«No baja de sobresaliente y uno se pregunta cuándo tendrá que rebajar sus exigencias, pero una vez más vuelve a firmar otra obra excelente»
Con el año terminando, Juanjo Ordás nos asegura que “Lullaby… and the ceaseless roar” es el mejor disco de 2014. Convencido está de ello.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
La vida privada de Robert Plant es siempre tan hermética y él tiende a ser tan enigmático, que cada uno de los pasos que da en su carrera resulta todavía más misterioso. En cualquier caso, siempre parece poner el cien por cien de su talento y podemos decir que los últimos doce años ha llegado a entregarse hasta el doscientos. Ni un paso erróneo desde que en 2002 editara el exquisito disco de versiones “Dreamland”. Ya sea álbum tras álbum, en deuvedé o en directo, todo lo que ha producido ha sido de un nivel tan alto que parecía imposible de superar aunque volviera a hacerlo. No es que se pierda fe en él, es que no baja de sobresaliente y uno se pregunta cuándo tendrá que rebajar sus exigencias, pero una vez más vuelve a firmar otra obra excelente. Citaba “Dreamland”, pero los que le siguieron fueron impecables. Con “Mighty rearranger” empezó a beberse su fórmula de rock étnico con la electrónica como amiga, con su trabajo a dúo con Alisson Krauss se metió en la música de raíces norteamericana y con “Band of joy” continuó nadando en esa misma arenosa dirección. Sin duda, todos los discos citados forman un perfecto collage de la senectud de Robert Plant, y su rostro ya no es el de excantante de Led Zeppelin, sino el de otra persona. De hecho, ‘Stairway to heaven’ suena tan lejana que parece cantada en una encaranción de hace siglos. Robert Plant lleva años siendo otro y es comprensible su negativa a girar con Led Zeppelin. Porque él está a otra cosa. De hecho, está a lo que debe estar, a crear cosas nuevas.
Cuando se dejó escuchar ‘Rainbow’, el primer single, a uno le entraban ganas de agradecerle a Plant que hubiera parido una canción tan hermosa, con esa enorme fuerza espiritual y esas ganas de vivir y limpiarse el culo con las adversidades que la misma vida provoca. Con “Lullaby… and the ceaseless roar” tiene experimentación pero no es un disco experimental, traza la herencia negra del rock and roll desde África hasta EEUU e Inglaterra y se la vuelve a llevar a su origen para redescubrir qué era en su momento y qué puede ser hoy día. Muchas gracias, Robert. Tu disco es el mejor de este año que ya termina.
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Anterior entrega de Corriente alterna: Adiós a Bobby Keys e Ian McLagan.