Corriente alterna: Su nombre es Mikel

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«A nadie debería temblarle la voz al afirmar que Mikel es uno de los grandes compositores de la música moderna española. Se requiere sensibilidad para apreciar su trabajo, también valentía para capear prejuicios»

El susto que Mikel Erentxun se ha llevado esta semana, con operación cardíaca incluida, provoca que Juanjo Ordás reflexione sobre el ex Duncan Dhu y su obra.

 

 

Una sección de JUANJO ORDÁS.

 

 

Esta semana operaban con éxito a Mikel Enrentxun de un problema cardíaco. Es de suponer que esas cosas le cambian la vida a uno, por muy habituales que puedan ser en el día a día, seguramente hacen reflexionar. Incluso si no eres el afectado aunque, sobra decirlo, desde una posición mucho más cómoda aun cuando se haga con todo el cariño del mundo. Y a eso vamos.

A nadie debería temblarle la voz al afirmar que Mikel es uno de los grandes compositores de la música moderna española. Se requiere sensibilidad para apreciar su trabajo, también valentía para capear prejuicios. Con el tiempo, Duncan Dhu son cada vez más estimados, es cada vez menos necesario reivindicarles, al menos bastante menos necesario que hace diez o quince años. Ahora lo que toca es reivindicar a Mikel Erentxun. Personalmente, he sentido que siempre se las ha ingeniado para que sus aciertos pesen más que los errores, hasta acabar por convencerme absolutamente de su maestría. Al final, versiones bastante discutibles de The Smiths y guiños innecesarios al público adolescente han sido fulminados por la calidad de los álbumes que comenzó a firmar a partir de “El corredor de la suerte”, en 2006. Preferencia personal, algunos echarán la vista un poco más atrás –yo mismo reivindico “El abrazo del erizo”, de 1994– pero siempre he pensado que un disco doble no solo significa creatividad, sino también fe en uno mismo, resultándome fácil sentir afinidad por el artista que firme una obra homérica. Y “El corredor de la suerte” lo era. Dos cedés sin desperdicio: rock, pop, folk, y muy buena mano a la hora de mezclar un carácter español con el norteamericano.

A partir de ahí, todo fue rodado, y esos errores que antes citaba desaparecieron para siempre. Mikel fue consciente de la cantidad de grandes canciones que había ido amasando a lo largo de los años, las pulió para un álbum en directo de altura (“Tres noches en el Victoria Eugenia”) y salió disparado hacia una obra árida que muy poca gente comprendió (“Detalle del miedo”). Sin problemas, el año pasado puso en la calle “24 golpes”, disco con el que volvía a abrazar el estribillo comercial con la madurez ganada. No era un trabajo perfecto, pero casi (Mikel, no te hace falta forzar tanto la voz, ¡tu tono natural es muy hermoso!) y seguía esa senda hacia un reconocimiento que estoy seguro a día de hoy disfruta, pero que seguirá creciendo.

Ahora ha tocado cancelar conciertos, es tiempo de descansar después de momentos delicados. Pero todos sabemos que Mikel aún guarda unas cuantas canciones memorables que todavía no ha escrito y cuando lo haga, lo celebraremos una vez más.

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