«Un musical legítimo, donde el jazz transforma la película marcando el ritmo y tempo del montaje en las secuencias que capturan el virtuosismo de Andrew»
«Whiplash»
(Damien Chazelle, 2014)
Texto: CÉSAR USTARROZ.
Ay, amigo Andrew… lo tienes casi todo para emular a Buddy Rich pero el ritmo de la obstinación no es suficiente. ¿Necesitas la medicina de Keith Moon para coger el compás? Que corra la sangre con un swing de fusta y arranque la fiesta. Que un instructor de nervioso pellejo te imprima un método malévolo. Un antagonista que no lo es tanto porque en su naturaleza se encuentra tu músculo gemelo. Golpea y gobierna a la orquesta, redobla la carrera de baquetas, encoleriza el metrónomo, neurótico se mueve tu brazo de oro… hostiga las caderas de “Whiplash”, harás que esta película triunfe como musical.
Un musical legítimo, donde el jazz transforma la película marcando el ritmo y tempo del montaje en las secuencias que capturan el virtuosismo de Andrew como baterista solista. Y joder, suena veraz el equilibrio entre documental y ficción, y creíble el personaje de Andrew (Miles Teller) cuando mantiene el pulso al energúmeno de Flecher (J.K Simmons).
No obstante hay que saber ver una moral precaria. La rivalidad entre banda de imágenes y banda sonora tiene como resultado la consecución de un film consagrado a la progresión de un aprendiz, al éxito profesional que valida cualquier procedimiento. Ese arribismo americano, ese todo por la gloria con el que hay que estar en desavenencia sin embargo no consigue declinar la recomendación por verla.
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Anterior crítica de cine: “Corazones de acero”, de David Ayer.