«El exclusivismo no entiende de presente, sino de futuro o pasado y el público influido por tal corriente tan solo piensa en el arte como mercancía con la que alardear»
Roger Waters anunció que se retiraba, pero no, sigue. Y eso lleva a Juanjo Ordás a darle una vuelta al asunto de las giras excepcionales y los públicos exclusivistas.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
¿Pero Roger Waters no se retiraba? Eso dijo. Y que con él se marchaba también el espectáculo “The wall”. Y ahora vuelve. Regresan los dos de hecho. Criticarlo sería fácil, pero personalmente le comprendo. Tiene que ser difícil dejar de hacer algo que te emociona atendiendo simplemente a criterios de edad, es decir, que mientras el cuerpo aguante con dignidad y haya demanda de público, lo demás da igual. Mejor sería no pronunciar jamás la palabra “retiro” y simplemente continuar tocando en la tradición Dylan. O bien retirarse sin abrir la boca, a lo Bowie.
No obstante, el desdecirse está demasiado infravalorado. No hay nada malo en hacerlo, no pasa nada por cambiar de opinión. Al hacerlo en esta ocasión, Waters ha atentado –seguramente sin pretenderlo– contra el exclusivismo, una corriente especialmente saludable en el rock and roll. Y es que gran parte del público ansía el “estar ahí” o, mejor dicho, “el haber estado ahí”. Porque el exclusivismo no entiende de presente, sino de futuro o pasado y el público influido por tal corriente tan solo piensa en el arte como mercancía con la que alardear. El exclusivista quiere haber estado ahí, sostener una lanza durante la rendición de Breda velazquiana, ser el crío pistola en mano al lado de la libertad de De La Croix justo cuando enseña la teta, el espectador de los sesos de Kennedy saltando.
Pero hay que buscar en el presente y ahí está el sustento. “La última gira de”, “la gira de reunión de”, reclamos comerciales pero también alimento del exclusivista. El hecho de que Waters se desdiga y continúe girando no hace daño a su pasado, ahí están esos conciertos que más de uno celebró, fueran los últimos o no. Hay que disfrutar y entender la música como tal, no como el ticket con el que pides la vez cuando vas al mercado, no como una ocasión sino como un espectáculo en sí mismo. Por supuesto que es emocionante presenciar la despedida de un artista, pero ese jamás debería ser ningún condicionante para acudir a verle. Hay que pensar en repertorios, canciones en general, algo que el exclusivista como parte de la masa, jamás entenderá. Para él, las canciones serán un souvenir.
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Anterior entrega de Corriente alterna: Las canciones de los muertos.