Como si Franco nunca hubiera existido

Autor:

COMBUSTIONES

«Qué triste tener que escuchar de nuevo que los músicos de la Movida eran todos retoños de la burguesía acomodada»

 

El cuarenta aniversario de aquello que llaman Movida vuelve a ser objeto de tópicos y comentarios llamativos en su cuarenta aniversario. Y Julio Valdeón, que vive en Nueva York y ya está harto de oir ciertas cosas, llega a la fiesta tarde y sin pelos en la lengua.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Cumplió años la Movida. Como mandan los cánones del pensamiento magufo ya salieron los de la cofradía del santo coñazo para denunciar maquinaciones planetarias. Que si Tierno Galván, a colocarse y al loro, que si el PSOE, que todo lo reciclaba, y que si Andy Warhol y la infecta sociedad de purpurina y consumo. Con lo bien que estábamos de misiones pedagógicas y/o campañas de alfabetización por los oscuros arrabales de la gran ciudad. Porque claro, majetes, los concienciados, comprometidos con los parias, famélica legión, fueron Obús y Barón Rojo. Una estupidez. Ensayada hace ya treinta años por Francisco Umbral. Aunque el maravilloso autor de La década roja prefería encumbrar al por otro lado indispensable Ramoncín. Aparte, Umbral, que estaba sordo pero fue un genio, escribía como los dioses paganos. Mientras que estos mantas, aspirantes a Owen Jones de hojadelata, dan para poco.

Algunos días nos cuentan sin más prueba que sus recauchutadas paranoias que el Estado inundó con opiáceos el País Vasco. Con la intención de sofocar el supuesto clima revolucionario y la inminencia de los soviets y blablablá. Y luego, cuando celebramos algún acontecimiento relacionado con la Nueva Ola y la Movida, te explican que aquello fue un aquelarre del vicio, el arte pop, los pelos de colores y otros frívolos estribillos. Como si el baremo para tasar la importancia y calidad de un movimiento artístico y musical fuera directamente proporcional al grado de compromiso con según qué secta. De lo que resulta fácil deducir que seguramente aborrecen de los discos de Chuck Berry, Elvis Presley, Little Richard, Carl Perkins, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison y, en general, de casi toda la historia del rock and roll y derivados. Ellos sabrán por qué reclaman a Nacha Pop, Pegamoides o Los Secretos lo que no piden a B-52´s o los Ramones. O cómo hacen para creerse que Asfalto oficiaron como testigos, heraldos y herederos de Woody Guthrie. O por qué insisten en considerar como una suerte de tropa unánime algo tan poliédrico, tanto a nivel geográfico como estilístico. O por qué demonios les molesta que la incipiente escena musical española bebiera del punk, la new wave, el techno, el rockabilly, los soleados cantautores californianos, el rockismo sucio neoyorquino o el rock and roll stoniano.

Qué abracadabrante afirmar, como aquel patético Álvarez del Manzano, que la Movida no dejó nada. Ni un disco, ni una película, ni un cuadro o una novela. Nada. Qué triste tener que escuchar de nuevo que los músicos de la Movida eran todos retoños de la burguesía acomodada. Qué tonito homófobo destilan las risitas sobre las pintas, el maquillaje y las hombreras. Qué vergüenza, al fin, provocan quienes ignoran el talento derrochado por La Mode, Siniestro Total, Dinarama, Gabinete Caligari, Loquillo y los Trogloditas o Golpes Bajos. No sabes si reír o llorar cuando la patrulla revisionista sostiene que el heavy fue punta de lanza de la orquesta roja y que un contubernio judeomasónico dirigido a pachas por la CIA y Willy Brand financió el Diario Pop. Sobre todo, qué poquitas luces las de unos analistas entregados al literalismo de secano. Incapaces de asumir que en el ruidoso y colorista magma de aquella Movida habitó un espíritu carnavalesco, corrosivo, contestatario, anarcoide, heterodoxo, antidogmático, cosmopolita, herético y burlón. Una celebración de la libertad de pensamiento, un brindis tumultuoso por la cultura sin banderías, el sexo libre, la noche sin aduanas y, ay, los venenos. Hago películas como si Franco nunca hubiera existido, dijo más o menos Pedro Almodóvar. Qué razón tenía y qué poco, tarde y mal entienden algunos.

Anterior entrega de Combustiones: Bob Marley, estrella global.

 

Artículos relacionados