencia banal, pero a la vez esconde los más pavorosos e incomprensibles sentimientos.
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Anterior crítica de libros: Javier Krahe. Ni feo, ni católico, ni sentimental, de Federico de Haro.