«Integramos acordeones, elementos del norte de Chile, mezclamos cosas asiáticas, elementos folclóricos… cazamos sonidos de todos lados»
Sus canciones son un altavoz perfecto para transmitir el momento convulso que vive su Chile natal. Con ellas, Combo Chabela han venido por primera vez a España, defendiendo una propuesta tan reflexiva como bailable. Una entrevista de Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos cedidas por la AIE.
De ellos dicen que son el Rage Against The Machine de la música lationamericana, por la energía que desprenden en directo. Combo Chabela existen como banda desde 2013, asentados en Valdivia, en su Chile natal, y este año han sido seleccionados este año para AIEnRUTa-Latinos, el programa español que organiza la AIE (Asociación de Artistas e Intérpretes) para tender puentes con los músicos del otro lado del charco. Un avión les ha traído a Madrid —por primera vez— en pleno huracán social chileno, con una Mon Laferte denunciando en los Grammy latinos la terrible situación de violencia que sufre el país. Y Combo Chabela, en sus palabras y sus canciones, tampoco se quedan al margen.
Los seis miembros del combo —Freddy Góngora, Dino Barrientos, Patrick Reolon, Pancho Mercado, César Jofré y El Enmascarado— se autodefinen como un «tutti frutti» por sus diferentes procedencias y gustos estilísticos, algo que se percibe también en sus canciones. Sus orígenes musicales eran puramente festivos, pero sus letras no tardaron en coger un peso más social. Debutaron en 2014 con Welcome to cumbia, partiendo de ese género —ellos lo llaman «cumbia chilombiana», a caballo entre Chile y Colombia— y cuatro años después editaron su segundo largo, El canto de los pueblos (2018). Este último es un trabajo muy ecléctico, en el que caben la cumbia, el reggae, el rock, elementos del ska, el rap… y otros ritmos bailables de su tierra. Se atreven incluso con el jazz gitano y el foxtrot. “Integramos acordeones, elementos del norte de Chile, mezclamos cosas asiáticas, elementos folclóricos… cazamos sonidos de todos lados”, aclaran.
Al cuarteto clásico de rock —batería, bajo, guitarra y voz— le añaden siempre la trompeta y el saxo, y en ocasiones un charango o un acordeón, entre otros instrumentos. Musicalmente son pura celebración y baile, aunque sus letras están lejos de ser ligeras o livianas. Los textos del vocalista y compositor, plagados de enjundia, enfocan los problemas que atraviesa su país. «Las letras tienen un sentido social, intento comunicar lo que siento, lo que pienso, lo que creo que podemos hacer como artistas, comunicar las realidades que pasan, es el sentido que tiene para mí el grupo», afirma Freddy Góngora. Música y letra apuntan en direcciones distintas en una dicotomía que refleja su cultura y su momento de crisis. «Nosotros, como latinoamericanos, tenemos muy presentes los dos mundos: el mundo de la fiesta y el mundo de la protesta. En Chile hay una revolución social y la gente está en las poblaciones resistiendo a la policía escuchando cumbia. Siempre ha sido la música de los más desposeidos», reflexiona. Ellos usan esos ritmos bailables para invitar, a la vez, «a la diversión y a la reflexión».
Esa manera de posicionarse les acerca a nombres como Juanito Ayala, cantante que bebió de Mano Negra, The Doors o Víctor Jara, y Vicente Cifuentes, cantautor a quien atribuyen haber «chilenizado» la canción y los ritmos de bachata. Por sus letras se sienten más próximos a músicos de otros géneros: «Las bandas que hacen nuestro estilo de música no dicen nada, y las evitamos. Con los cantautores nos llevamos mejor, nos diferenciamos de la música bailable en el contenido».
Un disco casi premonitorio
El canto de los pueblos vio la luz en 2018, antes de la oleada de violencia que está viviendo Chile en los últimos meses. La tensión social que se estaba generando allí generó el caldo de cultivo que refleja este disco, que ahora tiene aún más significado que cuando lo compusieron. Es inevitable preguntarles si uno, en Chile, puede expresarse ahora libremente: “Es un escenario complejo. No podría hablar de una censura directa, cuando estaba Pinochet había una dictadura de facto, pero después cambiaron las cosas. Quizá la seudodemocracia hizo que la gente creyera que podía decir cosas, pero hasta cierto punto. Cuando ya eres molesto de verdad te secuestran y dicen que te suicidaste”, lamentan.
