«Pocos artistas han sido una amenaza real, quizá solo Lennon y Dylan. Es importante subrayar el término amenaza, no relevancia. En ese aspecto, la literatura o la prensa ha sido siempre mucho más mordaz y temida que la música»
Está convencido Juanjo Ordás de que el rock volverá a romper tabúes, como lo hicieron Elvis, Dylan o Lennon y que puede que para ello no solo tenga que buscar ideas nuevas, tal vez ha de revisitar el pasado. Pero que es necesario que lo haga.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Hace poco, un amigo mío y yo hablábamos de Elvis y su vasta producción en vida. Tanto mi colega como yo solemos tenerle bastante presente, pero últimamente he vuelto a profundizar en su figura, en su simbolismo.
Hoy día, si se piensa, los tiempos no han cambiado aunque sí los gustos de la población. Los mismos adolescentes que encargaron como locos las primeras ediciones del sencillo ‘That’s alright’ son los mismos que hoy descargan la nueva canción de Blink o Britney. Es otro entorno, el mensaje es distinto y la repercusión e importancia social también, pero al fin y al cabo hablamos de público demandando productos y una industria que provee. ¿Quién decide el tipo de alimento? Los tiempos, lo que puede vender. Si la juventud –o el público maduro– demanda música más provocadora que Tokio Hotel, no dudéis de que la industria proveerá dentro de unos límites generalmente muy holgados. Pearl Jam o Nirvana eran grupos de contenido intelectual que emocionaban a los jóvenes pero en absoluto suponían una amenaza para los estamentos políticos y económicos. De hecho, pocos artistas han sido una amenaza real, quizá solo Lennon y Dylan. Es importante subrayar el término amenaza, no relevancia (ahí entran unos cuantos más). En ese aspecto, la literatura o la prensa ha sido siempre mucho más mordaz y temida que la música. No nos engañemos, la población es capaz de entonar una canción sin tener ni idea de lo que expresa y en parte esa es una de las múltiples funciones del rock, es decir, entretener. Afortunadamente, el rock creció y también aprendió a pensar.
¿Pero volveremos a ver a un artista con ideas rompedoras sobre un escenario? Sí, claro que sí. Pero para ello ha de seguir a rajatabla un compromiso: romper tabúes. Elvis y James Brown rompieron tabúes, Bowie rompió tabúes. No es sencillo, se trata de localizarlos en la sociedad y cantar sobre ellos, y ver el bosque a través de los árboles es algo reservado a los genios. Después, ser un interlocutor con el mundo consciente de su época y momento es algo reservado a los hábiles lenguaraces. Finalmente, volverse una amenaza, es otra historia. Pero atendiendo al primer punto, solo necesitamos a un artista consciente de los tabúes y deseoso de romperlos. Unicamente con eso, la máquina se pone en marcha. Sí, se trata del comienzo pero es complicado. El tabú es aquello que la sociedad oculta por vergüenza, una verdad que no se dice, tal vez una práctica mal vista, un vicio. Nada más excitante que descubrir secretos, nada más desvergonzado que gritarlos en las ondas. También está la otra vertiente del tabú encarnada en ese concepto que jamás se debe cuestionar cuya destrucción es algo tan emocionante como aquel “matar al padre” freudiano, destronar lo viejo y cambiarlo por lo nuevo, derruir las viejas ideas para implementar nuevas. El espíritu del rock nace de ahí, del legado negro, empaquetado para que los blancos se lo tragaran sin darse cuenta, del respeto de los rockeros primigenios por sus antecesores negros del blues y el gospel. Buena bofetada a las miras estrechas. Tan buena que no se dieron cuenta de ella hasta que fue muy tarde. Y la juventud lo deseaba, deseaba escuchar a Elvis cantando con una influencia que venía de donde venía.
El próximo gran rockero no hablará de algo tan socialmente aceptado como las drogas. Tampoco hablará de la liberación de sexos, ni de opciones sexuales. Quizá vuelva a dar voz a antiguas ideas destronadas, quizá plantee nuevas. Cuestionará la moralidad, pero seguramente no lo hará de ninguna de las formas que podemos estar pensando ahora. Y llegará, os lo aseguro.
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Anterior entrega de Corriente alterna: Las edades y el rock español.