«Contra una pared inmoral, a cielo abierto se estrella “Rebelde” como una sandía, quebrando África en mil pedazos, sangrando mineral a culetazos de Kalashnikov»
«Rebelle»
(«Rebelde», Kim Nguyen, 2012)
Texto: CÉSAR USTARROZ.
Como bien excava la pala de Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, del Potosí boliviano, de ese cerro secular en cuya roca está labrada la injuria del colonialismo, todavía subsiste una “colcha de retazos” por la que partirse el espinazo.
Infancia reclutada por una guerra que se reparte migajas de coltán (inorgánica materia por la que transita el “whatsapp”), superstición que desordena la vida cotidiana y seres acorralados por el color de la piel. Estos son los principales tributos que significa “Rebelle”, cargas sentidas por una actriz (Rachel Mwanza) que convierte en documental la ficción escenificada por su personaje (Komona). Pero el verismo de “Rebelle” no descansa solamente en Rachel Mwanza. Los primeros planos de la película que captura la óptica tele nos colocan en una posición satélite respecto a la aldea que habita Komona. Sin querer lastimar, pero acoplándonos inevitablemente en un punto de vista externo, intencionadamente buscado para señalar nuestra culpa eurocentrista.
De pasada vemos parte del eslogan de uno de los toldos que hace de pared provisional: “Partager notre monde” (compartir nuestro mundo). Y con el movimiento de cámara nos acercamos al primer plano mientras escuchamos la voz interior de nuestra protagonista. La vibrante cámara al hombro seguirá a Komona y a su accidental compañero Magicien (mago albino encarnado por Serge Kanyinda). Una cámara que por momentos se estremece como el fusil de asalto sostenido por un niño. Ni por esas se nos regala el oído con una música extradiegética que motive la condescendencia forzando el melodrama. A cambio recibimos la expresión sonora autorizada para conferir realismo al tono naturalista que construye progresivamente el director canadiense Kim Nguyen: un crisol de voces humanas, animales domésticos y golpes secos extraídos del estado del alma, coloreando el mapa vital de un pueblo africano cualquiera que prosigue con su actividad diaria sin detenerse, comportándose de manera autómata, sin esperanzar la suerte individual.
Contra una pared inmoral, a cielo abierto se estrella “Rebelde” como una sandía, quebrando África en mil pedazos, sangrando mineral a culetazos de Kalashnikov. Nos toca cubrirnos con esa colcha que zurce Nguyen, aunque nos cueste alguna que otra úlcera de espíritu.
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