«Ser popular no es nada malo. De hecho, se puede ser comercial y tener calidad tanto como ser underground y no tenerla»
Según Juanjo Ordás, la supervivencia del rock español pasa por enamorar a públicos de toda condición: del universitario al panadero.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
El otro día hablábamos de Ariel Rot como de una figura patrimonio de la música popular, no solo del rock and roll. Hay que volver a pensar de una forma más global y, sobre todo, no despreciar públicos. Porque ser popular no es nada malo. De hecho, se puede ser comercial y tener calidad tanto como ser underground y no tenerla. La cantidad de bandas malísimas que no salen del circuitos de clubs porque no son capaces de firmar una canción memorable son centenares. En ese sentido, me merece mucho más respeto Miguel Bosé con toda su colección de hits (sí, hits, amigos) que todos esos barbudos que beben de la música norteamericana, se comportan como si se hubieran criado en Texas y no saben firmar una melodía.
Creo, sinceramente, que hay que volver a pensar en un público que no necesariamente tiene que identificarse con el modo de vida (o filosofía) del artista. Qué fácil es acudir a un concierto de Mötley Crüe y verlo plagado de rockeros, o a uno de Nacho Vegas y verlo todo lleno de indies. Ningún problema con ambos nombres (¡me gustan!), pero qué bonito es ver que ese artista que tanto te gusta toca fibras de gente de distintas condiciones. Hay que volver a enamorar a las universitarias y a los panaderos, porque ahí reside la supervivencia del rock (pop) español, en volver a gustar a los demás, a los otros, a esos que ya no se acercan a la sala porque los artistas parecen centrados en mantener un prestigio de rechazo a la masa. Y no, a la masa también que enamorarla.
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Anterior entrega de Corriente alterna: La artillería pesada de Ariel Rot.