Coque Malla: Lo que no perdonan las cámaras

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«El cuarteto de cuerda cambia totalmente la manera de tocar en un escenario, hay que ser mucho más fino, más sutil»

 

Coincidiendo con la salida de su nuevo trabajo, “Irrepetible”, Coque Malla explica cómo ha trabajado en cada detalle de este proyecto. Un disco en directo que captura el buen pulso de sus conciertos y del que habla con Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.

 

Está comodamente sentado en el mullido sillón color chocolate que hay al fondo de sus oficinas, en la discográfica Warner. Es mediodía y sonríe cuando ve aparecer a la próxima visita. Delante de él tiene incontables vasitos de té y botellas de agua que es imposible que se haya tomado él solo. Son los restos de breves charlas con periodistas que vienen y van, grabadoras y cámaras que captan sus palabras y sus gestos fugazmente mientras rememora la noche que le ha traído hasta aquí, su concierto “Irrepetible”. Un directo que plasma uno de los momentos musicales más dulces de su larga trayectoria, en la que acumula ya casi dos décadas en solitario tras su etapa con Los Ronaldos. El concierto que refleja su cancionero más reciente junto a una banda de rock, metales, cuerdas y media docena de invitados que le ayudaron a engrandecer las canciones, entre ellos Neil Hannon, Iván Ferreiro o Jorge Drexler. Una noche para recordar en la que todas las emociones quedaron registradas por las cámaras de Lasdelcine.

Hace justo dos años nos sentábamos en este mismo sofá de tus oficinas para hablar de tu disco anterior, “El último hombre en la tierra”. ¿Recuerdas las sensaciones que tenías cuando presentabas este disco?
Hombre, perfectamente no, pero sí recuerdo la sensación de: “Hostia, esto no da ningún corte enseñarlo, da orgullo”. La sensación de tener algo muy especial y que daba gustito. Hay veces que quizá estás un poco más inseguro, no tienes claro si has dado en el clavo. Pero con “El último hombre en la Tierra” teníamos todos la sensación de haber hecho una cosa especial.

 

¿Es el disco que más ha sufrido, y el que más alegrías te ha reportado?
Creo que sufrido no; el que más alegrías me ha aportado seguramente. Ha sido un trabajo muy complejo, todo el proceso de las cuerdas, los vientos, los arreglos… el trabajo con Miguel [Malla] fue durísimo, además a distancia. Él estaba viviendo en Nueva York, no pudimos quedar una sola vez. Fue laborioso, trabajoso, pero no recuerdo sufrir mucho. En el estudio lo pasamos como enanos. No lo sé, a lo mejor es la memoria, que borra las cosas malas y te quedas solo con lo bueno.

 

Sí implicaba un riesgo, porque eran cosas que no habías hecho hasta el momento, que complicaban las canciones. Cuando pasa esto, hay que saltar dos muros: si uno consigue plasmar lo que tiene en la cabeza, y luego el del público, si la gente lo va a entender. Cuál es el momento más difícil: ¿el de tu propio juicio, o el que te espera a la salida?
Ese segundo muro quizá es un muro que tiene que saltar la gente, no yo. El más difícil de saltar es el primero. Ese proceso musical que me ha llevado a hacer cosas diferentes no lo he vivido de una forma tan determinante, sino como un proceso que va apareciendo de una forma natural: empiezo a escuchar otro tipo de músicas, a interesarme por otro tipo de armonías, de acordes… es un proceso paulatino que voy interiorizando y que se da de una manera bastante natural, no llego un día y digo: “Mañana quiero hacer un disco así”. Va ocurriendo en un periodo de tiempo bastante comprimido. Hay un momento clave, un antes y un después, que ocurre en un periodo muy corto de tiempo. Entre “La hora de los gigantes” y “Termonuclear” hay un cambio grande en mi vida, que me hace sentir las cosas de otra manera, y en el aspecto más musical aparecen Richard Hawley, Rufus Wainwrigth y sobre todo Neil Hannon, Divine Comedy. Producen un cambio muy fuerte en mi manera de tocar la guitarra, cantar y sobre todo de componer y escribir letras. Ahí sí hay un cambio muy rápido, pero en todos esos años en los que aparecen “Termonuclear”, “Mujeres” y “El último hombre en la Tierra” el proceso es más paulatino. Sí es verdad que ahí aparecen las cuerdas, los vientos, los instrumentos sinfónicos de una manera más clara y rotunda, pero ya venía trabajando en ello mentalmente desde hacia unos años.

