«Escuchad ‘Tribal’ hasta la extenuación, creed de nuevo en el rock and roll, creed en que no está todo dicho aún, que todavía hay músicos capaz de hacer canciones con la materia prima que parecía tan sobada»
Juanjo Ordás suele dudar de Imelda May, aunque ella siempre acaba por convencerlo de su error. Con su nuevo disco, la chica vuelve a ganar la partida.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
La primera vez que escuché a Imelda May fue dando una vuelta por una tienda de música, sonaba su versión de ‘Tainted love’, y sonaba bien. Pero ya se sabe, esa moda de grabar covers de hits ochenteros no es precisamente sinónimo de buen artisteo, sino que más bien huele a campaña de marketing. Pero había algo en esa versión que hacía pensar que esa mujer era algo real, de carne y hueso, de verdad. El disco era “Mayhem”, su portada resultaba espectacular y se vino conmigo.
Efectivamente, Imelda era mucho más que una versión que, además, sonaba al final, dejando que el protagonismo fuera de temas originales a cada cual más explosivo. Pero parece que siempre tenía que dudar de ella. Me hice adicto al álbum pero cuando llegó el momento de verla en vivo volví a vacilar. Hacía poco había sido decepcionado por She & Him y la languidez de Zooey Deschannel, para colmo pocos días antes del show de Imelda pude ver en directo al inmortal Nick Curran. Era imposible superar eso, desde luego, pero Imelda lo igualó. Volvió a restablecer mi fe en el rock femenino, era una «frontwoman» tan simpática como icónica, su banda era poderosa, con su marido Darrel Higham electrocutando el ambiente con su guitarra, siempre al servicio de la poderosa voz de Imelda.
Hace bien poco se puso a la venta su nuevo álbum, “Tribal”, y por supuesto volví a dudar de Imelda. A estas alturas temo que un día tenga que acabar metiendo en los dedos en las yagas al estilo Santo Tomás. ¿Podría estar “Tribal” a la altura de “Mayhem”? ¿Podría? Lo hice sonar. Y claro que sí, poco a poco se fue poniendo a su altura. Con qué autoridad canta esta chica desde la primera a la última canción, títulos como ‘Wild woman’ y ‘Hellfire club’ lo dicen todo. Es uno de los discos del año, queridos, dentro de poco estará tocando en distintos puntos de la geografía española. Acudid, escuchad “Tribal” hasta la extenuación, creed de nuevo en el rock and roll, creed en que no está todo dicho aún, que todavía hay músicos capaz de hacer canciones con la materia prima que parecía tan sobada.
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