“Más de treinta artistas se han dado la mano en lo que, como apunta Alcanda, es un acto de hermandad”
Arancha Moreno estuvo en el concierto que organizó Santi Alcanda para recaudar fondos para el autismo, en el que actuaron Javier Ruibal, Los Secretos, Andrés Suárez, Leiva, Dani Martín, Morgan o Rozalén, entre otros muchos.
Texto: ARANCHA MORENO.
A media luz y abarrotada por un público más ecléctico que de costumbre. Así estaba Galileo Galilei el pasado lunes, una de esas salas madrileñas a las que uno no puede dejar de ir por puro enamoramiento. Del ambiente, de la programación, del sonido, de las maneras. Los camareros, sigilosos como gatos, llegan a cualquier rincón con sus bandejas, y siguen anotando las reservas de las mesas a mano, en un bloc. Cómo no iba a pensar el periodista Santi Alcanda en este templo para organizar un concierto benéfico a favor de las mujeres con autismo. Ángel Viejo, el alma del lugar, volvió a decir que sí y les cedió el espacio.
Consulto el listado que me ha pasado Alcanda unos días antes, con el orden de actuaciones de la noche (dúos sorpresa incluidos), y me sorprendo. Un derroche de primeros espadas y de talento que, según va explicando Santi entre actuación y actuación, le han puesto todo el corazón a la velada. De su propio trabajo no dice nada, a pesar de que es la segunda vez en cinco meses que organiza un concierto para apoyar la causa, tras aquel homenaje a Cecilia el pasado noviembre. Esta vez los beneficios son para el proyecto Mujeres y TEA, y el repertorio se nutre de las canciones que cada uno quiera traer. Más de treinta han dicho que sí, y lo que podría ser un concierto en un gran auditorio adquiere una intimidad especial, en la que todos participan respetando turnos y huecos, en un perfecto y cariñoso equilibrio, para que nadie se quede sin cantar. Alcanda señala la entrega de cada uno según van saliendo, pero siempre fugaz. No quiere romper el clima. “No soy promotor, soy periodista musical”, recuerda, ante algún posible error organizativo. Pero ni los tiempos, ni la ejecución, se resienten.
Arrancan Los Secretos porque Ramón Arroyo tiene otro concierto media hora después, y no quiere dejar de estar allí echando un cable. Acompaña a Álvaro Urquijo, los dos con sus guitarras, para encarar una sentida y acústica versión del clásico ‘Pero a tu lado’. Urquijo se despide solo por un rato, porque volverá más tarde. Tras ellos llega Dani Martín bien escudado, con su teclista (Iñaki García) y su guitarrista (Paco Salazar). La sala grita. Se ha comido el atascazo de la operación retorno de Semana Santa en un eterno viaje Cádiz-Madrid, pero ha llegado a tiempo para cantar ‘Cero’ y ‘Emocional’. Interpretadas a piano, guitarra y voz, con su productor Bori Alarcón cuidando el sonido en esos instantes, para que se haga la magia. Que sea benéfico no quiere decir que escatimen en profesionalidad, ni en corazón.
Dice el impulsor de la noche que, desde que murió Cecilia, no ha conocido talento femenino igual que Rozalén. Ella sale apurada por tanto halago, y reflexiona sobre lo importante que es fijarse en las personas que aportan luz, y no sombras. Así entona ‘Girasoles’ sin más compañía que su guitarra, aunque Rozalén nunca canta sola, porque el público replica cada verso. Tras ella llegan los Track Dogs, que son medio irlandeses, medio escoceses, medio estadounidenses, medio ingleses… y medio españoles, al fin y al cabo. Se arremolinan en trono un solo micrófono de los años 50 con su mandolina, su guitarra, su trompeta y una percusión, como esas canciones de fogata de una noche de verano. Traen de regalo unos cuantos discos para recaudar fondos para la causa, que se venden a la entrada de la sala con el resto del merchandising.
Lo de Zenet es de otro planeta. Le acompañan la guitarra de José Taboada y el trompetista que enloquecía al mismísimo Paco de Lucía: Manuel Machado. Juntos abordan un apasionado ‘Quién sabe’, revolviéndolo todo en unos minutos intensos en los que la voz de Zenet nos zarandea y la trompeta de Machado arranca tormentas de aplausos. El cubano volverá un rato después, improvisadamente, para acompañar a Javier Ruibal, tan cálido como sus canciones y tan certero como su mensaje -“Nadie pertenece a nadie”- antes de interpretar ‘Esta hora de los besos’.
