“Acaban de estrenar su cuarto disco, ‘Last of our kind’, y han vuelto al momento exacto del que nunca debieron partir. Las melodías vuelven a tener calidad, la banda vuelve a rendir sudando electricidad y aunque es verdad que siendo doce años más viejo vuelvo a conectar con el humor de The Darkness”
Los idilios entre oyente y músico no son amores para siempre, a veces pasan por baches emocionales con ciertos discos, pero cuando creías que ya no volverías a conectar con un grupo, puede volver a suceder. Algo así le ha pasado a Juanjo Ordás con The Darkness.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Hubo un largo momento en el que pensé que me había equivocado con The Darkness, que el mundo tenía razón y yo no. Cuando debutaron hace ya “x” años, me resultaron tan divertidos que durante una breve época “Permission tol and” fue la banda sonora de mi vida. No era un disco sesudo, seguramente mis días atrapado en “Songs of love and hate” de Cohen dieran para más, pero oye, qué bien se lo pasaba uno escuchando “Permission tol and”. Encima, vinieron a España y metieron en salas medianas todo su espectáculo de stadium rock, que era básicamente como meter a un león en un trasportín de gatos, pero una vez más… oye, qué divertido fue.
Después llegó la debacle. Y bien rápido. El segundo disco ya no fue tan bueno como el primero y llegó la separación. Hasta ahí todo bien. Una estrella fugaz. Vale. Muchos habían criticado su sentido del humor sin entender que lo suyo era tan chistoso como serio, aunque en su escalada a la fama la banda estaba blindada. Pero cuando regresaron hace tres años con el mediocre “Hot cakes” deseé que se hubieran quedado en casa. Básicamente, daban la razón a todos los que en su día les habían atacado, ¡y qué poca gracia tiene admitir que uno ha estado ensimismado con chorradas! Pues sí, el mundo estaba en lo cierto, The Darkness no eran ni tan divertidos ni tan buenos, sino que hasta se pasaban de chistosos. No sabía si es que yo había madurado en demasía o si ellos habían desparramado demasiado aunque seguramente fueran las dos cosas, porque acaban de estrenar su cuarto disco, “Last of our kind”, y han vuelto al momento exacto del que nunca debieron partir. Las melodías vuelven a tener calidad, la banda vuelve a rendir sudando electricidad y aunque es verdad que siendo doce años más viejo que cuando les oí por primera vez me resulta imposible enloquecer con canciones como ‘Barbarians’, si que vuelvo a conectar con el humor de The Darkness y a quitarme el sombrero ante un disco digno, divertido y rockero. Son un buen rato, nada más, pero ellos nunca quisieron trascendencia. Al fin y al cabo, si el mundo explotara, los discos de Cohen y los de The Darkness iban a sufrir el mismo sino.
–
Anterior entrega de Corriente alterna: “Paul Weller y Saturno”.