«¿No es el ambiguo Calamaro interpretado por la actriz Carla Quevedo un reflejo de aquel que cruzó los ríos de Deep Camboya para acabar enfrentándose a la visión que el mundo pudiera tener de él?»
Juanjo Ordás ha visto «Bohemia», la película que inspirada en el último disco de Calamaro acaba de ser editada en DVD, y nos cuenta sus impresiones.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
Curiosa reedición la del último disco de Andrés Calamaro: “Bohemia” es el femenino del álbum original, aunque en este caso no es un trabajo discográfico (y tampoco exactamente una reedición), sino una película dirigida por Leo Damario. Y ni el film “Bohemia” acompaña al disco “Bohemio”, ni viceversa, siendo bastante independientes el uno del otro. Se supone que “Bohemia” se inspira en el álbum pero tiene una identidad propia y como obra emancipada debe entenderse. Incluso se debería sobrepasar su concepto, porque ¿no es “Bohemia” la vida creativa de Calamaro llevada al celuloide? Insisto en lo de creativa. ¿No es el personaje de Micaela Breque una musa que se escapa –o se abandona– para después volverla a recuperar y enamorar en un ejercicio de violencia incontenida? ¿No es el ambiguo Calamaro interpretado por la actriz Carla Quevedo un reflejo de aquel que cruzó los ríos de Deep Camboya para acabar enfrentándose a la visión que el mundo pudiera tener de él? Es interesante ver al propio Andrés encarnar durante el metraje a un hierático caballero embutido en armadura finalmente derrotado por su versión femenina en busca de una meta que perdió.
Como puede entenderse, “Bohemia” no es una película sencilla. No hace falta hablar de obras maestras de Jarmusch o Antonioni pero el camino que recorre es ese mismo. Se parte del concepto de mortalidad para invitar a la reflexión y se termina sobre el escenario en lo que parece un homenaje a Wim Wenders, entre medias hay momentos hermosos, psicotrópicos y sórdidos. Para los primeros las escenas de amor (ese reecuentro en un club de mala muerte), para los segundos la locura del río y para los terceros todo lo que ocurre mientras la canción ‘Rehenes’ deja de sonar a ritmo de batería solista. Hay que dar gracias que en ese momento comience la fiesta psíquica y tiene su lógica, porque la negrura alcanzada pedía a gritos luz, aunque fuera estupefaciente. Sí, la película no tiene diálogo pero fluye, irá siempre atada a “Bohemio” pero tiene su ritmo. Y, desde luego, no es para todos los públicos. Pero pruébala, que no pasa nada.
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Anterior entrega de Corriente alterna: El dolor de los Black Keys.