“Morrissey puso fin a la situación mediante una nota en el parabrisas del coche de Andy con un texto que no dejaba lugar a dudas: ‘Andy, has dejado los Smiths’”
Las bandas no son para siempre, y en ocasiones ponerle punto final al proyecto, o que uno de sus miembros lo abandone, resulta muy delicado. Más si cabe si los métodos no son lo más ortodoxos posibles. Fernando Ballesteros recopila una buena selección.
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
Genesis P-Orridge, el hombre detrás de múltiples proyectos artísticos —no solo musicales— y figura clave de la contracultura de las últimas décadas en su ala más radical, decidió comunicar a sus compañeros de Throbbing Gristle que abandonaba el grupo mediante un correo electrónico. Algo que no extraña a estas alturas, siendo un personaje irrepetible.
El caso es que Genesis P-Orriedge se pudo comunicar por mail: ventajas del siglo XXI. Si en vez de en 2010, hubiese estado en 1986 tendría que haber utilizado algún método más artesanal, como le ocurrió a Morrissey.
Al parecer, los problemas de Andy Rourke estaban afectando al grupo, y aunque el bajista intentó poner fin a su adicción, los métodos a los que acudió (básicamente, cambiar la heroína por metadona) no dieron resultado. Morrissey decidió poner fin a la situación mediante una nota en el parabrisas del coche de Andy con un texto que no dejaba lugar a dudas: «Andy, has dejado los Smiths». Un encanto.
Son solo dos ejemplos de cómo se puede uno marchar de un grupo o expulsar de él a un compañero. La historia de la música nos ha dejado miles de casos y muchos de ellos muy curiosos. Ahí van unos cuantos.
El enfado de Stiv Bators
Cuando unieron sus fuerzas en 1982, los miembros de Lords of the New Church ya tenían unas cuantas batallas a sus espaldas. Stiv Bators, Brian James de los Damned, Dave Tregunna de Sham 69 y el ex Barracudas Nicky Turner dieron forma a una banda que duró siete años y tres discos de estudio con los que consiguieron cierto reconocimiento.
¿Cómo terminó todo aquello? Stiv nunca aprendió a tomarse las cosas con calma en escena, y en uno de los shows de los Lords, mientras se jugaba el físico, terminó cayendo de espaldas encima de un amplificdor. Se hizo daño, tanto que tuvo que ser hospitalizado. Pero sus compañeros de grupo ya tenían conciertos firmados y no estaban dispuestos a desaprovechar la oportunidad.
Brian, Dave y Nicky decidieron publicar, a espaldas de su cantante, un anuncio en el “Melody Maker” en el que buscaban un sustituto para él. En 1989 la información no circulaba a la velocidad que lo hace hoy en día, pero no me negarán que sus colegas subestimaron a Stiv Bators que, como es lógico, terminó enterándose de la maniobra unos días antes del concierto que tenían que dar en el London Astoria. ¿Qué esperaban?
Lo que seguramente no estaba en sus planes es lo que ocurrió la noche del 2 de mayo. Bators se levantó de la cama, venció sus dolores y le dijo a los chicos que estaba listo. Actuaría a pesar de todo. Y lo hizo, fue un show normal… hasta los bises. En la última canción, el vocalista se enfundó una camiseta que se había hecho para la ocasión con el anuncio en el que le buscaban reemplazo estampado. Fue presentando uno a uno a los miembros del grupo y cuando llegó su turno preguntó: “¿Quién es el cantante del grupo?”. Le respondieron que era él, y su réplica fue: “No, no lo soy porque me voy”. Y dicho y hecho: se bajó del escenario, abandonó el edificio y se subió a un taxi que le esperaba en la puerta. Genio y figura.
Michael Sticca, roadie de los Lords y de Dead Boys confesaba esto en “Por favor, mátame”: “Es curioso, porque después de todo lo que Stiv y yo habíamos pasado juntos, la vez que dejó colgados a los Lords of the New Church, le dije: ‘Eres un cabrón. Nos has jodido bien al abandonar la gira. Vete a tu casa y muérete’. La primera y única vez que le digo una cosa semejante, Stiv va y se muere”.
