La banda británico-estadounidense Pretenders cumple cuarenta años de trayectoria en los que ningún derrumbe ha conseguido desmoronar sus cimientos: las canciones. Sara Morales recorre sus once discos.
Texto: SARA MORALES.
Surgieron durante los últimos coletazos del punk, cuando la New Wave se imponía a la actualidad suavizando las formas y las intenciones. Mitad británicos mitad estadounidenses, aterrizaron en tierra de nadie en 1978 pero eligieron sumarse a la batalla contra el virtuosismo del rock clásico que se libraba en las radios y los escenarios durante los últimos años de la década de los setenta.
Apostaron por retomar la vuelta al rock and roll primitivo, y a eso se unió su gusto por el pub rock y el beat británico, en concreto, por The Kinks. Con todo ello comenzaron a forjar una personalidad que, con talento y con talante, sobrevive hasta hoy. Con un pasado que les respalda a pesar de las décadas y los movimientos musicales que han visto pasar, a pesar del fallecimiento de dos de sus primeros miembros por las drogas a principios de los ochenta (James Honeyman-Scott y Pete Farndon), a pesar del devenir de integrantes por la banda hasta el punto de que hoy solo Chrissie Hynde —fundadora, compositora, guitarrista y vocalista— se mantiene intacta, a modo de último rescoldo de la formación original, como la constante que ha llevado a los Pretenders a la resistencia. Una supervivencia que se apoya en once álbumes de estudio. Recorrerlos es lanzarse a dar un paseo por su propia historia. Comencemos.
1. “Pretenders” (Sire, 1980).
Fue su inauguración discográfica y su pasaporte al reconocimiento gracias a temas como ‘Brass in pocket’, ‘Kid’ o ‘Stop your sobbing’, esta última producida por Nick Lowe, una cover de una canción compuesta por Ray Davies para The Kinks en 1964. La banda venía de estrenarse sobre las tablas junto a The Who, The Specials y UB40 durante el año anterior por lo que, cuando llegó este álbum debut, el mundo ya estaba preparado para acogerlos. Resultó un gran éxito de crítica y ventas tanto en Reino Unido como en Estados Unidos. La clave fue ese híbrido perfecto de punk, rock y música pop.
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2. “Pretenders II” (Sire, 1981).
Tras el bombazo que había supuesto su primer álbum, la llegada de esta segunda entrega resultó un tanto decepcionante, y a pesar de que hoy se conserva en la memoria musical como un gran disco, los medios especializados del momento no lo atendieron con especial entusiasmo. Quizás porque el sonido no fuera tan compacto y decidido como el de su predecesor, quizás porque el listón había quedado demasiado alto… También puede que los problemas internos que comenzaban a sobrevolar a la banda influyeran de manera decisiva. De hecho, tras la gira de presentación y con una Chrissie Hynde ya embarazada de su primer hijo junto a Ray Davies, el bajista Pete Farndon —colmado por su adicción a la heroína— fue expulsado del grupo y murió en 1983 de sobredosis. Este también sería el último álbum del guitarrista James Honeyman-Scott, enganchado a la cocaína y fallecido en 1982.
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3. “Learning to crawl” (Sire, 1984).
Tras un paréntesis de tres años por la muerte de sus compañeros regresaron con esta declaración de intenciones a la que bautizaron como «aprendiendo a gatear». Debían comenzar de nuevo tras el duro y doble golpe, y lo hicieron a base de unos cuantos singles previos y la fuerza reponedora de Hynde que, manteniendo al batería Martin Chambers, reclutó al guitarrista Robbie McIntosh y al bajista Malcolm Foster para dar forma a este tercer trabajo. No fue acogido como estaba previsto, sin embargo, ha dejado temas imprescindibles para la posteridad como ‘My city was wrong’, ‘Middle of the road’ y ‘2000 miles’, ese villancico inglés con un inconfundible riff de guitarra inicial.
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4. “Get close” (Sire y WEA Records, 1986).
El álbum que encierra el himno superlativo de The Pretenders —’Don’t get me wrong’— y otro de sus grandes hits: ‘My baby’. Cuando comenzó su grabación la líder decidió despedir a Chambers, el único compañero que quedaba a su lado desde los comienzos, y también al nuevo bajista Malcolm Foster. Al frente permanecieron la propia Hynde y el guitarrista McIntosh para ponerse mano a mano con la creación de este disco, mientras suplían el resto de vacantes con músicos de sesión. Con él consiguieron alcanzar el punto más alto del pabellón mainstream en toda la carrera de The Pretenders, se acercaron a cierta tendencia funk por primera vez en la paleta sónica de la banda y consiguieron su primer número uno en las listas de éxitos.
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5. “Packed!” (Sire y WEA Records, 1990).
