“La traslación del formato televisivo, inmediato y directo, del humor de Amy Schumer a los cánones de la comedia romántica hollywoodiense se ha dejado por el camino la mayor parte del impacto (y por tanto del valor) implícito en su trabajo, supeditado irremisiblemente a las dos principales debilidades del cine de Apatow (más como director que como productor) desde sus inicios: el conservadurismo y la previsibilidad”
“Y de repente, tú” (“Trainwreck”)
Judd Apatow, 2015
Texto: HÉCTOR GÓMEZ.
Encumbrado como una especie de pope de la Nueva Comedia Americana desde su primer largometraje como director, “Virgen a los 40” (“The 40 year old virgin”, 2005), Judd Apatow se ha convertido, en su triple faceta como productor, guionista y realizador tanto en cine como en TV, en una marca registrada de éxito en taquilla y en una figura bajo cuyas alas ha crecido y alcanzado el éxito toda una generación de cómicos surgida del mundo de la stand up comedy o la inagotable cantera del “Saturday night live”.
A esta interminable lista (Seth Rogen, Jonah Hill, Steve Carell, Kristen Wiig, entre otros) se suma en última instancia Amy Schumer, protagonista de “Y de repente tú” (“Trainwreck”, 2015), cinta en la que por primera vez Apatow filma un material ajeno, que lleva la autoría exclusiva de esta actriz surgida de los sketches del programa “Inside Amy Schumer”, pequeñas píldoras de humor irreverente, corrosivo y tremendamente libre. Unas coordenadas condenadas a encontrarse en algún momento con los ubicuos tentáculos del universo Apatow.
Sin embargo, la traslación del formato televisivo, inmediato y directo, del humor de Amy Schumer a los cánones de la comedia romántica hollywoodiense se ha dejado por el camino la mayor parte del impacto (y por tanto del valor) implícito en su trabajo, supeditado irremisiblemente a las dos principales debilidades del cine de Apatow (más como director que como productor) desde sus inicios: el conservadurismo y la previsibilidad. “Y de repente tú” empieza girando en torno al personaje de Schumer, una mujer libre, independiente, que se emborracha como una cuba y practica (en abundancia) el sexo sin compromiso y sin ataduras. Un perfil atractivo si se trata de huir de los cánones de la romcom al uso (y más cuando se presenta en una mujer), pero que se viene abajo cuando conoce a un médico deportivo (un muy desaprovechado Bill Hader) sobre el que tiene que escribir un artículo para su revista y del que inevitablemente se enamorará para su pesar. A partir de entonces, todo lo que de rompedor e innovador podría tener el personaje de Schumer se acaba ahogando en los clichés que la comedia romántica americana lleva practicando desde hace casi un siglo.
Así, por mucho que el producto se embellezca con los diálogos afilados y explícitos marca de la casa, lo que queda en el fondo es, una vez más, una defensa implícita de las relaciones monógamas y estables, y la asunción de que, llegado el momento de madurez, la felicidad está en despertar todas las mañanas con la misma persona en lugar de con alguien diferente cada vez. Un mensaje a veces contradictorio con la forma en la que se presenta. Un envoltorio en apariencia mucho más libre y desprejuiciado que en las comedias al uso, pero cuyo trasfondo conservador no deja de ser una constante en la mayoría del cine de Apatow y que Amy Schumer parece haber hecho suyo en este film que debe servirle como plataforma de lanzamiento hacia el público mainstream. Curiosamente, los mejores hallazgos de “Y de repente tú” los encontramos en el lugar más inesperado, ya sea en una mirada de LeBron James o en una frase de John Cena, superestrellas del deporte americano que, afortunadamente, más que meras comparsas son personajes con peso en esta comedia con buenos momentos pero demasiado esclavizada por las exigencias morales de la sociedad biempensante de la que tan difícil resulta escapar.
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Anterior crítica de cine: “Misión imposible: nación secreta”, de Christopher McQuarrie.