«Lo hermoso es saber del nuevo lanzamiento por un single, quizá también una cara B, no saber exactamente qué te vas a encontrar cuando llegues a tu casa, lo desprecintes y hagas sonar»
Este domingo, Juanjo Ordás se plantea lo poco atractivo que resulta escuchar un disco antes de tenerlo en formato físico: se ha perdido el placer del descubrimiento, la magia.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Leo que la web de la edición norteamericana de «Rolling Stone» estrenará paulatinamente los temas del nuevo disco de Aerosmith, “Music from another dimension”, concluyendo la exclusiva el día de edición del álbum. Los nuevos tiempos no entienden de romanticismo, pero creo que las personas sí. No es una táctica de marketing nueva y entiendo que, si se hace, debe ser eficiente, pero rompe con una tradición inherente al encanto de comprar discos. Sí, muchos encantos se han perdido, unos con razón (¿en serio debemos seguir comprando discos en tiendas a precios hinchados?) y otros sin ella. La idea de misterio entra en esta última categoría, conocer poco a poco el álbum acaba con ella. Lo hermoso es saber del nuevo lanzamiento por un single, quizá también una cara B, no saber exactamente qué te vas a encontrar cuando llegues a tu casa, lo desprecintes y hagas sonar. Recibir entonces esa catarata de música que llevas esperando tanto tiempo, dejarte rodear por las ideas que tus músicos favoritos han querido recoger en la obra.
Pero eso es un concepto anticuado, ¿verdad? Ahora puedes ir a Itunes y descargarte las canciones que te gusten, volatilizar el concepto de álbum. Y también puedes conocer el disco antes de tenerlo en tu casa, claro. ¿Qué gracia tiene eso? Ninguna. ¿El objetivo? Crear expectación (el single era mucho más útil) y supongo que enganchar a ese nuevo seguidor que nunca ha comprado un elepé o cedé físico, que hace de la red su único contacto con la prensa musical. Sin embargo, ¿cómo resistirse? Hablamos de Aerosmith pero podríamos hacerlo de cualquiera de tus bandas favoritas, cambia el nombre por el que quieras. El seguidor incondicional, el fan –bonita palabra que enrojece a algunos–, espera nervioso el nuevo álbum, más aún si el grupo o artista no es de producción generosa. El disco se pondrá a la venta en cuestión de días pero, ¡ah!, «the sign of times», a un click tienes todas las canciones en exclusiva «preview». ¿Merecerá la pena esperar? Pero cuando uno se dedica a esta profesión puede ser todavía peor. Las discográficas que aún saben hacer su trabajo ponen a disposición de los medios links privados de escucha. No es tan romántico como cuando enviaban al periodista-crítico-escritor (lo que queráis) un cedé de adelanto o le invitaban a escucharlo en las oficinas de la compañía (yo eso ni lo he vivido) pero es un detalle de cooperación que pocas ponen en práctica.
Ese link es otra tentación a evitar cuando es posible, difícil cuando te han encargado un texto de pre-escucha. Sí, es atractivo saber que lo que estás oyendo es algo que el mundo tardará un poco más en escuchar, pero el mundo material tiene grandes atractivos. Uno no se hace una idea real del disco hasta que lo tiene en las manos. Nada tiene que ver con conceptos como moderno o primitivo, se trata de que la edición física ayuda a comprender mejor el significado de la obra. Solo así puede uno diluirse dentro de ella y ser capaz de entenderla. Soy consciente de que me estoy expresando herméticamente, pero es que al final hablamos de alquimia sonora. Y sin los componentes adecuados no hay rito, esa alquimia se vuelve magia Borrás.
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Anterior entrega de Corriente alterna: Un muro lleno de mierda.
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Puedes seguir a Juanjo Ordás en su blog diario.