“Cuando los críticos dominaban la Tierra”, artículo de Diego A. Manrique

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Hubo un tiempo que que los críticos imponían corrientes de opinión, sobre todo en el cine y el teatro. Diego A. Manrique dedica un artículo en su blog de “El País” a la caída de uno de aquellos críticos, Bosley Crowther, durante treinta años principal crítico cinematográfico del “New York Times”. “Esta es la crónica del hundimiento de un destacado especialista en cine; resulta aplicable a cualquier profesional que confunda opinión con vendetta”.

A Crowthe no le gustaban las películas “pretenciosas”. Su hundimiento llegó en 1967 con el estreno de “Bonnie and Clyde”, de Arthur Penn. Tras ver la película en su estreno en el festival de Montreal, llegó a publicar tres comentarios muy negativos. Pero “Time” –que destacó en portada que se trataba de “El nuevo cine: violencia, sexo, arte”– y “The New Yorker” apoyaron “Bonnie and Clyde”.

Pauline Kael escribió en “The New Yorker”: “son demasiadas las personas –incluyendo algunos críticos de cine- que quieren que la ley tome el puesto de la crítica cinematográfica; tal vez lo que quieren es que sus críticas tengan la fuerza de la ley”.

Se había producido un cambio, “ya no se discutían los méritos de determinada película sino la conveniencia de la censura o los dictados de un imperial establishment cultural. En el alterado clima de 1967, Crowther tenía las de perder. Efectivamente, en diciembre le quitaron el puesto de crítico de nuevas películas. Al  estilo del New York Times, fue una patada hacia arriba: más dinero, un título rimbombante, funciones nebulosas. Habían ganado los jóvenes leones”.

“Cuando Warren Beatty la movía exclusivamente como productor, quería contratar a Bob Dylan como protagonista masculino; no sabemos si iba en serio o se trataba de uno de esos alardes con los que la gente del cine se pone hip. Curiosamente, la Bonnie de la pantalla, una Faye Dunaway entonces muy insegura, se preparaba para las jornadas de rodaje escuchando incansable el ‘Blonde on blonde’ dylaniano: allí estaba la insolencia, el impulso torrencial, el queremos-el-mundo que requería su personaje”.

Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Cuando los críticos dominaban la Tierra”.

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