“Transmití a todos los músicos la idea de que hubiese movimiento, que pasasen cosas. Todo el mundo lo entendió y disfrutó muchísimo. No se hacen muchos discos así en España”.
Persiguiendo un disco grande armónicamente: así ha gestado Coque Malla su nuevo álbum, “El último hombre en la Tierra”, que verá la luz el próximo 19 de febrero. Antes de que llegue el día, le cuenta a Arancha Moreno cómo le ha dado forma al proyecto.
Texto: ARANCHA MORENO.
Hacía tres discos que Coque Malla no nos regalaba canciones nuevas, quizá porque le gusta explorar territorios distintos. Tras el trabajo de dúos “Mujeres” y el directo “Coque Malla canta a Rubén Blades”, el madrileño se ha calado el sombrero para presentar con él su nuevo disco, “El último hombre en la tierra”. Y una vez más, pero como ninguna otra, da un volantazo hacia otro concepto: sin renunciar al rock and roll, ha facturado un disco sinfónico, concebido para sonar con arreglos orquestales en el que ha contado con la colaboración de su hermano Miguel Malla, saxofonista de Mastretta y Racalmuto. En la producción, el hombre de confianza de Coque: Jose Nortes, con quien ha grabado en los estudios Black Betty. Un trabajo de dos años para el que ha contado con más de veinte músicos y en el que ha conseguido poner en práctica el consejo de otro buen amigo, Suso Saiz: lograr movimiento armónico. Quizá por eso nada más arrancar nos encontramos con algo inesperado: una intro orquestal que nos prepara para lo que está a punto de suceder, que no es otra cosa que una de las mejores obras de su carrera. Nos lo cuenta en la sede de Warner, con el sombrero calado y vestido completamente de negro, frente a una pared de estética neoyorquina.
¿Cuándo te diste cuenta de que tenías un disco realmente emocionante entre manos?
Eso empieza a ocurrir muy tarde. Yo soy muy neurótico, cuando llevo a cabo una obra tardo muchísimo en decir: “Oh, esto es la hostia”. Eso ocurre en el proceso de las mezclas, cuando está bastante avanzado: cuando ya he oído varias veces las mezclas, las he dejado reposar, no estoy paranoico pensando que la voz está altísima y que es un horror. Paso por eso. Hay un click: dejo de escucharlo, tomo distancia y de repente un día lo pongo y digo: “¡Guau, cómo mola!”. O cuando le pongo el disco a alguien de fuera, le observo, le veo flipar… Hasta ese momento sufro muchísimo. Pienso que es una mierda, que es un horror, que voy a hundir mi carrera, que no le va gustar a nadie. En el local lo paso fatal, siento que los músicos no lo están entendiendo, que en el estudio no suena…
¿Así que sufres mucho mientras “construyes” el disco?
Mucho, mucho. Soy muy neurótico. Escucho entrevistas de Woody Allen y me siento muy identificado, salvando las distancias. Él siempre dice que en los rodajes se quiere ir, quiere abandonar. A mí me pasa un poco igual. En tomar consciencia de que está guay tardo mogollón. Hay momentos de subidón en el local, pero en general hasta que no escucho lo que tenía en la cabeza, o algo parecido, sufro.
Te quería preguntar por eso, por lo que tienes en la cabeza…
¿Qué tienes en la cabeza, Coque? (Ríe, ajustándose el sombrero).
Me refería al proceso de composición, que sé que has trabajado mano a mano con tu hermano Miguel, enviándole las canciones para que hiciese los arreglos orquestales. Cuando te los devolvía, ¿sonaban como habías imaginado, o le daba una vuelta a tu idea original?
Ha habido una mezcla. Ha habido cosas que yo tenía muy claras, que eran muy concretas, le transmitía la idea y él la plasmaba, y cosas que se ha sacado de la manga, como un mago, y me ha dejado con la boca abierta. Muchas, la mayoría, de hecho. Yo lo tenía muy claro, y la idea se la transmitía, pero él es un creador, se ponía a trabajar y le salían cosas. Le daba mucho miedo, no sabía si me iba a gustar, y le decía: “¡Pero cómo que no, si es la hostia!”. Suya es la intro del disco, que me parece una genialidad, me parece lo mejor, y eso es suyo enteramente. Me refiero al cuarteto con el que empieza el disco. Eso era para ‘La señal’, la canción con la que empieza el disco. Yo tenía claro que quería trompas, que sonase muy sinfónico, pero la introducción me la enseñó él, y sonaba de puta madre con el Midi, con el teclado, y a veces es duro escucharlo así porque no te haces a la idea, sobre todo en los vientos. Parece el organillo y la cabra, tienes que hacer un esfuerzo de imaginación tremendo. Pero ese cuarteto sonaba de puta madre, me lo envió y flipé, y abre el disco.
Veo que habéis sufrido los dos, pero, ¿ha sido fácil?
