La aparición de una nueva revista británica, “Classic Pop”, centrada en el pop de los ochenta le lleva a Diego A. Manrique, en su blog de “El País”, a reflexionar sobre la música de aquella década que “Ha envejecido mal: sus ritmos programados dañan los oídos, sus sintetizadores ejercen de pavos reales, sus estilemas fanky parecen pasteurizados… ¡y no hablemos del look!”.
“La primera mitad de los ochenta, pues. Vacas gordas para la industria musical británica, que flexionaba sus músculos y exportaba al resto del mundo. Un proceso mucho más industrial que en los sesenta”. Fue como si “el punk nunca hubiera ocurrido. En realidad, muchas de las estrellas del new pop venían de la periferia o del mismo cogollo del punk”.
Y la música ochentera británica llegó a España: “Culture Club aparecía en el programa supuestamente vanguardista de TVE. Spandau Ballet se quedaban pasmados al ser entrevistados en Madrid como si fueran estetas. Duran Duran eran recibidos como impecables modelos de comportamiento por sus fans españoles (y yo me busqué un problema cuando conté en ‘El País Semanal’, una pincelada de ambiente, que exigían a sus promocioneros que les consiguieran grandes cantidades de alcaloides estimulantes)”.
“Estos discos resplandecientes, con sus sugerencias de hedonismo y modernidad, fueron la banda sonora dominante de los lúbricos años ochenta españoles, tan abundantes en excesos de todo tipo”.
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Como si el punk nunca hubiera ocurrido”.