Con la fiesta a cuestas, de Los Telepáticos

Autor:

DISCOS

«Amplio abanico, electricidad y melodías adictivas»

 

Los Telepáticos
Con la fiesta a cuestas
SHEEP PUNK RECORDS, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Se sabe el momento justo en que nacieron Los Telepáticos: el 22 de abril de 2018, cuando cuatro amigos deciden tomar sus instrumentos y recorrer con ellos los bares de Madrid. El boca a boca empezó a funcionar y poco a poco las audiencias iban creciendo y las buenas sensaciones aumentaban. Dos años después, su primer disco recoge el repertorio que han ido modelando y el espíritu de diversión que les envuelve. Ese es su espacio vital; el del nacimiento de todos los componentes es Latinoamérica.

Primera constatación: qué bien suena el castellano del cono sur en el rock. Max Ruano, el cantante, uruguayo, mastica el yeísmo, las sibilantes y el seseo y los convierte en notas que fluyen sin ningún tipo de dureza, dulces, encadenadas a las cuerdas de la guitarra. Construyen con ello un estilo que ellos llaman «sheep punk»: rock setentero, punk y psicodelia que dan como resultado estribillos brillantes, de esos de levantar los brazos. Prueba palpable es “Alegatos de un falso gitano”, historia policíaca hispana sobre el robo de un diamante.

Y es que muchas de las canciones son verdaderos relatos. “Paz mundial” despliega un trazado narrativo entre guitarras que se pasean con filigranas y “Tribunal” es una pura y jugosa rodaja de pop que enmarca la historia de una noche de seducción, plagada de detalles, de consistencia y con chispas en la melodía.

Inevitablemente recuerdan a Los Rodríguez, inevitablemente recuerdan a Tequila. No en vano Lucas Piedra, el batería comparte las baquetas con la banda de Alejo y Ariel en esta gira de despedida reciente. Lo hacen en “Falsa despedida” con su rock de guitarras callejeras, lo hacen en “Frases Hippies” y hasta en la balada que se marcan en “Bohemia exquisita”.

La canción que se aparta de este recorrido es “El bosque”, más lenta y oscura, la letanía de su letra —«estamos en el bosque para descansar»— a la manera de un blues, con la obsesión de las canciones infantiles, llega a resultar inquietante hasta llegar a un final ardiente y psicodélico, hindú casi, con ocho minutos de canción sobrecogedora. Aparte de esta, el disco llena una faceta del pop y el rock con muchos fans, guitarras que se expanden en medios tiempos elegantes, que a veces se vuelven contagiosas y aceleradas y otras veces llenas de ternura. Amplio abanico, electricidad y melodías adictivas, lo que ahora quizás falte un poco en muestra música.

Anterior crítica de discos: MSDL- Canciones dentro de canciones, de Vetusta Morla.

 

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