«A mí el folk cincuentero y sesentero me aburre. Lo detesto. Pocas cosas en esa línea tolero»
Aunque asegura que odia el folk estadounidense, Juanjo Ordás ha ido a ver “Inside Llewin Davis”, la nueva película de los hermanos Cohen basada en la escena folk neoyorquina de los primeros años sesenta.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Odio el folk. Bueno, parte del folk. A mí un tipo con guitarra acústica contando historias me aburre soberanamente. Otra cosa es cuando Dylan se ponía surrealista, Cash grababa trabajos de hueso desnudo, Drake te llevaba a su melancólico mundo y –más cerca en el tiempo– cuando el titán Josh T. Pearson se descuelga con letras descarnadas como las de su sensacional debut de 2011. Pero a mí el folk cincuentero y sesentero me aburre. Lo detesto. Pocas cosas en esa línea tolero. En cuanto se arranca el comienzo, se pasa al nudo y se llega al final cual telefilm, mis bostezos se asemejan al aullido de un lobo moribundo que anhela ideas más que guiones. Precisamente por eso “Nebraska” y “The ghost of Tom Joad” son tan buenos discos, porque están plagados de ideas, no de páginas, no se conforman con una puta narración.
Yendo al grano, todo lo relacionado con la zona del Greenwich Village, el Gaslight y el Café Wha? me aburre. ¡Qué sesenta más aburridos los de ese conlgomerado! Siempre he pensado que esa escena es tremendamente tediosa. El primerísimo Dylan, ¡tedio! Van Ronk, ¡tedio! Ochs, ¡tedio! Humo, copas y ahí cada loco con su tema, a cantar al amor perdido, a las protestas sociales o a lo que fuera.
Con todo, deseaba ver “Inside Llewin Davis”, la nueva película de los hermanos Coen. Y me gustó, su protagonista es detestable, la escena folkie es retratada como tantos libros han pintado en nuestra mente y la historia es bastante interesante. Las interpretaciones también son bastante buenas. Pero os aseguro que en ningún momento he deseado vivir en esos años, en ese lugar ni en esa escena. Gracias hermanos Coen por reafirmarme. Seguid grabando películas tan buenas y vosotros id al cine, que el film merece la pena.