“Aunque si algo no falta en “Mortdecai” es la exageración, la película fracasa como parodia precisamente por no tener claro qué tipo de imitación subversiva se quiere hacer”
“Mordecai”
David Koepp (2015)
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
Charlie Mortdecai (Johnny Depp) es un marchante de arte británico que, junto a su mujer Johanna (Gwyneth Paltrow), su mayordomo y guardaespaldas Jock (Paul Bettany) y el agente Martland del MI5 (Ewan McGregor) se ve envuelto en la desaparición de una misteriosa obra de Goya. Con este sencillo argumento basado en una serie de novelas humorísticas de los años 70, “Mortdecai” intenta ser una nueva vuelta de tuerca a las ya innumerables sátiras de filmes de espionaje y planes maestros. Así, se trata de una historia llena de giros narrativos que, como ya hicieron obras clásicas como “La pantera rosa” (Blake Edwars, 1963) o contemporáneas como “Austin Powers: misterioso agente internacional” (Jay Roach, 1997), lleva al extremo los tópicos de este subgénero para crear una caricatura por exceso. Y aunque si algo no falta en “Mortdecai” es la exageración, la película fracasa como parodia precisamente por no tener claro qué tipo de imitación subversiva se quiere hacer.
Sería erróneo afirmar que no hay gags ingeniosos en “Mortdecai”: se hace un muy buen uso de la broma recurrente y algunos chascarrillos irónicos y de humor negro tienen bastante gracia. Sin embargo, pretende mantener un ritmo veloz en la acción y los diálogos sin conseguir que los elementos humorísticos encajen entre sí, dando como resultado una película muy irregular y que transmite la sensación de precipitarse continuamente sin un rumbo fijo.
Tampoco ayuda a crear un filme homogéneo la clara intención de apoyarse casi en exclusiva en el histrionismo y la exageración interpretativa de Johnny Depp para generar comicidad. Interpretando una vez más al capitán Jack Sparrow de “Piratas del Caribe” (Gore Verbinski, 2003), un rol que no parece poder quitarse de encima, Depp hace gala de gran cantidad de manierismos, acentos, mohínes y gestos presuntuosos que, aunque conectan perfectamente con el concepto de personaje de Charlie Mortdecai (un excéntrico aristócrata inglés), no consiguen alejar la sospecha de que estamos presenciando la misma actuación excesiva una vez más. Para colmo, bajo todos estos aspavientos pasa desapercibido el resto del reparto, entre los que hay que destacar la más que inesperada vis cómica de Paul Bettany (sin duda el gran descubrimiento de la cinta).
De todas formas, puede que la gran virtud de “Mortdecai” esté precisamente en que no busque ser más de lo que hay ni parezca tomarse en serio como película en ningún sentido. Así que, a fin de disfrutarla como el ridículo disparate que en el fondo es, nosotros tampoco deberíamos hacerlo
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Anterior crítica de cine: “La serie Divergente: Insurgente”, de Robert Schwentke