Ha sido fácil, aunque ha habido momentos duros porque él está en Nueva York, y todo el trabajo lo hacíamos por Whatsapp, Skype o teléfono, en fin, las comunicaciones. Pero quitando momentos donde le quitaba cosas que a él le gustaban mucho… es normal en un proceso así. Sin desmerecer en absoluto el trabajo de los músicos, en el de Miguel había mucha autoría, no solo ha tocado, ha formado parte del sonido. Jose (Nortes), Miguel y yo hemos hecho el disco, y los músicos han hecho un trabajo alucinante, han hecho cosas preciosas. Toni (Brunet) ha dado unas ideas buenísimas, Gabriel (Marijuán) también…
Con Jose Nortes repites, además.
Sí, con Jose hasta el infinito y más allá.
Todo este tratamiento de cuerdas, metales, etc, ha hecho crecer al disco, pero también podría haberlo ahogado. Supongo que eras consciente de ese riesgo.
Claro, por eso había momentos tan duros. Ha habido mucho trabajo desde la composición, desde el concepto armónico del disco. Han nacido con el disco, han ido a la vez. Por eso funcionan tan bien, no lo ahogan, lo engrandecen armónicamente.
¿La idea «orquestal» la tenías en la cabeza antes de escribir las canciones?
Casi, casi. No es que quisiese hacer un disco con cuerdas, quería hacer un disco grande armónicamente, con movimiento, por eso están las cuerdas ahí, porque proporcionan emoción y movimientos melódicos, dan muchas capas melódicas y armónicas a la canción, más de las que tienen normalmente un disco de pop o de rock. Hay partes que suenan un poco a música clásica, salvando la distancia. Transmití a todos los músicos esa idea: que hubiese movimiento, que pasasen cosas. Todo el mundo lo entendió y disfrutó muchísimo. No se hacen muchos discos así en España. No lo digo por vanidad, que también, pero es un currazo, es muy complicado y te puede salir fatal. Pero bueno, tenía tiempo, había anunciado que me retiraba (se ríe), y con calma, pasito a pasito, fui haciendo un trabajo de hormiguita.
Has tenido tiempo de confeccionar las canciones de este disco, porque no sacabas un disco de canciones nuevas desde “Termonuclear” (2011), aunque desde entonces has publicado “Mujeres” y “Coque Malla canta a Rubén Blades”. ¿“El último hombre en la Tierra” se ha gestado en todo ese tiempo, o empezaste a crearlo hace menos?
Se ha gestado más tarde. “Mujeres” fue una obra, no considero que fuese un disco en directo con colaboraciones, fue tremebundo, casi más que esto. No compositivamente, porque las canciones estaban hechas, la labor de producción musical estaba muy avanzada porque ya habían sido grabadas, pero todo el concepto: la imagen, el vídeo, el documental, las invitadas, la selección de los temas, el hilo conductor… Cuando hice “Mujeres” estaba con eso, pero más o menos en la mitad apareció algún boceto de canción, ‘Cachorro de león’ y no sé si ‘Me dejó marchar’. Pero el curro de este disco empezó hace dos años y pico. En medio ocurrió lo de Rubén Blades, porque no fue nada, lo mezcló Jose, yo lo supervisé y aprovechamos para tocar otra vez en el Central cuando lo editamos.
¿Divine Comedy, uno de tus grupos favoritos, tuvo que ver en ese planteamiento orquestal?
Absolutamente. Pero Divine Comedy dispara y me arroja lucidez sobre algo que ya estaba ahí. Eso no se lo han inventado, lo han hecho los Beatles, Bowie… unir el pop y la música clásica. Creo que Neil Hannon está arriba en ese reto de unir el pop y los arreglos orquestales. Con esa perfección, esa riqueza y esa complejidad armónica no se me ocurre otro. A lo mejor yo no lo he escuchado, y hay un tipo en Utah que ha hecho unos discos impresionantes. Pero descubrí a Neil Hannon y me obsesioné con su obra, nunca he escuchado a un tipo tanto, ni a los Stones. Tiene un material inagotable y todo es de un nivel muy alto. Incluso los Beatles tienen alguna cosa más floja, Bowie no tiene discos malos, pero… y Dylan… pero este tío está todo el rato arriba. Estar tanto tiempo con su música me dio la idea de hacer cosas más complejas. Y Suso Saiz tuvo mucho que ver, hablábamos mucho de Neil Hannon, es admirador también. Él me decía: “No se mueve la armonía, no hay movimiento armónico”. Eso se lo agradezco mucho a Suso, porque me arrojó luz. Cuando le preguntaba asustado al maestro si yo lo hacía, me dijo: “No, no te mueves armónicamente, nadie se mueve”. Me dio caña con eso, fue como un disparador. Esas dos influencias me llevaron a ir más allá. El aliado perfecto fue Miguel, y luego Jose y la banda.
Generalmente tus influencias son anglosajonas, norteamericanas, etc, pero te rodeas de músicos españoles para confeccionar tus canciones. Lo haces con la gente de aquí, aunque todos tus referentes estén lejos.
Sí, pero todos lo hacemos un poco así…
Pero hay otros músicos que tienen también referencias españolas, tú sueles mirar siempre hacia fuera.
Sí, es la música que he mamado desde pequeño, mi mirada está ahí. Aquí se hacen cosas estupendas, pero los grandes están fuera.
