«Si en algún sitio encaja este elenco de pijos es en un escenario de frívolos cortesanos»
«Mucho ruido y pocas nueces»
(«Much ado about nothing», Joss Whedon, 2012)
Texto: CÉSAR USTARROZ.
En la próspera Mesina, gobierna el venturoso Leonato una corte de lozanas mancebas; todas ellas casaderas, se disponen prestas a recibir con enagua en alto las huestes del príncipe Pedro de Aragón, de visita por los dominios más montaraces de su Mediterráneo. Entre los validos ibéricos reconocemos al joven Claudio, que rápido se enamora de la melindrosa Heros, hija de Leonato. La recatada Heros es más estrecha que el trecho que separa Sicilia de Calabria, a lo que Don Pedro propone suplantar la indecisión por el afán colonizador. Haciéndose pasar por Claudio, el delfín maño abrirá el corazón de la doncella con el único propósito de entregárselo al amoroso pretendiente. Junto al infante también descabalga el atrevido Benedicto, recibido por Beatriz (prima de Heros) con ingeniosos escarnios. No le va a la zaga Benedicto escupiendo inventivas cuando se trata de negar pasiones escondidas, y pronto supondremos que en un pasado cercano hubo rencillas de alcoba; quizá quedó inacabada la barragana, tal vez quedó insatisfecho el caballero, pero entre los diletantes del amor anda el juego de una feroz afrenta que todos conocemos como se liquida. La comitiva que llega a la hacienda la completa el bribón de Don Juan, hermano bastardo de Don Pedro que con tretas se la juega a Claudio difamando la castidad de Heros. Arrimando su vileza a los romances que allí se negocian, Don Juan emponzoña la comedia con un hálito de tragedia. Aunque los duelos con pan son menos, y la tirria sucumbirá a los donaires de la nobleza.
Esta es la historia de “Mucho ruido y pocas nueces”, de William Shakespeare, versionada con poca gracia por Joss Whedon. Universalmente conocidos son los rasgos que guardan los personajes secundarios en la obra de Shakespeare, depositarios de un contrapunto cómico que les hace levitar sobre el drama que de por sí conlleva la rigurosidad de la historia, siempre bajo la forma de la sátira y la ironía, poniendo voz al excepcional dramaturgo inglés. Pues bien, bajo el disfraz de la contemporaneidad, el “Much ado about nothing” de Joss Whedon nos ofrece unas interpretaciones menos calibradas que una escopeta de feria. La ineptitud de las fuerzas del orden se queda en una superficial memez que consiste en torpes y vulgares tropezones, con gags que no se tragan ni con una “ele” de “Purple haze”. Los villanos que escoltan a Don Juan parecen salidos del parvulario, tan falsos como el “botox” de Alicia Sánchez-Camacho. Y la música no puede ser más cursi, dejaría a la Oreja de Van Gogh más roja que un sabañón… Pero hay buena puntería, porque si en algún sitio encaja este elenco de pijos es en un escenario de frívolos cortesanos.
Dejémoslo ahí, antes de que la comparación convierta a Kenneth Branagh en un maestro de la adaptación.
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Anterior crítica de cine: “12 años de esclavitud”, de Steve McQueen.