DISCOS
«Los Rolling Stones han decidido enseñar sus credenciales, echar la vista atrás y rememorar sus orígenes, cuando eran una panda de jovencitos fascinados por el blues y el rhythm and blues»
Varios
Confessin’ the blues
BMG
Texto: JUAN PUCHADES.
Los Rolling Stones han decidido enseñar sus credenciales, echar la vista atrás y rememorar sus orígenes, cuando eran una panda de jovencitos fascinados por el blues y el rhythm and blues. Y para ello no se les ha ocurrido nada mejor que ponerse didácticos, agrupando en el doble Confessin’ the blues algo así como a los imprescindibles del género. La idea es estupenda porque ahora, perdidos como estamos en esas babilonias sin fin que son el streaming y Youtube, en las que tan fácil resulta perderse o dispersarse, no está de más detenerse, tomar aire, relajarse y centrarse en algo concreto, en este caso en una de las patas que dieron lugar al rock and roll. Y de blues y rock and roll esta gente sabe bastante. No en vano los Stones, junto a otros compañeros de viaje de la Inglaterra de los primeros años sesenta, fueron esenciales para que en los mismos Estados Unidos —en días de la conocida British Invasion— se redescubriera a los pioneros o, directamente (ignorados por la contumaz e indecente segregación), se les descubriera y pusiera en valor.
Hay algo poético en que ahora, más de cincuenta años después, Jagger, Richards, Watts y Wood se hayan prestado a colaborar en esta antología que, además, tiene fines benéficos, ya que parte de los ingresos están destinados a la Willie Dixon’s Blues Heaven Foundation. Quizá la influencia del grupo entre las nuevas generaciones sea escasa, pero resulta bien bonito que se ofrezca la posibilidad de aproximarse a estas grabaciones desempolvadas del pasado, reuniendo tomas casi prehistóricas de Robert Johnson (una vez más sorprende escucharlo, con esa tremenda limpieza vocal) o Big Bill Broonzy, con su blues seco, acústico y árido. O perderse con pioneros del blues denso como Slim Harpo, Magic Sam y Howlin’ Wolf. O escuchar de nuevo a dioses como B.B. King, Muddy Waters, Mississippi Fred McDowell y Jimmy Reed, o más oscuros pero imprescindibles, como Big Maceo Merriweather. O redescubrir a magos del rhythm and blues fogoso como Little Walker o Elmore James. O disfrutar en ese singular espacio en el que el blues se cruza con el swing del brazo de Little Johnny Taylor y Otis Rush. O, por supuesto, saborear el sonido sin igual de Chuck Berry y Bo Diddley, bluseros eléctricos con alma de rockeros, o rockeros con corazón de blues. Incluso se abre la mano estilística para incorporar la descomunal “Suzy-Q”, grabada por Dale Hawkins en 1957.
Desde luego, estamos ante un recorrido sin igual que nos permite disfrutar del frondoso árbol del blues y el rhythm and blues. Con el aliciente de la excelente presentación, con portada de Ronnie Wood y breves notas biográficas de cada uno de los artistas incluidos. Lo peor, el lío de fechas en algunas grabaciones (no en todas), pues parece que se ha recurrido a las de las masterizaciones, que en ocasiones corresponden con el registro original y en otras no. En cualquier caso, una verdadera joya que nos reconcilia con el poder de uno de los géneros mayores que han dado los Estados Unidos.
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Anterior crítica de discos: Cante el còs electric, de Gener.