DISCOS
«Un disco valiente a medio camino entre la psicosis y una realidad tan abrupta que, a veces, nos da hasta para reírnos de nosotros mismos»
Idles
Crawler
PARTISAN RECORDS/PIAS, 2021
Texto: SARA MORALES.
Podría parecer caótico, pero no lo es. Este disco aguanta entre sus paredes de acetato circular todo el sentido del mundo, por lo menos de ese mundo que nos ha quedado tras los tiempos difíciles que atravesamos y no terminamos de superar. De este modo irrumpen de nuevo los de Bristol con su cuarta entrega, tras el ovacionado Ultra mono del año pasado, queriendo distanciarse del éxito rotundo que les precede, pero obsequiándonos con otra gran obra atestada de una furia que nos sitúa exactamente donde debemos estar.
Y lo hacen reincidiendo en sus códigos hardcore, en la rabia acumulada, en el estruendo de las cuerdas de bajo y guitarra que juguetean con el estrepitoso pulso de una batería infatigable. Vuelve el voceo exorcista de Joe Talbot, que esta vez burla con mayor evidencia los márgenes de su punk innato para coquetear con el fraseo de rollo urbano y algunos efectos baladistas («The beachland ballroom» o «Progress») que sorprenden pero enganchan. Las insinuaciones grindcore con las que los Idles suelen rememorar los años ochenta más insurgentes continúan presentes en este trabajo, y aunque las letras esta vez se anclan demasiado en la reflexión, la angustia, la crisis existencial e incluso el miedo, de igual modo vuelven a insuflarnos una energía inacabable para combatir todo ello. El mensaje, a fin de cuentas, pretende ser optimista.
Marcado desde su inspiración conceptual por una experiencia en la carretera vivida por el propio Talbot, Crawler ejerce de médium para conectar el drama terrenal con la fragilidad de la vida. Porque hasta de asuntos filosóficos se puede hablar (o cantar) a voces, a alaridos, sin sentido o, como decíamos al principio, con todo el del mundo. En ocasiones las palabras gritadas son hirientes, en otras insultantes; pero es que al terror y al vacío no se les mira con un único lenguaje, cada uno lo expresa como mejor puede y ellos han elegido hacerlo así desde que irrumpieran en el mundo, en 2012, con aquel epé seminal llamado, tan acertadamente, Welcome. Bienvenidos al mundo de los Idles, hoy continuamos inmersos en él.
La oscuridad de este nuevo álbum se palpa desde que arranca con “MTT 420 RR”, un pasaje slow cargado de melancolía y desgarro; el prólogo ideal, continuado en tono por “When the lights come on”, que no tarda en dar paso a la tensión de “The wheel”, “Car crash” o “Crawl!”. “The new sensation” se clava a fuego por el discurso directo y los tiempos que va marcando el hipnótico estribillo, y mientras «Stockholm syndrome» se envuelve de entropía con el precioso «desorden» sonoro que destila la banda, «Meds» retoma el tono confesional y audible que tanto nos atrapa de ellos también.
Un acierto inquietante es la instrumental “Kelechi”, parece situarse en la segunda mitad de este repertorio de catorce disparos a boleo, pero no, porque tras ella va a comenzar la babel de piezas insospechadas, aunque gloriosas, que nos dejan muy claro por qué los ingleses conquistan a cada paso que dan: “Wizz”, que espantará a los melódicos pero apresará a quien se mueva bien por los arenas más bestias, y “King skane” y “The end”, pensadas para los románticos del género.
En definitiva, un disco valiente a medio camino entre la psicosis y una realidad tan abrupta que, a veces, nos da hasta para reírnos de nosotros mismos.
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Anterior crítica de discos: Y volvimos a abrazarnos, de Pablo Guerrero.