 

Ya se estaba quedando el poso.
Sí, el poso que se materializa en “El último hombre en la Tierra”. Por eso digo que no siento un triple salto mortal. Fíjate, Miguel y yo lo primero que hicimos fue ‘At the movies’, que nos encargó el canal TCM, de películas, para su aniversario. Ahí quise hacer una canción que incorpora las cuerdas y lo sinfónico de una manera más seria. Luego viene ‘My beautiful monster’, un encargo para una película de terror que se estrenó en Sitges, pero no vio nadie, nadie escuchó la canción. Fue un ensayo perfecto, la segunda canción que hice con cuerdas, vientos y con Miguel colaborando, y con la banda que luego grabó “El último hombre en la Tierra”. Tuve esos dos ensayos, talleres de trabajo para experimentar. Luego vino el disco.

 

Pero esos dos primeros talleres tenían el cine como telón de fondo. Aquí ya solo tenías la música.
Claro, lo que pasa es que todo el aire musical de las bandas sonoras estaban presentes ahí, de alguna manera.

 

Claro, el viaje es más largo, natural. Pero si partimos de la propia gira de “El último hombre en la Tierra, ¿cómo empiezas a trasladar ese disco a los directos? Para entender cómo acabas llegando hasta este “Irrepetible”.
Buena pregunta. Cuando nos planteamos los directos de “El último hombre en la Tierra” nos planteamos que no va a haber vientos ni cuerdas. Quitémonos ese complejo: somos una banda de rock que va a hacer un concierto de rock. La gira empezó en salas bastante pequeñas, luego hicimos el Joy [Eslava]… Una gira de rock donde esas canciones funcionan perfectamente sin cuerdas y vientos, porque tienen que funcionar con una guitarra y una voz. Luego le sumas todo eso para realzarla, pero la emoción ya está en la canción. Nos planteamos esa gira sin complejos: no hay cuerdas, no hay vientos, vamos a hacer una gira de rock. Y no solo del último disco, hay de todos los discos y hay que unificarlo. Salió bien, fueron conciertos estupendos. Creo que nadie echó de menos las cuerdas y los vientos. Bueno, no era fundamental, no es que no funcionase o no caminase sin ellos, el espectáculo funcionaba. Cuando llegamos a “Irrepetible” me dije: “Ahora sí es el momento de poner en un escenario las canciones tal y como fueron concebidas en ‘El último hombre en la Tierra’ y es el momento de grabarlo”. En “Irrepetible” hay siete u ocho canciones de ese disco. Por fin tiene su puesta es escena, lo grabamos, invitamos a gente y hacemos una fiesta.

 

¿Aquel concierto que disteis en diciembre de 2016, en el Wizink, fue la antesala de este “Irrepetible”? El paso previo.
Pues, fíjate que tú haces esa conexión, tiene que tener una, pero yo los veo como espectáculos superdiferentes. Para empezar por la inclusión de los invitados, el repertorio también lo era. El cuarteto de cuerda cambia totalmente la manera de tocar en un escenario, hay que ser mucho más fino, más sutil, dejar espacio a las cuerdas. Muchas cosas que Toni [Brunet] o David [Lads] hacían, al entrar las cuerdas tienen que dejar de hacerlas. Los veo conciertos muy diferentes. El del Palacio de Deportes era mucho más potente, este es más sutil, es un concierto de cámara. Pero bueno, sí que son complementarios y ese nos sirvió como un primer ensayo para esto. Pero los veo conciertos muy diferentes.

 

Hay un ejercicio de contención también, entonces. En “Irrepetible” es admirable cómo llevas el ritmo, la cantidad de elementos que hay en escena sin que ninguno entorpezca al otro. Me imagino que habrá sido todo un encaje de bolillos.
Sí, bastante complicado y en el que no solo yo tengo el mérito, hay unos cerebrines musicales increíbles que ayudan. Todos los músicos que participan y especialmente Toni Brunet, Miguel, José Nortes… todos jugamos un papel importante para que esa maquinaria funcione.

