FONDO DE CATÁLOGO
«Un trabajo abrupto, angosto pero directo al alma»
Eduardo Izquierdo nos guía hasta 2009 para encontrarnos uno de los últimos trabajos de Kris Kristofferson: el muy recomendable Closer to the bone, un disco producido por Don Was en el que se oye hasta la respiración del músico de Texas.
Kris Kristofferson
Closer to the bone
NEW WEST, 2009
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
En 2006, se anunciaba This old road como el último disco de Kris Kristofferson. No lo fue, porque tras él vino Closer to the bone (2009) y a continuación Feeling mortal (2013). Cada uno de ellos pareció ser el punto final. Pero ese mérito, hasta ahora, se lo queda The Cedar creek sessions, que no deja de ser un álbum de 25 de sus canciones regrabadas. De todos ellos, de lo que podríamos interpretar como la discografía del nuevo siglo del viejo forajido, servidor se queda con Closer to the bone. Confieso que cada cierto tiempo lo recupero, y hace muy poco tuve una buena excusa para volverlo a hacer. Porque el pasado junio Kristofferson cumplió 85 años y volver a esas canciones era una forma magnífica de celebrarlo. Lo hago a menudo, como decía. Aunque solo sea una pequeña dosis. Una canción. Unos acordes.
Igual que en su anterior This old road, la sombra de las American recordings de Johnny Cash sobrevuela todo el disco. Un Cash al que, precisamente, está dedicado uno de los temas que se incluyen en el álbum. Ese “Good morning John” compuesto originalmente en 1970. No es el único homenaje del disco. También está “Sister Sinead”, dedicada a a Sinéad O’Connor. Cabe recordar que en la grabación del concierto homenaje a los 30 años de Bob Dylan, en 1992, O’Connor fue abucheada en el Madison Square Garden, cosa que le impidió actuar. La irlandesa había roto en público una foto del Papa días antes y fue castigada de esa manera por la puritana sociedad yanqui. Cuando se retiraba apesadumbrada del escenario, Kristofferson fue el único que la acogió diciéndole que no hiciera caso «a esos bastardos». Ahí se forjó su amistad, aunque ya se conocían, y esta canción es el reconocimiento de Kris a su amiga.
Un jefazo. Eso está claro. Y ya que estamos con Dylan, creo que Kris siempre ha estado más cerca de Bob que de Hank Williams. Por actitud y por profundidad. Aunque su sonido le situaba en el terreno de sus amigos Cash, Waylon Jennings o Willie Nelson. Como muchos, sufrió en los ochenta. Y es que pocos son los grandes que supieron sobrellevar con dignidad esa década. Todos tuvieron su bache: Dylan, Young, Hiatt, Mellencamp, Petty… Unos más acusado y otros menos, pero todos sufrieron. Y Kristofferson no iba a ser menos. Para él la desidia se alargó hasta los noventa, donde empezó a recuperarse.
¿Y el nuevo siglo? Pues el bueno de Kris volvió en 2006 tras siete años de silencio discográfico con un álbum enorme, el ya comentado This old road, y una amenaza: la de que iba a ser su último disco. Pero por suerte, como hemos visto, era una falsa alarma. Closer to the bone, tres años después, fue la prueba. Un disco crudo que además se convierte en el testamento musical de su colaborador habitual Stephen Bruton, fallecido poco después, al que acompaña su otro inseparable Jim Keltner a la batería. Un trabajo abrupto, angosto pero directo al alma. Producido de nuevo por Don Was, muestra a Kristofferson en una majestuosa madurez a sus 73 años. Se le oye respirar, suspirar, hasta casi soñar. No es un disco perfecto y ahí reside parte de su grandeza: en la imperfección que lo acerca al oyente. Éste solo tiene que cerrar los ojos para imaginarse a Kris en un porche, sentado en una vieja mecedora, cantándole esas canciones cara a cara. Temas que hablan de sus amigos, de la propia vida y también de la muerte. Canciones eternas como “Hall of angels”, “Let the walls come down” o la titular. Composiciones llenas de sentimientos a flor de piel. Y aunque a fin de cuentas solo sean canciones, con eso, casi siempre, hay más que suficiente.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: The real thing, de Faith No More.