Efectivamente: Stiv se fue a París con su novia y allí murió al año siguiente, mientras dormía y después de haber sufrido un atropello horas antes.
La expulsión de Bob Stinson de los Replacements
En un grupo como los Replacements, en el que la afición de sus miembros por el alcohol es casi legendaria, era complicado llegar al número uno del ranking de mayor bebedor. Sin duda, ese puesto era para Bob Stinson. El guitarrista también fue el primero en darse cuenta de que aquel hábito se había convertido en un problema para él y para la banda.
Cuando en 1986 Paul Westerberg expulsó a Bob de los Mats, sus excesos eran una rémora para el grupo. La evolución musical les había llevado del punk rock a toda pastilla a nuevos territorios más pop a los que el guitarra no pudo adaptarse. Aquellas nuevas canciones se le atragantaban y el abuso del alchool y otras sustancias le impedían volcarse en el aprendizaje y en un crecimiento como músico que sí estaban experimentando sus compañeros, con Paul a la cabeza. Stinson era consciente de aquello, por eso decidió seguir un programa de 30 días que le alejara del alcohol y otras drogas. Aquel esfuerzo parecía que estaba dando sus frutos cuando en el verano del 86 los Replacements dieron cinco conciertos seguidos en el 7th Street Entry en Minneapolis. Para celebrarlo, en el último show Paul descorchó una botella de champán, y lo que sucedió a continuación, tal y como lo relataba Carleen, la esposa de Bob, no deja en buen lugar a uno de los creadores a los que más admiro.
Lo que contaba ella en el sensacional “Nuestro grupo podría ser tu vida” es que Westerberg ofreció la botella a todos y Bob, que llevaba ya tres semanas sobrio dijo que no podía beber. Carleen tiene grabada la imagen de su negativa y como en aquel momento el cantante respondió: “O te tomas un trago, cabrón, o te bajas de mi escenario”. Bob, a quien nunca había visto llorar hasta aquella noche, fue expulsado apenas dos semanas después por sus problemas con el alcohol.
Mötley Crüe: Vince Neil a la calle
Mötley Crüe comenzaron 1992 con mucha presión. Su anterior álbum, “Dr Feelgood”, había sido el primero de su carrera en alcanzar el número uno y, no contentos con ello, se embarcaron en otra gira posterior para promocionar el recopilatorio “Decade of decadence”. Comercialmente todo iba bien, pero en el seno del grupo las cosas se estaban complicando una vez más.
Los chicos se pusieron a preparar un disco que se presentaba como crucial, pero no todos parecían querer llevar el mismo ritmo de trabajo. Mientras Nikki, Mick y Tommy querían volcarse, Vince Neil parecía tomárselo con más calma: juergas, carreras de coches para las que se tomaba días libres mientras el resto le esperaba… El vocalista no parecía tener la música en su lista de prioridades y eso estaba empezando a cansar a sus compañeros.
Con Los Ángeles castigada por unas inundaciones que paralizaron la ciudad, las tres cuartas partes de Mötley más predispuestas al trabajo vencieron todos los obstáculos y se plantaron en el local de ensayo. Vince no, él estaba en casa con el teléfono comunicando, por lo que sus compañeros deciden mandarle un fax que contesta nada más recibirlo. Hablan, dice que ya va para el local pero el caso es que mientras llega, Nikki y compañía se van calentando. Para colmo, alguien les dice que la noche anterior había visto a Vince por ahí borracho. Daba igual que fuera verdad, ellos se estaban cargando de razones para enfadarse aún más con el cantante.
