Corriente alterna: Con la música no se juega

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 «El oyente culto no quiere jugar con la canción, sino escuchar exactamente lo que el artista al que respeta ha hecho con ella, quiere conocer su punto de vista»

 

Jorge Drexler ha presentado una aplicación que permite modificar una canción, y a Juanjo Ordás, esto, lejos de parecerle un avance, se le antoja una perversión.

 

 

Una sección de JUANJO ORDÁS.

 

 

Parece que la música no puede vivir sin adaptarse a los tiempos, lo cual es irónico porque siempre ha vivido sin adaptarse a ellos, sino siendo una respuesta a ellos. No hablo de soportes, hablo de lo que suena, de lo que emociona. La semana pasada Jorge Drexler presentaba una nueva aplicación para Iphones y Smartphones llamada “n”, un nuevo producto propio de los días que corren con el que el usuario podrá modificar una canción de las tres que hasta ahora tienen en catálogo. Un momento, un momento… ¿Modificar qué? Respeto a Drexler mucho, como persona y como músico, su último disco me pareció brillante y sus entrevistas siempre son interesantes, pero apadrinando (quizá también creando) esta aplicación lo único que ha conseguido es alentar a aquellos que ni entienden la música ni la respetan.

El hecho de poder modificar una canción (y deberíamos empezar a sacralizar de nuevo el concepto de canción) es la bajada de pantalones definitiva. Ahora ya se le puede meter mano (pagando, eso sí, no la vayan a llamar puta barata), hacer de ella un juego, adaptarla al gusto del consumidor troceo y violación mediante. No hay que dudar de la buena voluntad de Drexler ni mucho menos de sus dotes como músico, pero hay que recordar que cierta rigidez en la presentación de un producto es necesaria para tomárselo en serio, porque lo que se demanda no es un juego, sino una visión rígida. El oyente culto no quiere jugar con la canción, sino escuchar exactamente lo que el artista al que respeta ha hecho con ella, quiere conocer su punto de vista, pretender igualarlo es un sinsentido que hace pensar en la música como en un restaurante de comida rápida donde uno escoge si quiere la hamburguesa con más o menos ingredientes, el tamaño del refresco y el de las patatas fritas. También hace pensar en aquellos libros juveniles de la serie “Elige tu propia aventura”, donde el lector podía escoger opciones que modificaban la historia. ¿Entretenido? Sí, era un juego. ¿Artístico? En absoluto. Eso sería como comparar cualquiera de esos libros a “Rayuela”, de Cortázar.

Hay que negarse a creer que el futuro de la música para seguir siendo relevante pasa por dejarse toquetear, haciendo de ella algo que no es. Lo triste es que en cualquier otro arte esto sería una aberración: ¿alguien se imagina comprando «Las Meninas» al gusto?

Anterior entrega de Corriente alterna: Profesionalmente dejados y musicalmente incultos.

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