«La obra más actual de Dylan suena antigua en el mejor sentido de la palabra, suena clásica, proveniente de una América ya perdida en el tiempo que el músico parece ser capaz de visitar a su antojo, un río que navega en un barco de vapor»
Juanjo Ordás espera la escucha de «Tempest», el nuevo disco de Bob Dylan, recapitulando sus últimos pasos, sus últimas obras. Y asegura tener fe. Fe en Dylan, por supuesto.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Dentro de dos días se pondrá a la venta “Tempest”, el nuevo trabajo de Dylan. Me encanta emplear el término “trabajo” para referirme a obras discográficas, porque muchas veces se olvida que grabar música (y componerla, y ejecutarla…) es un trabajo. Y el concepto es hermoso, un artista trabaja en algo y luego te presenta ese producto en el que ha invertido tiempo y energía (una regla según la cuál debemos respetar a todo artista involucrado con su obra, sea del género que sea).
Volviendo al tema, obviamente aún no he escuchado “Tempest”, pero es el álbum número treinta y cinco de Dylan y creo que deberíamos comenzar a establecer una nueva numeración al estilo cristiano. Sí, es el número treinta y cinco pero también el quinto contando con su resurrección a partir de “Time out of mind”, e incluso como con el cristianismo, habrá quien rebata estos datos entendiendo que la resurrección ya comenzó con “Oh mercy”. Pero todos estaremos de acuerdo en que hubo un momento en que la chispa volvió a surgir en las canciones de un músico que atravesó el desierto en la década de los ochenta. “Oh mercy” fue un regreso a la salsa sazonada por las musas y “Time out of mind” un álbum incontestable. A partir de ahí, Dylan fue colocando sobre la mesa una ristra de álbumes esenciales en su discografía. Curiosamente, “Tempest” se pone a la venta un 11 de septiembre, exactamente como ocurrió con “Love and theft”, trabajo sucesor de “Time out of mind” con el que Dylan demostraba seguir en un muy buen momento, aunque el día que se editó no fue un 11 de septiembre cualquiera. Fue el de 2001.
Mientras el atentado de New York tenía lugar, una cinta TDK grababa “Love and theft” en una habitación de la que entonces era mi casa. La cinta no se detuvo hasta el final, el mundo sí. Fue una experiencia extraña. Lo mejor y lo peor de la humanidad conviviendo a la vez. ¿No es así siempre? Hasta ahora solo he podido escuchar ‘Duquesne whistle’, y hablando de detener el tiempo, Dylan parece haberse detenido en el mundo que comenzó a visitar con “Love and theft”. ‘Duquesne whistle’ podría pertenecer a ese disco. O al que le siguió, el espléndido “Modern times”. O al bello “Together through life” (que estoy seguro, el tiempo revalorizará). Un paraíso musical, qué duda cabe, la banda sonora de un tiempo pasado. La obra más actual de Dylan suena antigua en el mejor sentido de la palabra, suena clásica, proveniente de una América ya perdida en el tiempo que el músico parece ser capaz de visitar a su antojo, un río que navega en un barco de vapor. Por eso, a la calidad de cualquier nueva obra de Dylan, hay que añadirle un encanto único.
“Tempest” tiene una portada tan fea como la de “Shot of love” o “Empire burlesque”, es tremendamente ochentera, casi podríamos encontrarla en una tienda a precio de saldo. En ese sentido, rompe con el fantástico arte de su reciente producción, casi dando la razón a aquellos que –muy equivocadamente– piensan que el formato físico no importa. Sin embargo, la música de “Tempest” nos recordará, una vez más, que aún quedan cosas emocionantes en un mundo cada vez más gris, más triste y más perdido. No, no lo he escuchado aún, pero tengo fe.
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Anterior entrega de Corriente alterna: La noche es de Bunbury.