Neil llegó al local gallito. “¿Qué cojones pasa aquí?” son sus primeras palabras, y la respuesta inmediata de Nikki dobla la apuesta: “Estamos pensando en cambiar de cantante”. Entonces, la máquina de lanzarse trapos sucios a la cara se pone en marcha con todas sus consecuencias. Ellos le acusan de falta de interés y Vince contesta que las canciones que preparan son malas, se queja de los teclados que están incluyendo, a lo que sus compañeros le contestan que los utilizan desde 1983. Al final Vince se marcha y les dice que le llamen si cambian de opinión, algo que no va a suceder a corto plazo. Vamos, la típica discusión que se va complicando y subiendo de tono y que termina como nadie deseaba. Tan presionados, tan pasados estaban los Mötley en aquella época que ni siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo para explicar lo que pasó. Neil dice que le despidieron y sus compañeros que se marchó.
Lo que estaba claro es que acabaría volviendo y que el gran perjudicado, siempre con la espada de Damocles de la vuelta de Vince apuntándole, fue John Corabi, su sustituto, que realizó un buen trabajo en “Mötley Crüe”, el disco de 1994 con el que quisieron adaptarse a los sonidos del momento y que no respondió a las expectativas comerciales. Tres años más tarde, Corabi era historia y la banda había recuperado su formación original.
La explosión en directo de Jesus and Mary Chain
Por aquí hemos hablado bastante de la vuelta de Jesus and Mary Chain y creo que ha llegado el momento de recordar el momento en el que todo saltó por los aires. Casi diez años tardaron los Reid en volver a los escenarios en aquel Coachella de 2007 y dos décadas les ha costado grabar la continuación de “Munki”. No es de extrañar que pasara tanto tiempo. Había muchas heridas que curar.
La banda no vivía un buen momento en 1998, sus últimas apariciones en festivales españoles habían dejado una pobre impresión entre sus seguidores. Parecían cansados, con parones sin sentido entre canciones y sin la chispa de antaño. Sí, seguían haciendo buenas canciones, pero algo no marchaba y, por si fuera poco, William y Jim se seguían llevando a matar.
Esa tensión la pudieron vivir en directo y a pocos metros los que asistieron a su concierto en el House of Blues de Los Angeles en septiembre del 98. Aquella noche apenas tocaron diez minutos. Un par de canciones y William y Jim empiezan a discutir hasta que la cosa llega a las manos. Los espectadores atónitos, asisten a la fraternal pelea y comprueban cómo William abandona el escenario para no volver.
Lo curioso es que aquel accidentado y violento final, remitía, de alguna manera, a los comienzos del grupo, a los tiempos gloriosos de “Psychocandy”, en los que desplegaban su caos de melodía y distorsión en conciertos de apenas cuarto de hora que terminaban de forma apresurada y con estallidos de violencia en el escenario.
En 1998 todo había cambiado. En aquella ocasión fue el desgaste lo que motivó la pelea en público. No habría fecha al día siguiente, la gira había terminado. Después volverían, y con los 60 cerca parece que las cosas se han tranquilizado en el cuartel general de los hermanos Reid.
Cuando Nolan y Thunders dejaron tirados a New York Dolls
New York Dolls montaron bastante revuelo con su debut en 1973. El disco no vendió demasiado, pero las críticas fueron buenas y en aquella ciudad que llevaban en su nombre y en la que se estaba gestando algo muy importante, consiguieron un buen número de fans que hacían presagiar que la cosa iba a ir a más. Pero no fue así. Su segundo disco, “Too much too soon”, apenas tuvo eco y Mercury los puso de patitas en la calle. Se habían anticipado a la explosión punk por lo que el título de su segundo trabajo resultaba casi profético.
En esa situación tan complicada se encontró a los Dolls el amigo Malcolm McLaren, que antes de tocar la tecla correcta con los Pistols ya ensayó con ellos algunas de sus promocionales tácticas prosituacionistas. La historia nos ha demostrado que nada es suficientemente descabellado como para no tener la posibilidad de funcionar, pero no negarán que parece una locura enfundar a los miembros del grupo en trajes de vinilo rojo y mandarles a girar por algunas ciudades de Estados Unidos con una bandera comunista presidiendo el escenario.
