«¿Cuántos hay que sean capaces de sacarte del sueño con una estrofa? Vaya giro, a mí que no me hablen de cine, que este tío se lo monta mejor y en forma de canción»
Una canción puede dar un giro inesperado y, de pronto te percatas de la grandeza de su autor. Si a eso le sumas una buena interpretación, te puede pasar lo que a Juanjo Ordás con no importa quién.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Ha matado a la tía de la canción. Me estoy quedando dormido y de pronto me entero que ha matado a la tía de la canción. Me despierto, cómo para no hacerlo. Pero si esta canción es una puta balada, si todo giraba en torno al flirteo, si estaba clarísimo que el chico y la chica iban a follar felices y comer perdices. Pues no, llega la última estrofa y el tío resulta que es un psicópata que le mete con una piedra en la cabeza y la mata.
Bueno, un disco especialito, no me cabe la menor duda. ¿La canción? Grandiosa ¿El cantante? La hostia puta bendita. ¿Cuántos hay que sean capaces de sacarte del sueño con una estrofa? Vaya giro, a mí que no me hablen de cine, que este tío se lo monta mejor y en forma de canción. Se veía venir, pero a mí me embistió de frente. Desde el título estaba todo claro, pero había dejado de prestar atención a las letras, vamos, que no le estaba haciendo ni caso hasta que llegó la canción en cuestión y me empecé a dormir con la almohada como compañera de escucha. Qué suavidad de canción, que perfección melódica, qué voz de tiarrón salido de dios sabe qué infierno. Y con un par se marca este dueto con una estrellita pop. Eso es no tener miedo. Con esa voz cómo va a tener miedo. Pues en la última estrofa, asesinato. Adiós a la estrellita pop. Su personaje muere y la canción acaba. Pero vive como un fantasma en los bancos de rosas silvestres de algún riachuelo. Seguro que le habría gustado más seguir viva, pero los hay y las hay que se mueren y no tienen ni ganas de pasearse fantasmalmente. Me vuelvo a poner la canción desde el principio. Maestría pura. A tomar por el culo las guitarras eléctricas y el rock duro, he encontrado al músico de mi vida.
Porque al final, la sensibilidad de ‘Wild horses’ no sé si es fácil o difícil de entender, pero ha estado ahí siempre. Igual que la de ‘Everybody knows’. Pero esto es nuevo. Y cuando un nuevo universo se abre ante ti, sólo puedes dar gracias por estar vivo.
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Anterior entrega de Corriente alterna: UFO y las etiquetas confusas.