“El enorme potencial de “Starred up” está en su capacidad para mostrar las dificultades de mantener la dignidad individual y de sentirse en comunidad en un contexto coercitivo como es una cárcel”.
“Starred up” (Convicto)
David Mackenzie, 2013
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
Dentro de un subgénero encorsetado y repetitivo como es el drama carcelario resulta complicado encontrar ejemplos que nos sorprendan y nos dejen la sensación de haber visto algo diferente. Sin llegar al nivel de subversión de “Bronson” (Nicolas Winding Refn, 2008), “Starred up (Convicto)” (David Mackenzie, 2013) sí consigue alejarse del maniqueísmo habitual de estos filmes para presentarnos un enorme abanico de personajes muy cercanos y humanos.
La película, a pesar de una buena recepción crítica en Gran Bretaña, nos llega a España con más de un año de retraso, en una acción cada vez más común en la distribución en nuestro país del cine internacional menos comercial. De ahí que el impresionante estreno en pantalla grande de Jack O’Connell (conocido previamente por la serie “Skins”) esté aquí filtrado por su también excelente trabajo en “71” (Yann Demange, 2014) y sobre todo en “Unbroken” (Angelina Jolie, 2014). En su encarnación del joven convicto Eric Love, el actor británico transmite con maestría (y casi sin palabras) los complicados matices del personaje, orgulloso y salvaje pero inocente, consiguiendo así que sus repentinos estallidos de rabia pongan los pelos de punta al espectador.
Pero a pesar de la muy loable actuación de protagonista y secundarios, es en el guión donde podemos encontrar lo mejor (aunque también lo peor) de “Starred Up (Convicto)”. El texto, escrito por Jonathan Asser, se basa en su propia experiencia como terapeuta en prisiones, e incluso utiliza un trasunto ficcional de sí mismo interpretado por Rupert Friend, y consigue presentar en pantalla una imagen naturalista y humanizada de los presos. Porque sí, hay guardias y funcionarios despreocupados, la comida es pésima y las instalaciones están en mal estado, pero para muchos de los reclusos el verdadero enemigo son ellos mismos, perseguidos a diario por sus problemas de identidad, sus miedos y angustias, y una generalizada incapacidad para establecer y mantener relaciones personales.
Si bien ciertas situaciones rozan peligrosamente el melodrama, haciendo que la creación y aparición de estas conexiones personales pueda resultar en ocasiones artificial y forzada, el enorme potencial de “Starred up” está en su capacidad para mostrar las dificultades de mantener la dignidad individual y de sentirse en comunidad en un contexto coercitivo como es una cárcel. En el fondo, se busca criticar una institución centrada en el castigo, que se despreocupa a la hora de profundizar en los orígenes de la violencia y que tiende a olvidar que los presos son también seres humanos, con todas las contradicciones que esto conlleva.
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Anterior crítica de cine: “Focus”, de John Requa y Glenn Ficarra