«Parte de nuestra consigna es la resistencia, hay que cantarla: sigo siendo músico, voy a seguir cantando»
La prueba de la falsa libertad que atraviesan se confirma en el trabajo: cuando se cantan letras que incomodan disminuyen las contrataciones. «Hay contenidos que de verdad molestan y otros no. “Como te explico” logramos que sonara en radios, y para nosotros es un triunfo, porque es un mensaje transversal. Es político, pero habla del medio ambiente y la naturaleza afecta a todos por igual. Quizá con ese tema fueron más blandos y pudo sonar, pero nos han pedido que no digamos cosas en conciertos. Íbamos a tocar en un escenario muy grande, la gente que nos contrató del gobierno regional nos pidió que no habláramos de un problema que estaba pasando con la salud pública. Pero lo hicimos igual». No se callan: «Ya nos tienen catalogados de “revolucionarios”». Y su música ha empezado a sonar más que antes: «Cuando hay una revolución lo cultural cambia mucho. Los medios que solo retransmitían reggaeton ahora retransmiten nuestros temas. Cambia el paradigma».
Una canción sobre el maltrato ecológico al que estamos sometiendo al planeta —«Cómo te explico / la Tierra se muere y muere mi corazón»— les abrió las puertas de las radiofórmulas a pesar de que el tema de fondo seguía siendo una crítica social, como se aprecia en varios de los versos: «la culpa de mi ruina es la sociedad», «soy ilegal como una huelga sin permiso» y «en un país como Chile, Latinoamérica sigue engordando el bolsillo de ambiciosos y viles». La situación de su región, al sur de Chile, también se refleja en la metáfora que lanzan en “Me perdí en el agua”: «Ya no tengo miedo / soy musgo y crezco con la humedad». No es solo un recurso poético, es la realidad geográfica que les rodea, pues viven en una zona que es un humedal gigante: «Nuestra ciudad está emplezada en una selva, rodeada de ríos, llueve todo el año. Jugamos con eso. El otro día se hizo famoso un grito, allí en Valdivia, porque hay un carro que cuando reprime tira agua a la gente para que se disperse en las protestas. Le llaman el guanaco, como el animal que escupe. Se hizo famoso el grito de un manifestante que en un vídeo dijo: “¡No le tengo miedo al agua, soy valdiviano!”. Es una manera de usar esa metáfora». Se posicionan al lado de los chilenos y lanzan el mensaje de una sociedad sin miedo, alentando con sus canciones a la resistencia.
Este año han publicado una canción muy reivindicativa, subida a Youtube y titulada “Que se vayan los Pacos”, en alusión a la policía: «Queremos que se vayan, que no haya más muertos. Intentamos apoyar de esa manera».
Primera escapada europea
Las horas que pasan en el escenario, a pesar de lo descorazonador de la situación chilena, las convierten en una fiesta para motivar al pueblo. «Intentamos inyectar al público energía, y con las letras generar un impacto social. Nos consideramos la voz de mucha gente», expresan. «La gente necesita gritar lo que le está pasando». En noviembre han protagonizado su primera gira española, que les ha llevado por escenarios de Madrid, Córdoba y Sevilla. Allí han demostrado que su fuerte es el directo: «Hacemos un show potente, dinámico. Hay temas más tranquilos, más románticos, más bailables… bien potente, la gente conecta mucho. Es una montaña rusa». Para lograrlo desfilan por el escenario desde cencerros y congas hasta baterías electrónicas y samplers.
Este viaje ha sido su primer contacto con Europa y, debido al estallido social, no se han limitado a ser solo mensajeros de sí mismos; también se han sentido embajadores de lo que está viviendo su país: «Estamos muy contentos de estar acá, no esperábamos venir tan pronto. Es una gran responsabilidad, porque queremos hacerle saber al mundo lo que está pasando, como ha hecho Mon Laferte en los Grammy. Tenemos la responsabilidad de hacerlo porque nuestras letras hablan de eso». Las próximas canciones ya están cobrando forma en el estudio porque, pase lo que pase en su país, están decididos a seguir trabajando, como afirma Freddy: «Siento que la música tiene un espíritu sanador. Nosotros también nos vemos afectados en nuestro trabajo, parte de nuestra consigna es la resistencia, hay que cantarla: sigo siendo músico, voy a seguir cantando. Está todo el país en esa misma tónica, no hay que tenerle miedo. Morir de pie es mejor que vivir de rodillas».