Contigo, de María Rodés y La Estrella de David

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DISCOS

«El disco es una novela sentimental y amable sobre una relación amorosa desde que empieza hasta que acaba, sin grandilocuencia, sin palabras vacías»

 

María Rodés y La Estrella de David
Contigo
ELEFANT RECORDS, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Sorprende la colección de canciones que han preparado los catalanes María Rodés y David Rodríguez. Y lo hace, en primer lugar, por ser perfectas y hermosas proclamas de amor y por ajustarse a unos parámetros que en David Rodríguez resultan extraños. Su labor como músico y como productor tiene como marca la experimentación, pero en este caso lo que lleva a cabo es un ejercicio de estilo sobre la música norteamericana, la más cercana al country folk clásico y a todos sus derivados. Ya la entrada de la steel guitar en “Hacer el amor”, la que abre el disco y se ha escogido como single, lo deja bien claro. A ritmo de bluegrass se desliza una letra que toma el amor de forma sencilla, no exenta de ciertos guiños humorísticos que intentan demostrar que, en el fondo, el amor tampoco ha de ser dramático. También está en este campo “Un mundo ideal”, que es la que más sigue los patrones del género de la música vaquera y de la tensión romántica. Nada de probaturas de sonido, el registro es ligero y el trabajo estriba en precisar los arreglos para conseguir el más alto grado de hermosura. El contraste con la última canción del disco, “Nos vamos a divorciar”, es evidente: el disco es una novela sentimental y amable sobre una relación amorosa desde que empieza hasta que acaba, sin grandilocuencia, sin palabras vacías.

Dentro de estos parámetros hay canciones que se acercan al tex mex, como “Lo que venga ya vendrá”, que deriva también hacia escenarios más rockeros, o “Viernes”, un valsecito con los pequeños dolores del corazón y unas trompetas que hacen sentir la sangre latiendo. Labor de los cantantes, pero también —y mucho— del productor, Sergio Pérez, que toca casi todos los instrumentos. En la última década, varios de los discos y artistas más representativos han pasado por sus manos: La Bien Querida, Chucho o Los Punsetes, entre otros. Y con mucha, mucha química entre los tres en un disco conceptual sobre una relación que comienza y acaba, con una perspectiva honesta, con toques de ironía y alejándose de los romanticones y de los atormentados. Tan transparentes son que parecen agua en la que quieres nadar toda la vida.

También es marcadamente sublime la relación etre las voces. En “Venga va” hacen un recorrido por la primera cita, por el primer beso, marcando un dúo perfecto en el que cada vez están más cerca de lograr la sintonía para el contacto mientras piensan en el festival de Eurovisión. Logran llegar del bullicio a la intimidad por el camino de los pensamientos banales. Más o menos lo que hacemos todos, hasta llegar a la culminaciónque es “Milagro”, palmas y ritmos de noche festiva que cantan al unísono.

Pero, poco a poco, la relación va entrando en el terreno de lo rutinario en “Zombi”, aunque la steel guitar continúa presente, como continúa el aire mexicano en “La última vez”, que ya directamente entra en la degradación del amor. Es la más desasosegante, porque a partir de este momento el disco entra en terreno desolador y hurga, con sus letras de calado sencillo, en las emociones. Y resulta significativo que el final del disco deseche el dueto y, así como “Fantasmas”, con su aire mediterráneo, casi italogriego, es asumida por María Rodes, “Lo que yo quería”, cercana a la artesanía de Enrique Urquijo, la lleva adelante David Rodríguez.

Todo conspira para que se vean por última vez en “Nos vamos a divorciar”, un tema ausente en las canciones de amor, que enfocan siempre el momento anterior o posterior y no el momento de la firma. El pedal steel que sostiene el último minuto, ya sin ellos, evoca la lejanía, el vacío, en un disco que, si por algo funciona, es porque sabe convertir el sentimiento en algo sencillo, en algo —al contrario que el romanticismo de calado necrófilo— que no destruye.

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Anterior crítica de discos: Y volvimos a abrazarnos, de Pablo Guerrero.

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