«Se suelen escuchar quejas sobre la pérdida de vigencia del rock and roll ante el pop, olvidando que el rock siempre fue un invento capitalista, que la música en sí es un producto que se mueve como pez en el agua en el mercado capitalista»
Juanjo Ordás se pregunta si no hablamos con demasiada seriedad de música cuando solo se trata de una cuestión de gustos.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
A veces hablamos con tanta seriedad de algunos temas que cualquier sujeto externo a la conversación podría pensar que estamos tratando un asunto vital para el devenir de la humanidad. La pregunta es sencilla: ¿no percibimos la excesiva seriedad con la que solemos hablar de música? Sin duda demasiada, especialmente si tenemos en cuenta que siempre hablaremos de algo subjetivo, que jamás se podrá demostrar que musicalmente Randy Newman es superior a Alejandro Sanz. Claro que es lógico hablar con seriedad del negocio (ahí entra ya la supervivencia, el dinero, el trabajo), ¿pero hacerlo de gustos? No, no lo es. Como tampoco lo es discutir sobre ellos, ¡y la cantidad de veces que habremos participado en acalorados debates sobre la calidad –o falta de ella– de tal o cuál disco de Neil Young o Bob Dylan!
Existe ese típico argumento sobre lo trivial de las discusiones musicales respecto a aquellas que atañen a política, pero los tiros de este texto no van por ahí. Hace meses tomé la determinación de no volver a ver un telediario (ni leer un periódico) en mucho tiempo, siguiendo los consejos de Unamuno, también por salud mental y teniendo en cuenta la tendencia a pervertir o retorcer cualquier idea que se comente en esa cola de verdulería que es España. No obstante, los tiros no van por ahí, se trata de la necesidad de dejar de perder el tiempo en debates que no van más lejos de gustos, que acaban enervando al personal. También implica dejar de lado esa tendencia del rockero que le empuja a pelear “por lo que es suyo”, por la preponderancia perdida del movimiento musical que él sabe es el único aceptable. Puro fanatismo.
Se suelen escuchar quejas sobre la pérdida de vigencia del rock and roll ante el pop, olvidando que el rock siempre fue un invento capitalista, que la música en sí es un producto que se mueve como pez en el agua en el mercado capitalista (no, un músico no visitará tu ciudad si no es rentable). Se podrá debatir sobre la vigencia intelectual del rock –¡otro debate!–, pero no sobre la cantidad de almas con las que llena las salas y estadios, ni mucho menos sobre la baja calidad de aquellas músicas que sí llenan los recintos hasta la bandera. Como si una fuera mejor que otra, como si la verdad estuviera en unas notas y en otras no.
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Anterior entrega de Corriente alterna: Rubén Pozo y los Stones.