 

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«Iván y yo somos muy amigos. No es lo mismo cantar una canción tan tremenda sabiendo lo que hay por debajo que no sabiéndolo. Eso se transmite, las cámaras no lo perdonan»

 

¿Cómo diseñasteis la noche? Supongo que habría novedades que centraron un poco vuestra atención, cosas que requerían especial cuidado, o que os preocupaba más encajar…
Bueno, las cuerdas es un elemento fundamental que puede desbaratar todo el espectáculo o realzarlo. Un cuarteto que no afine puede tirarte por tierra todo el concierto. No era el caso. Este cuarteto era glorioso. Yo además soy un paranoico de la afinación, y cada vez que viene un cuarteto al estudio, al ensayo o al escenario, tiemblo. Es muy complicado, es diabólico. Pero este cuarteto es exquisito. Qué cara tenían de relajación… Ya está, con esto podemos hacer lo que queremos. No son cuatro instrumentos, suenan como uno solo, increíbles, la afinación, las intensidades… Pero ese encaje de bolillos ya lo habíamos avanzado mucho en la producción del disco anterior, fue ensamblar piezas que habían sido desmanteladas para hacer la gira y aquí había que volverlas a ensamblar. A mí me sorprendió algo. Muchos espacios que Toni y David habían dejado para no entorpecer el espacio de las cuerdas en el disco tuvieron que volver a ocuparlos en los directos en los que no estaban las cuerdas. Y cuando volvieron las cuerdas, pensábamos que teníamos que volver a quitarlos, pero no: convivió todo, lo anterior con lo nuevo que habían aportado.

 

Estas canciones han pasado por muchos trajes en cada fase, entonces: las has tenido que vestir para el disco, desnudar para el directo, revestir para este concierto otra vez.
Mágicamente, las canciones habían absorbido los arreglos que habían hecho Toni y David para suplir las cuerdas, y al sumar las cuerdas no se molestaban unos a otros. Alguna cosita, pero convivió todo.

 

Vamos a los invitados, aunque ya has ido explicando por qué te acompañan a través de tus redes sociales. ¿Por qué elegiste a Jorge Drexler justo en este momento? Supongo que ‘Santo santo’ fue elección suya, porque comentó que era de sus favoritas.
No, la elegí yo. Pensando en el timbre de Jorge, repasé canciones y me pareció que ‘Santo santo’ le venía perfectamente. No es un cantante rockero energético, había que buscar una canción delicada, como es gran parte de su música, como una cajita de música en la que su voz brilla con delicadeza. Pensé que ‘Santo santo’ le venía estupendo. Con Jorge ha sido al revés de cómo suele ocurrir. Lo llamé y a raíz de llamarlo nos empezamos a hacer colegas, flipé con sus canciones… fue un acto de intuición: vamos a ser amigos y me va a gustar lo que hace. Conocía sus canciones, pero no me había sumergido en su universo como ha ocurrido a partir de esta colaboración.

 

Esa manera de enfrentarte a la canción con él, cuando aún no existía tanta amistad como hay ahora, hace el reto diferente…
Sí, es diferente, pero es excitante porque te vas descubriendo. A ver qué va a hacer… te sorprende más. Iván [Ferreiro] siempre sorprende, pero más allá de su talento sé cómo canta, le he oído cantar esa canción [‘Me dejó marchar’], el verano pasado la hicimos juntos en El Náutico. Pero en el caso de Drexler es una sorpresa. El día anterior a la grabación fui a su casa, la ensayamos por primera vez y él no la tenía todavía muy dominada, proponía cosas muy diferentes. Ha sido una colaboración más sorprendente.

 

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“La colaboración con Dani Martín fue como descorchar una botella de champán: nos mojamos todos sin que nos importara”

 

Lo de Dani Martín con ‘Guárdalo’ fue brutal: irrumpió entre el patio de butacas y se hizo con todo. Una energía arrolladora. Y de los pocos guiños al pasado, un tema del debut de Los Ronaldos. ¿Tenías claro que querías que ese tema formase parte de esa noche?
Dani y yo empezamos como queriendo ser superoriginales: “Todo el mundo espera que salgas y hagas una de Los Ronaldos conmigo, porque eres el fan número uno y nos queremos mucho y está claro que vas a hacer algo de Los Ronaldos”. Buscamos otra cosa, y no, no funcionaba. Al final tuvimos que rendirnos a la evidencia y decir: “Si esto es lo que funciona, ¿por qué vamos a ponernos estupendos y originales? Tú cantas ‘Guárdalo’ y te sale de las entrañas porque forma parte de tu ADN musical”. Se vino un día a casa a comer y estuvimos cantando canciones de Los Ronaldos. ‘Si os vais’ en ese primer ensayo fue brutal. La empezamos a incorporar en los conciertos previos a Irrepetible para cuando Dani viniera y la grabábamos aquí, y no acababa de funcionar del todo. Un día, tocando en un concierto ‘Guárdalo’ me di cuenta de que era incontestable, funciona sí o sí, y es de las canciones favoritas de Dani. ¿Para qué ir en contra de lo que funciona? Así fue, como descorchar una botella de champán y nos mojamos todos sin que nos importara.

