«Es el resultado de reproducir la realidad de una ficticia familia norteamericana durante doce años de proceso de rodaje»
«Momentos de una vida»
(«Boyhood», Richard Linklater, 2014)
Texto: CÉSAR USTARROZ.
Como atraídos por una piedra magnética, impotentes al deslumbramiento que provoca “Momentos de una vida”, no osaréis desafiar a la influencia.
Richard Linklater estrena en España el resultado de reproducir la realidad de una ficticia familia norteamericana durante doce años de proceso de rodaje. La conclusión de un proyecto de tal envergadura, manteniendo el equilibrio narrativo y tonal, merita por sí solo a la gratitud, porque Linklater homenajea al cine (y a Tarkovski) como herramienta que posibilita la experiencia de recuperar el tiempo perdido. Sublime.
Admitamos que este hito destella lo suficiente como para cegar al incauto que mira sin filtro. La compresión del tiempo dilatado alcanza la dicha técnica y teórica ajustándose a una realidad clasista y condescendiente; defendida y compartida por una colectividad que renuncia a la sustantividad, y sobre todo, a la resistencia y la fractura de los límites del conocimiento planteados en “Waking life” (2001). Al parecer se comparte un sistema de valores que pierde frescura y genera más cursilería que la tercera entrega de su trilogía (“Antes del anochecer”, 2013).
“Los momentos de una vida” de clase media americana, según la fingida asepsia de Linklater, se pueden reducir al siguiente fundamento capital: paso del espíritu libre al espíritu sometido porque es ley de vida, entendida como la transición del GTO Camaro a la furgoneta familiar. El dirigismo en la selección de los instantes de esa realidad aumenta a medida que crece Manson (Ellar Coltrane) y observa los cambios a su alrededor, especialmente los experimentados por sus referentes más inmediatos, los padres (excelentemente interpretados por Ethan Hawke y Patricia Arquette). Las lecciones morales también crecen en insustancialidad y simpleza, pues aprenderemos que estudiar nos llevará a dejar atrás la ignorancia que achica al paleta para poder acceder al respeto social. Si existe reflexión crítica en esta cinta de Linklater, sin duda que subyace de forma muy encubierta. Es la joya que necesita la corona.
Ya advirtió Aleister Crowley en su paso por Logroño que allí no había cocainómanos. Lo que no sabía Aleister es que era la hora de la siesta. Cada cosa tiene su momento, y la subversión deja paso a la sumisión con el transcurso del tiempo.