El formato acústico domina toda la noche, y son varios los cantautores que desfilan solos, aunque no siempre lo estuvieron. Marilia (“ellacantasola”, le dicen) ha aceptado la sugerencia del impulsor del concierto e interpreta ‘Casi me rindo’. Sutil en su crudeza, canta sobre alguien que está a punto de darlo todo por perdido pero se aferra a un salvavidas en un último momento de lucidez. Un mensaje que encaja como un guante: ante una enfermedad, y ante los problemas, es crucial no abandonarse. Txetxu Altube, sin Los Madison empujando, sigue desplegando las alas de ‘Compás de espera’ con una desnudez que sostiene uno de sus himnos más puros. También aparecen Vega y Virginia Maestro, tiempo atrás carne de concurso televisivo que llegaron lejos en aquella aventura, pero que un día decidieron manejar su talento sin replegarse a los demás. Optaron por el camino largo: romper con todo y volver a empezar. La cordobesa demuestra su valía con ‘Réquiem’ y Virginia con ‘Ojos azules’, una canción peruana que, según cuenta, le enseñó su abuelo siendo una niña.
Sandra Bernardo juega con el público y trae su “cantito” australiano para echar de la sala los malos augurios y atraer solo la energía positiva. Pablo Moreno despliega su humildad detrás del piano, sintiéndose pequeño en un cartel al que Alcanda le ha invitado con la convicción de que algún día será uno más de ellos, porque cree en su talento. Y él se esfuerza por llegar a ello con ‘La fiesta del vivir’. Mäbu, María y Charly, exhalan dulzura a piano y voz en ‘Cara triste’. Y Marazu sale cumpliendo un sueño: interpreta ‘Ojos de gata’ mano a mano con Álvaro Urquijo, regalando uno de los dúos más bonitos de la noche. Después se queda solo para tocar ‘Miedo’.
Andrés Suárez afirma que va a saltarse el guion porque es padrino, y le dedica ‘No saben de ti’ a su futuro ahijado, que aún vive alojado en la tripa de su madre, presente en la sala. Va con Marino Saiz al violín, pisando con fuerza un escenario que le vio crecer durante tantos años. Tras ellos llegan Nina (voz) y Paco (guitarra), de Morgan, que desbaratan la sala cuando interpretan ‘Marry you’. El técnico de sonido se concentra profundamente en la mesa para controlar el vozarrón de Nina. “Mírame el brazo, tengo los pelos de punta”, dice una mujer a mi derecha, preguntándose quiénes son y por qué no los ha escuchado antes. No es de extrañar que, cuando sale Leiva, se disculpe sonriendo por pisar el escenario “después de Nina”, aunque en apenas un suspiro ya se ha sumergido en su guitarra mimando las cuerdas con detalle. Le acompaña al piano César Pop, en ‘Terriblemente cruel’ y ‘La llamada’. Está todo bajo control, por fin el técnico puede salir un minuto a coger fugazmente una cerveza. Para cerrar el cartel, a Leiva y a Pop se les une Guille Galván, autor y guitarrista de Vetusta Morla, recién aterrizado de la gira sudamericana y decidido a representar a sus compañeros hasta el punto de “cantar”, como señala, mientras los tres interpretan ‘Profetas de la mañana’. Antes de irse, disfrutan versionando una de sus favoritas: los ‘Crímenes perfectos’ de Andrés Calamaro.
Durante casi tres horas escuchamos un muestrario de identidades musicales muy diversas, unidas por la desnudez de la puesta en escena y la complicidad. Cada uno ha cantado desde su propio lugar. Más de treinta voces e instrumentistas se han dado la mano en lo que, como apunta Alcanda, es un acto de hermandad. Y él está francamente agradecido por su respuesta, porque la causa le toca de cerca. Su hijo Martín tiene autismo. En un momento de la noche, desde el escenario, le busca con la mirada y la palabra. Y el niño, que ronda los seis años, se pone de pie y saluda entusiasmado. Una escena que emociona también a quien no les conoce. Alcanda intenta controlar, pero le brillan profundamente los ojos.
*Fila Cero para recaudar fondos para el autismo: ES68 2038 11 53286001344651.