Cuatro años después del momento culmen de The Pretenders con «Get close», su popularidad comienza a decaer. No con ello las ganas de trabajar, pues Chrissie Hynde —ya sin McIntosh también y empeñada en sacar adelante el proyecto— siguió contratando y poniendo a prueba a diferentes músicos hasta que consiguió terminar este quinto álbum de estudio. La acogida por parte del público y de la crítica fue pésima, parece que la banda entraba en la década de los noventa como mera sombra de lo que había sido, a pesar de que el tema ‘Never do that’ sí obtuvo el calor merecido, pero solo en Canadá.
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6. “Last of the independents” (Sire y WEA Records, 1994).
La vuelta de Chambers a la percusión con este disco, ocho años después, solo trajo positividad a la banda —o al amago de banda— por la que Chrissie nunca había dejado de pelear. Con la vuelta de los dos miembros fundadores a la formación, que completaban Adam Seymor a la guitarra y Andy Hobson al bajo, todo volvía a encauzarse sin grandes alteraciones durante toda una década seguida. Para “Last of the independents” contaron con colaboraciones del ex miembro de los Smiths Andy Rourke, y su vuelta a la tendencia AOR les hizo abrazar el éxito de nuevo: recibieron el Disco de Oro en Estados Unidos de la mano de canciones como ‘Night in my veins’ o la balada intimista ‘I’ll stand by you’.
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7. “The isle of view” (Warner, 1995).
Este fue un álbum grabado en directo y en acústico durante una sesión televisada en los Jacob Studios de Londres, en mayo de 1995. Durante la gira anterior habían incluido una sección de cuerda muy particular que, en algunos de sus conciertos, fue conducida por el Duke String Quartet. Grabaron este pequeño tesoro gracias al impulso de Hynde por ampliar esta nueva y diferente cara de Pretenders, más pura, más limpia y con ciertos aires nostálgicos de violín que recordaban a los tiempos de James Honeyman-Scott. Además, este álbum cuenta con el anecdótico plus de un Damon Albarn de 27 años sentado al piano en algunos de los temas.
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8. “Viva el amor” (Warner, 1999).
Desde mediados de los noventa el activismo político de la líder de Pretenders había ido creciendo de forma exponencial, por lo que cuando llegaron las canciones de este disco buena parte de su trasfondo conceptual giró irremediablemente en torno a la desigualdad social y el feminismo. La banda seguía compuesta por la misma alineación de «Last of the Independent» (1994), un equipo ganador que para este nuevo trabajo contó además con una fotografía de Linda McCartney a su amiga Hynde para ilustrar la portada. Todo un alegato hippie, en modo noventero y en castellano, que obtuvo un éxito solamente moderado.
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9. “Loose screw” (Artemis, 2002).
Tercer álbum consecutivo con la misma formación, que asistía con armonía a la llegada del nuevo milenio con una sorprendente estabilidad frente a los habituales tumbos que marcaban su trayectoria. Este fue el primer lanzamiento del grupo con un sello independiente y sin el respaldo de una gran discográfica y, aunque la acogida comercial fue modesta, la crítica se deshizo en elogios por la sofisticación de su sonido, los destellos pop y una clara inclinación al rock alternativo que ponderaba la tendencia de la nueva década. Canciones que hablan de amor y desamor, entre las que destacan ‘Lie to me’, ‘Complex person’ y ‘I should of’.
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10. “Break up the concrete” (Shangri-La Music, 2009).
Cuando todo parecía funcionar, dejaron transcurrir siete años hasta la llegada de su noveno álbum de estudio, este «Break up the concrete», que fue lanzado en diferentes ediciones. De nuevo sin Chambers a la batería durante la grabación, aunque sí durante la gira, presentaban una alineación totalmente renovada compuesta esta vez por cinco miembros en busca de «ese sonido diferente» que Hynde quería alcanzar. Y no estaba desencaminada: el disco obtuvo críticas muy positivas por parte de la prensa, una buena acogida del público y se considera, a día de hoy, el mejor trabajo de The Pretenders desde aquel totémico «Get close», gracias a esos aires rockabillys con una vuelta de tuerca sobre su propio pasado.
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11. “Alone” (Columbia, 2016).
La última referencia que tenemos del grupo. Un trabajo que salió publicado hace dos años de la mano otra vez de una multinacional, bajo la producción Dan Auerbach (The Black Keys) y que aborda los doce temas que lo componen con Chrissie Hynde al frente, pero acompañada de músicos de sesión, sin Chambers de nuevo. Heterogeneidad y ambivalencia en sonido, que lo mismo ataca con glam como con rock e incluso con baladas. Convenció a la masa más por la nostalgia de ser quienes son que por las artimañas publicitarias y la concreción de un trabajo realmente redondo, aunque acoja temas brillantes como la homónima ‘Alone’ o ‘Gotta wait’.