 

Minutos después, fue lo contrario: sin ninguna alharaca, con mucha delicadeza, apareció Iván Ferreiro y la magia fue otra.
Sí, fueron los dos polos máximos del show: Dani en plan festivo, explosivo y energético e Iván en el sentido emocionante y lacrimógeno. ¡Todo el mundo que ve eso acaba llorando!

 

Es curioso: es una canción que habla de un amor que se rompe, pero hay mucho amor en ese escenario. La complicidad traspasa la canción.
Sí. Iván y yo somos muy amigos, hemos hablado de muchas cosas, sabemos muchas cosas el uno del otro, momentos duros y menos duros. No es lo mismo cantar una canción tan tremenda, que habla de cosas tan heavies, sabiendo lo que hay por debajo que no sabiéndolo. Eso al final se transmite, las cámaras no lo perdonan.

Neil Hannon aparece como coautor en ‘My beautiful monster’. ¿Ajustaste la letra con él para el directo?
Sí. Me sorprendió, la verdad. Cuando ya se confirmó la colaboración, su mánager me pasó el mail de Neil para ver cómo lo afrontábamos, qué estrofas iba a hacer cada uno. Me dijo que si no me importaba iba a juguetear con la letra, y me envió una propuesta muy marciana, muy graciosa, pero que era otra canción. Jugó con lo del monstruo y metió una parte que era una especie de Caperucita Roja, y él ponía voces. Yo, como fan de Neil Hannon, sobre todo esa parte teatral que tiene como un guiño teatral de humor absurdo. Me moló mucho, pero era otra canción. Imagínate decirle a Neil Hannon que no te ha gustado mucho lo que ha hecho… estaba acojonado, pensé que iba a cancelar su participación. Pero no, el tío encantador, me dijo: “Perdona, tío, ya sabía yo que me había pasado… olvídalo, te hago esta otra propuesta”. Y me envió el puente con otra letra, que me encantó, y la incluí porque esa parte es suya.

 

Así que no solo son invitados de perfiles diferentes, sino que la participación de cada uno, por lo que cuentas, y vuestra propia relación es distinta también.
Sí, yo creo que en un disco de colaboraciones es importante que haya una historia detrás, que no sea porque una compañía de uno se ponga en contacto con la del otro. Si hay una historia detrás de esa colaboración, un camino que ha culminado en ese escenario, eso se nota, hay más riqueza en ese dúo. Y en el caso de “Irrepetible” hay un recorrido con cada uno de ellos. En el caso de Iván y de Dani es más profundo que con el resto, pero con el resto también hay un proceso hasta llegar a eso.

 

Es una mirada a tu presente y a tu pasado más reciente. Coincidió que lo grabaste el año pasado, justo cuando se cumplían treinta años del debut de Los Ronaldos, pero eso no ha tenido nada que ver con el repertorio. ¿Qué querías hacer con este disco?
Quizás el concepto de “Mujeres” era mucho más sesudo y este es mucho más festivo. Quería hacer un conciertazo alucinante con todos mis juguetitos de mi obsesión musical, con amigos, celebrarlo y grabarlo. No hay un concepto tan claro como en “Mujeres”, es un proyecto más visceral que intelectual y que refleja como dices un momento mucho más presente. Gran parte del concierto está basado en el último disco porque es un momento muy potente, y quería celebrarlo. Es mucho más festivo que otros discos.

 

¿Cuáles son tus próximos pasos, Coque?
Tocar en directo. Va a ser una gira no tan de cámara, donde todo el mundo está sentado, con las cuerdas, la delicadeza… No va a haber cuerdas, vientos quizá en La Riviera, pero de pie y más rockera, más energética. Cuando me quite de encima toda la promo y la preparación de la gira, y me quede más libre, empezaré ya a componer. En octubre terminaré la gira y el año que viene no tocar para salir a finales de 2019, supongo.

 

Vas a empalmar tres años de gira. Un periodo muy intenso de conciertos…
Sí, tiene sentido. “El último hombre en la Tierra” dio para dos años de gira, porque tuvo un recorrido largo, y este no ha requerido un proceso de composición, porque ya estaba hecho, solo había que mezclarlo y tal, y se ha solapado casi una gira con la otra, pero hay que aprovechar los momentos tan estupendos de relación con el público, no desaparecer un año justo en este momento. El año que viene no voy a tener más remedio, porque me encerraré a hacer un disco nuevo, pero este no requería de encierro: ya estaba hecho.

 

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