En esas estaban cuando, en 1975 y de gira por Florida, las cosas se torcieron de forma definitiva. Los tiempos de hoteles y algún que otro lujo habían quedado atrás y los chicos se estaban hospedando en casa de la familia del batería Jerry Nolan cuando Thunders y el propio Nolan decidieron que se marchaban y que los dejaban allí.
No hubo una gran discusión, ni diferencias artísticas, no. En realidad, Thunders y Nolan se largaron porque allí, en Florida, ya les estaba resultando muy difícil conseguir la heroína que su adicción les demandaba. De vuelta en Nueva York y con sus necesidades satisfechas tuvieron que hacer frente al hecho de que aquello no había sido una riña sin importancia y que dejar al grupo tirado iba a tener consecuencias definitivas.
Los Dolls intentaron seguir, ya sin suerte, y los dos desertores pusieron en marcha los Heartbreakers, una historia diferente pero con varios capítulos bastante parecidos a los vividos con las muñecas de Nueva York.
Johnny Rotten: basta de timos
Cuando a Malcolm McLaren le quedó claro que el vinilo rojo y la bandera soviética no daban resultado, decidió probar sus tácticas en Londres con los Sex Pistols. No hace falta imaginar cómo funcionó el invento… Pero en el afán del manager por controlarlo todo y dejar claro que el juguete era suyo, empezó también a asomar la destrucción de un grupo que parecía destinado a hacer crack en cualquier momento.
La crisis estalló nada más comenzar 1978, durante la gira por Estados Unidos que Malcolm había programado huyendo de las grandes ciudades. Nada de ir a New York. ¿Los Ángeles? Ni hablar. A McLaren se le metió en la cabeza huir del circuito habitual y llevar a la banda a otras ciudades, incluido el sur profundo, con cuyos lugareños habrían de vérselas.
El mánager, que movía los hilos a su antojo, había aislado a Rotten. Tal y como el vocalista relata en “La ira es energía”, enfrentaba a unos con otros, y Vicious, adicto y enfermo, apenas se enteraba de que le estaban manipulando. Por si fuera poco, los delirios de Malcolm le habían llevado a plantearse que el segundo álbum lo produjera ¡Charles Manson desde la cárcel!
Rotten explotó. Lo hizo en el escenario del Winterland Ballroom de San Francisco, en el último bolo de la gira. Aquella noche, tras interpretar el ‘No fun’ de los Stooges, se dirigió al público y dejó para la posteridad una frase que es ya historia del rock and roll: “¿Nunca has tenido la sensación de que te han timado?” Terminó la pregunta, dio las buenas noches, tiró el micrófono al suelo y se largó de los Sex Pistols.
Tres días después, el 17 de enero, se separaron. McLaren voló a Brasil con Paul Cook y Steve Jones; a Vicious lo mandaron directo al hospital en Nueva York porque su situación era alarmante, y Rotten se quedó tirado con el hotel sin pagar, sin billete de vuelta ni dinero y con duras órdenes de la discográfica: si alguien llamaba pidiendo ayuda y diciendo que era el cantante de los Sex Pistols, que no le hicieran caso, porque era mentira.
Todo lo que McLaren había ido contando de él tuvo cumplida respuesta en una entrevista en el New York Post una semana más tarde, que es el tiempo que le costó poder salir de allí. De vuelta a Inglaterra lo primero que hizo fue visitar a un abogado, y acabó llevando a su ex mánager a los tribunales. Su enfrentamiento no había hecho nada más que comenzar.
La expulsión (y muerte) de Brian Jones de los Stones
Antes de ser el grupo de Mick Jagger y Keith Richards, y otras tantas cosas, los Rolling Stones fueron el grupo de Brian Jones. Él estuvo en la fundación y suyas fueron las directrices que guiaron el camino de la banda en los primeros años.
Su peso dentro de la formación había ido descendiendo desde 1962. En lo musical era un purista del blues y los tiros de sus comapñeros apuntaban a más direcciones. Eran tan diferentes que en más de una ocasión me he preguntado qué hubiera sido de los Stones con Brian Jones al volante, pero eso se convirtió en una utopía definitivamente en 1969. Los problemas de Brian con las drogas le tenían casi fuera de combate. Su estado empeoraba de forma alarmante, estaba ido. Cuentan que casi ni se enteró cuando sus compañeros fueron a su casa a expulsarle del grupo.
