«Es como ir a un restaurante y que el camarero te traiga un plato en el que ha amontonado en exquisito orden, el primer y el segundo plato, coronándolos con el postre en una masa única»
A Juanjo Ordás le gustan las reediciones, pero si tienen sentido y si diferencian entre el disco original y los extras que aportan valor añadido.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
El tema de las reediciones de álbumes da para un debate que jamás irá a ningún lado: ¿merece la pena editarlas?, ¿son un negocio para explotar un viejo producto? Sin embargo, lo que está claro es que existen dos tipos de reediciones, las bien hechas y las mal hechas. Y el interés no solo radica en que el material extra que ofrezcan merezca la pena, sino en la forma en que se editan.
El álbum, el disco, el cedé como tal, es una obra. Creo que cualquiera que suela leer las páginas digitales de este diario o de cualquier otro (digital o impreso) estará de acuerdo. Y como obra, el disco merece un respeto. Una obra consta de su alfa y de su omega, de un comienzo y de un final, desde que el artista comienza a prepararla hasta que la da por finalizada y la muestra al público. A partir de ahí, la obra musical es como se ha editado, ni con más ni con menos canciones. Por ello, es un sinsentido la terquedad de algunas discográficas a la hora de reeditar discos para hacer un punto y seguido en su última canción y continuar la ristra de temas ampliándolos con bonus, extras y demás propinas. Es importante dejar los muebles del salón ordenados para moverse comodamente, algo que a las disqueras parece importarles poco. Básicamente es como ir a un restaurante (no hace falta citar tenedores) y que, tras hacer el pedido, el camarero te traiga un plato en el que ha amontonado en exquisito orden, el primer y el segundo plato, coronándolos con el postre en una masa única regada, por supuesto, por la bebida que hayas solicitado.
Los bonus de una reedición deben ir en un cedé separado por cuestión de orden y lógica. ¿Qué coste implica un cedé más? ¿A alguien se le ocurriría grapar bocetos al lado de un cuadro de Leonardo? No, ¿verdad? Hay que disfrutar del disco como tal, algo que las nuevas generaciones también agradecerán –en caso de que le siga interesando la música y la cultura, claro– y luego, pasar al resto, a las codiciadas piezas extras, pero sin crear una amalgama que decida reordernar el alfa y el omega. La mente necesita limpieza y estructuras claras.
Hablamos exclusivamente del cedé –formato en el que se lanzan la inmensa mayoría de las reediciones con bonus–, en vinilo ya nos encontramos con otras reglas que en ocasiones, tiene lógica romper. Pero cuando se trata de algo tan barato como el cedé es increíble que se racaneé de esa manera. ¡Un cedé!
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