Al verte hoy de negro he pensado que venías de luto por Bowie, que sé que era uno de tus ídolos.
Pues no lo había pensado, pero sí. Llevo desde entonces de luto, lo pasé mal. Ya me sorprendió la muerte de Lou Reed, el palo que me pegó, pero esto es mucho más heavy. Bowie está arriba, junto con los Stones y Neil Hannon. Las letras de Bowie son las que más profundo me han llegado de todos, las que más me han podido ayudar en momentos de despiste existencial, te escuchas ‘Quicksand’ o ‘Rock and roll suicide’ y te puede guiar. Es un sentimiento de orfandad, absurdo porque no le conoces de nada, pero te ha acompañado toda la vida.
Siempre nos quedará la duda de cuál hubiera sido su siguiente paso.
Ya. Bueno, dejó esa maravilla, “Blackstar”, que es una pasada, es una obra maestra. El día que murió estuve todo el día escuchando a Bowie y bebiendo vino. Seguía haciendo discos de muchísimo nivel. Bueno, todos lo siguen haciendo, el disco de Keith Richards es una barbaridad. ¿Cómo no vamos a mirar hacia afuera, si con 70 tacos siguen haciendo esos discos, con ese compromiso con su música, y con esa consciencia de no detenerse? Siguen buscando, es increíble.
Hablando de búsquedas, tú has sabido crecer desde el rock and roll sin renunciar a él, que siempre ha sido tu estilo más natural, y al que podrías haberte acomodado sin más.
Sí, no sé si es crecer o viajar. La música es un universo infinito, puedes estar toda la vida investigando, arriesgando, cambiando de planeta, y vas a descubrir una mínima parte. Si pierdes eso estás jodido. Que la industria se haya ido a tomar por culo también favorece eso, es mala noticia para muchas cosas, pero buena noticia en el sentido de plantearte qué vas a perder. Por lo menos arriesga, no hay nada seguro ahora, entonces… ¡es un buen momento para flipar!
Para hacer lo que quieres y no lo que debes.
Eso es. Sobre todo por eso, ¿qué es lo que debes hacer ahora? Si lo supiese, si hubiese unas reglas en el mercado y al seguirlas te convirtieses en una estrella mundial, quizá lo haría, pero no las hay. Por lo menos investiga.
Dijiste una vez que sigues a rajatabla la máxima que alguien dijo una vez: “escribe sobre lo que tengas cerca”. ¿Eso es lo que has hecho en este disco? En él hablas de amor, de mujeres, de gente que se queja sin moverse del sofá, una hija a la que has escrito una nana… Ese es el universo de este disco.
Sí, es un universo muy amplio. Parte de ahí pero se puede ir a un millón de sitios. Yo corregiría esa frase y diría “empieza con lo que tienes cerca”, eso te llevará a otros sitios. Las canciones no son páginas de diario ni crónicas de la vida de uno, porque si no les faltaría el elemento principal de una historia, que es la fantasía, la irrealidad de la ficción. Si te basas absolutamente en tus vivencias a la canción le falta algo, es como no echarle sal a un guiso. Pero sí es recomendable partir de emociones propias.
Mirando atrás, y después de escuchar este disco, me da la sensación de que con “La hora de los gigantes” marcaste un punto de inflexión. Con ese álbum y “Termonuclear” empezaste una senda de ir más hacia la letra, la canción, más medida. Música y voz tenían sus espacios casi separados, había momentos en los que era más protagonista la música y otros la letra, y con este nuevo tengo la sensación de que has querido que confluyan y crezcan a la vez.
Sí, no me lo había planteado así, lo hago de una forma mucho más impulsiva, instintiva y creativa, estás creando algo, pero es posible que visto desde fuera, y analizado… cosa que yo no hago. A veces me lo planteo, pero no estoy en eso. Es posible que visto desde fuera y analizados los tres discos haya ese proceso. Descubrir la libertad de que puedes hacer un millón de cosas con la música. Cuando descubres eso y lo empiezas a ejercer libremente pasan cosas. A lo mejor el próximo disco es una basura (ríe).
Ahí vuelves a las dudas, pero luego llega el disco y lo solventas. La última: con este planteamiento tan ambicioso en el estudio, ¿cómo vas a llevar este disco al directo?
Sin ningún complejo, eso se lo voy a transmitir a los músicos. Que se olviden de los arreglos. Son canciones buenas, perdona la falta de modestia, funcionan con una guitarra y una voz, y funcionan con una banda. Olvidémonos del disco, el disco ya pasó, ya lo hemos hecho. Vamos a tocar las canciones con una banda de cuatro. Nada de grabar las cuerdas y dispararlas, para mí es un error. Algo que me decepcionó un poco de Richard Hawley, al que admiro, es que sus conciertos suenan igual que el disco, creo que eso le quita inmediatez. Tengo que huir de eso, somos una banda y vamos a tocarlo así. No hay cuerdas, pues no hay cuerdas. Otra cosa es que, de una manera puntual y para darnos el gustazo, recreemos el disco alguna vez en una pequeña gira, o en Madrid y Barcelona. Creo que lo vamos a hacer más adelante, pero ahora viene una gira de salas.