«El mensaje es el mismo nocivo que ya envió ‘Operación triunfo’ en su día. Es decir, que el arte es algo moldeable y manso. Absoluta falacia, desde luego, pero no por ello poco efectiva»
Juanjo Ordás se entretuvo en ver algunas emisiones del espacio televisivo ‘La voz’ y saca sus propias conclusiones: esa es la voz de los que están dispuestos a bajarse los pantalones.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
El mensaje que envió a la población y que esta ingirió con gusto es el mismo mensaje nocivo que ya envió ‘Operación triunfo’ en su día. Es decir, que el arte es algo moldeable y manso. Absoluta falacia, desde luego, pero no por ello poco efectiva.
‘La voz’, todo el mundo sabe qué es. El último concurso de talentos, dos horas semanales que conquistaron a la audiencia. El show estaba bien estructurado, era entretenido y contaba con concursantes que van de la normalidad a lo esperpéntico, más un equipo de conocidos cantantes españoles denominados «couchers» pero que vamos a españolizar como entrenadores. ‘La voz’ era eso, un concurso divertido del que salió un ganador votado por la audiencia, aunque el mensaje que envió a la población y que esta ingirió con gusto es el mismo mensaje nocivo que ya envió ‘Operación triunfo’ en su día. Es decir, que el arte es algo moldeable y manso. Absoluta falacia, desde luego, pero no por ello poco efectiva.
El rock and roll siempre se ha caracterizado por cierta irreverencia a la hora de seguir su propio camino, tratándose de un movimiento lo sumamente amplio como para trascender a las notas musicales y para que en él quepan artistas del más diverso tipo cuyo leit motiv vital es el mismo: Hacer las cosas a su modo.
Cuando un artista es de verdad no necesita «couchers», entrenadores ni, por supuesto, programas televisivos. Simplemente necesita su talento y suerte. A partir de ahí todo lo demás sobra. Pero los concursos televisivos inciden en la idea de que la figura rancia del maestro es necesaria para canalizar el arte. No se trata de lecciones didácticas, sino de una mano que indica amablemente cuál es el camino a seguir, un camino que destruye la originalidad, la creatividad y al arte en sí mismo. La historia nos ha enseñado que en el verdadero arte no hay caminos, que el músico genial es el que se abre paso siguiendo su instinto, que es precisamente aquello que hace de alguien especial. El problema es que la mayoría de todos esos cantantes que se presentan a este tipo de concursos no tienen cultura musical, de hecho no quieren ser cantantes ni artistas, ellos quieren ser aplauso. Y eso claro que se puede enseñar, para ser aplauso hay cauces muy concretos que seguir y unos pasos que dar, siendo el primero de ellos dejar tu personalidad en la puerta, luego bajarte los pantalones y atravesar el umbral hacia el éxito. Y los pantalones hay que bajárselos de vez en cuando, pero no vivir con ellos a ras del suelo.
¿Habrían sido Dylan, Bon Scott o Winehouse carne de concurso? Jamás. Y hablamos de cantantes de generaciones distintas como esa mentira del talento modelado también se dirige a cualquier rango de edad. El arte hace espectáculo, pero del arte no se debe hacer espectáculo.
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