Fue el 8 de junio de 1969. Brian, en su nueva mansión, recibía la visita de Mick, Keith y Charlie. El cantante intentó tirar de diplomacia y cierta dosis de cinismo y empezó a hablar de los problemas de Jones con la justicia y del hecho de que sus dos condenas por consumir drogas le iban a impedir girar por Estados Unidos, por lo que el grupo no podría girar con él. Pero no era el día de los paños calientes para Keith, cuya animadversión por Brian ya eran bien conocida. El guitarrista silenció a Jagger y le espetó que no diera más vueltas que, que Jones estaba despedido.
Veinticuatro horas después, la noticia era oficial. Y el reemplazo estaba más que atado: al mes siguiente, el 5 de julio, ofrecieron un concierto gratuito en Hyde Park con Mick Taylor. Tres días antes de la actuación, la novia sueca de Brian, Anna Wholin, encontró su cuerpo en la piscina de la mansión. Se había ahogado.
Tras el giro de los acontecimientos, Jagger decidió que la actuación de Hyde Park serviría de homenaje para el compañero muerto, un gesto que no pudo evitar que flotara en el ambiente cierta sensación de que Keith y Mick, los nuevos líderes absolutos, se habían convertido en los malos de la película. Por no hablar del hecho de que las teorías de la conspiración alrededor de la muerte de Brian nunca han desaparecido del todo, y periódicamente, aún hoy en día, reaparecen para recordarnos lo ocurrido aquel lejano 1969.
John Frusciante: del sueño a la locura
Para John Frusciante tuvo que ser un sueño unirse a su banda favorita. Tenía apenas 18 años. Tocar con sus ídolos, acariciar la fama con las manos, disfrutarla y sufrir sus miserias debió ser tan difícil de asimilar que la cosa terminó explotando en solo cuatro años. Un tiempo que le sirvió para granjearse la etiqueta de genio de las seis cuerdas después de grabar dos discos con los Red Hot Chilli Peppers.
“Mother’s milk” tuvo un éxito más moderado, pero “Blood sugar sex magic” fue un auténtico pelotazo que lo disparó todo. La banda había lidiado con las adicciones —y lo seguirían haciendo—, incluso habían perdido a su guitarrista original, Hillel Slovak, por culpa de una sobredosis. Y pronto empezaron a notar que algo en la cabeza de John no funcionaba. Su relación con Kiedis no era buena, y su comportamiento, incluso en escena, cada día era más extraño.
Había perdido la ilusión. Solo tocar con Flea, su gran ídolo, le mantenía en la carretera. Lo demás le empujaba a mandarlo todo a paseo y retirarse con la única compañía de las drogas que, a estas alturas de la película, ya le tenían esclavizado
Fue Japón el lugar en el que el guitarrista decidió que ya no aguantaba más. Horas antes de un concierto dejó tirados a sus compañeros en medio de la gira asiática. Volvió a Estados Unidos y abandonó el grupo. No había vuelta atrás. Cuando el resto de integrantes le pidieron explicaciones, su respuesta no pudo ser más contundente: “Decidle a los fans que me he vuelto loco”.
Y después, el silencio. Se apartó del mundo. Entre 1992 y 1997 vivió con su adicción a la heroína, las voces que escuchaba y una dificultad extrema para comunicarse con el exterior. Sus grabaciones cada vez más marcianas y sus manuscritos no invitaban al optimismo. Recuerdo un par de páginas en “Popular 1” en las que se hablaba de su estado. Allí aparecía una foto de John, un anciano de apenas veinticuatro años que parecía estar en otro mundo.
Frusciante volvió. A la vida, al negocio, y a su grupo. Allí estuvo entre 1998 y 2008, año de su segundo abandono. Este fue, eso sí, menos traumático. Diferencias artísticas y esas cosas, ya saben.