LIBROS
«Una biografía ejemplar, por momentos abrumadora»
Bob Woodward
Como una moto: la vida galopante de John Belushi
LIBROS DEL KULTRUM, 2022
Texto: JUAN PUCHADES
Para situarnos: si usted ha visto alguna vez Todos los hombres del presidente (All the president’s men, 1976) recordará a la pareja formada por Robert Redford y Dustin Hoffman, metidos en la piel de dos periodistas que, alimentados por las revelaciones de Garganta Profunda, provocan la dimisión de Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, en el caso conocido como Watergate. Por si hubiera dudas (ha pasado tanto tiempo, y la memoria es tan corta, que hay que explicar estas cosas), no está de más añadir que aquella historia fue completamente real. Detrás de los personajes de Redford y Hoffman estaban los plumillas del Washington Post, Carl Bernstein (Hoffman) y Bob Woodward (Redford). Expertos en política estadounidense y, desde entonces, dos leyendas del periodismo mundial y ejemplo a seguir y estudiar por (algunos) periodistas de todo el orbe. De hecho, si se consulta la bibliografía de Woodward se comprobará que se ciñe a contenidos, por resumir, políticos (Clinton, las guerras del Golfo e Irak, Obama, la Casa Blanca…), con una llamativa excepción: Wired: the short life and fast times of John Belushi, una biografía dedicada a quien ejerciera de Jake Blues en los Blues Brothers. Sorprendente. Aunque no tanto si uno se despacha las casi seiscientas páginas de la misma, recién reeditada en castellano con el título de Como una moto: la vida galopante de John Belushi.
Y no sorprende porque, lejos de tomarse el trabajo como un asunto menor, Woodward aplicó el que podríamos definir como «método Watergate». Es decir, investigarlo todo, meter la nariz en todos los papeles, llamar a todas las puertas, hablar con todo el mundo, escarbar aquí y allá, contrastar y así armar una biografía ejemplar, por momentos abrumadora. Cómo llegó ahí lo explica el propio periodista en la introducción: la cuñada de Belushi contactó con él, en 1982, para pedirle que investigara las causas de la muerte, sucedida tres meses antes (con las pistas frescas, por tanto: esencial para una buena investigación). Aquello atrajo su interés. Y lo que podría haber sido un reportaje acabó en la escritura de un libro para el que exigió libertad total. Tanta que la familia no quedó nada complacida al leerlo, una vez publicado, pues el a ratos crudo retrato que pinta de Belushi no es, precisamente, demasiado amable, sacando a la luz sin contemplaciones su sórdido descenso a los infiernos. Con una recta final en la que, prácticamente, pormenoriza hora a hora los últimos días de vida de Belushi, con una minuciosidad y detallismo que superan todo lo imaginable. Pero así entiende Woodward el periodismo.
Hay que decir que, casualidades, tanto él como Belushi nacieron en la misma población (Wheaton, Illinois) y estudiaron en el mismo instituto, pero no coincidieron jamás. Ni entonces ni con posterioridad. Sin embargo, el personaje de Belushi despertó en el escritor la suficiente curiosidad como para abandonar temporalmente el intrincado mundo de la cocina de Washington y adentrarse en la vida de ese joven de orígenes humildes y ascendencia albanesa, especialmente dotado para el deporte (quién lo diría) y sobre todo para la actuación, la imitación, la astracanada y el humor. También aficionado a la marihuana y el desbarre que, sin pausa pero con prisa, fue descubriendo cómo le atraía ser el foco de atención, robando protagonismo a sus compañeros de escena si era preciso, y que conoció una meteórica carrera ascendente (aunque no tan veloz como él hubiera deseado, tales eran su velocidad y voracidad vitales) al participar, desde 1975, en el emblemático programa televisivo Saturday Night Live, lo más transgresor del momento.
Un viaje que alcanzaría sus picos más altos al protagonizar en el cine éxitos como Desmadre a la americana (1978), el menor 1941 (1979) y, en la cima, The Blues Brothers (1980), donde su amigo y socio Dan Aykroyd (un buenazo, y el hombre de las ideas y la escritura) y él daban vida a esos hermanos cantantes que habían creado para Saturday Night Live y que acabarían grabando discos y saliendo de gira (con una banda de impresión). Pero, en paralelo al éxito descomunal (en Estados Unidos fue una estrella de primer orden que se codeaba con los más grandes del cine, la televisión y la música) que tanto anhelaba y tanto le complacía, Belushi, caprichoso, inmaduro y vanidoso, vivía un infierno particular, con constantes vaivenes personales, depresiones, perdido en el lujo más absurdo y en la mísera adicción descontrolada a la cocaína. Así, hasta su final por sobredosis en 1982, con solo 33 años.
Bob Woodward relata todo ello prácticamente levantando acta, siguiendo sus andanzas paso a paso, cual tenaz detective que no quiere dejar cabos sueltos. Y desde luego no parece que queden muchos en un texto modélico, apabullante y estremecedor, que es también testimonio del daño que el éxito puede ocasionar en personalidades inestables. Como nota al margen, sirve, para quienes desde este lado del planeta no conocimos en su tiempo el impacto que causaron en la sociedad estadounidense las primeras temporadas de Saturday Night Live, para entender mejor la dimensión popular de ese actor portentoso al que muchos creen, sobre todo, un cantante. Pero no, lo de la música fue inicialmente un pasatiempo, aunque metido en su espiral estupefaciente cada vez le obsesionó más, terminando por obcecarse con el punk. Del mismo modo que, al final, se obsesionó con escribir, y eso no era lo suyo (para eso estaba Aykroyd), un guion a la altura de sus necesidades.
La suya fue una historia extraordinaria, vivida a todo trapo (como la música que despachaba con los Blues Brothers), pero, sin duda, también desoladora. Una historia con la que Woodward logra enganchar al lector, narrándola con esa maestría que está al alcance de solo unos pocos elegidos.
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Anterior crítica de libros: Loquillo. La biografía oficial, de Felipe Cabrerizo.