LA SEMANA DE SPRINGSTEEN
“Sabía que las canciones de ‘Born to run’ eran su última carta y no estaba dispuesto a perder la partida. Y vaya si ganó”
Con motivo de su gira española, que recalará en Barcelona (14 de mayo), San Sebastián (17) y Madrid (21), Efe Eme inaugura una semana especial dedicada a Bruce Springsteen. La inaugura Óscar García Blesa con el disco clave que salvó su carrera discográfica, “Born to run”.
Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.
Con solo 13 años, Bruce Springsteen vio por televisión una actuación de Elvis Presley. Aquellos tres minutos en el programa de Ed Sullivan le cambiarían la vida. Al día siguiente compró su primera guitarra. A Springsteen le llaman “The Boss” desde sus inicios con la E Street Band. Como líder del grupo, recolectaba el dinero ganado en bares y clubes y lo repartía proporcionalmente entre todos los miembros. Así de simple. Fin de la historia. Para cuando “The river” llegó a las tiendas de discos en 1980, Bruce ya era una leyenda en América, el verdadero jefe de la manada. Pero mucho me temo que la historia pudo haber sido bien distinta.
En 1975 estuvo exactamente a ocho canciones de distancia del abismo. Había publicado dos discos (estupendos, por cierto) con resultados mediocres. Editados ambos en 1973, “Greetings from Ausbury Park” y “The wild, The innocent & The estreet shuffle” dejaron poco margen de maniobra a un artista sin apenas crédito en su compañía. Columbia le había fichado un par de años atrás, como su gran apuesta por el nuevo sonido americano junto a Aerosmith. Pero el nuevo equipo de ejecutivos no confiaban en el muchacho de Nueva Jersey, así que le enviaron al estudio de grabación convencidos de que sería la última vez.
Con un renovado conjunto de músicos, algunos recién llegados a la banda (Max Weimberg, Roy Bittan o el propio Steve Van Zant, que entró en esa sesión para arreglar los vientos), “Born to run” cambió las reglas del juego de manera inesperada, pero sobre todo presentó universalmente a la estrella de rock and roll americana más deslumbrante desde los días de Elvis Presley.
Y el resto es historia. Bruce lanzó el sencillo ‘Born to run’ meses antes de que el álbum viera la luz. En el camino, la producción del disco fue destruida (la leyenda cuenta que el propio Springsteen lanzó el master a una piscina), pero las líneas maestras del disco, las estructuras y las canciones que le cambiarían la vida siempre estuvieron en su cabeza. Sabía que aquellas canciones eran su última carta y no estaba dispuesto a perder la partida. Y vaya si ganó.
En ocasiones resulta divertido jugar a pensar que hubiera sido de Springsteen si “Born to run” no hubiese existido. El músico seguramente ocuparía dignísimas noches en locales de pequeño aforo como tantos otros. Me vienen a la cabeza los nombres de Southside Johnny, Joe Grushecky, Paul Collins, Pete Yorn… increíbles artistas que estuvieron a un milímetro de conseguirlo, extraordinarios talentos que no tuvieron su “Born to run” particular.
Bruce sí lo tuvo. Y lo aprovechó. “Born to run” le llevó de gira por Europa y, aunque ya lo venía haciendo con sus dos primeros trabajos, representó el modelo de directo demoledor que hoy conocemos: larguísimos shows, siempre por encima de las tres horas, salpimentados de la esencia pura del rock and roll.
Indiscutiblemente, “The river” fue el álbum que lo llevó de manera definitiva a una audiencia heterogénea (por encima de “Born in the USA”, instrumentalmente concebido para la dominación mundial), pero aún tuvo tiempo de dar un volantazo genial. Una vez conquistada la estabilidad laboral y un incuestionable apoyo del público con “Born to run” (recuerden, sólo a un paso de ser otra “wannabe star”), en 1978 apareció “Darkness on the edge of town”, el disco que retrató como ningún otro la clase obrera norteamericana despejando tímidamente los perfiles perdedores de sus anteriores trabajos. Con ese disco Springsteen por fin aspira a ser un ganador, eso sí, siempre a un milímetro del abismo.
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