«Es de suponer que quieres que el diseñador de tu ropa sea un diseñador, que el programador de tu software sea un programador, que tu panadero sea un panadero. ¿Por qué no dejar al artista ser artista?»
En su nueva gira, Bunbury sale al escenario bajando de un ovni… lo que provoca que Juanjo Ordás se pregunte si queremos que los artistas sean tipos normales.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Lo mínimo que se le puede pedir a un artista es que no sea como nosotros, que sea distinto al público y a la audiencia. Recuerdo hace años ver salir al escenario a Martin Gore con alas de ángel a la espalda y los ojos pintados y pensar: “Sí, eso es lo que debe hacer”. Veo los vídeos de Bowie en casi cualquier época, y pienso lo mismo.
Y tal cual me ocurrió cuando Bunbury comenzó su nueva gira hace unas semanas. No estuve allí, pero los vídeos de Youtube lo mostraban: Bunbury empieza sus shows bajando de un ovni. No se puede ofrecer declaración más evidente, creando una cordial separación entre artista y audiencia, conectando musicalmente pero transformando el evento en algo tan especial como un avistamiento de platillo volante o como una abducción. En realidad, lo que el músico está haciendo es continuar la tradición del Elvis de Las Vegas, la de Ziggy Stardust, la del Bono de cuero negro, la del impenetrable cinismo de Nick Cave.
¿En serio alguien quiere que el artista sea un tipo normal? ¿De qué nos valdría eso? Es de suponer que quieres que el diseñador de tu ropa sea un diseñador, que el programador de tu software sea un programador, que tu panadero sea un panadero. ¿Por qué no dejar al artista ser artista? Es una pregunta que muchos no nos hemos hecho nunca porque ni puta falta que ha hecho, pero aquellos que sí se la han formulado deberían pensar si realmente quieren arte. Igual que hay que preguntarse si quieres una barra de pan o una camiseta.
Me siento feliz de que Bunbury baje de un ovni, algo que no cualquiera puede hacer.
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Anterior entrega de Corriente alterna: Esperando a Nacho Vegas.