“No es, probablemente, la obra más memorable que el talento del guionista y director puede concebir, pero es un paso adelante –y en especial respecto a la histeria melodramática y pretenciosa de ‘Margot y la boda’ (Margot at the Wedding, 2007)− hacia la consolidación de un autor con una sensibilidad especial para capturar a personajes enfrentándose a cambios vitales”
“Mientras semanos jóvenes” (“While we’re young”)
Noah Baumbach, 2014
Texto: JORDI REVERT.
En grandes películas como “Esplendor en la hierba” (“Splendor in the grass”, Elia Kazan, 1961), la juventud es un relámpago cuya descarga es arrebatada e irrepetible. Y en ellas el final de ese periodo inconsciente de la mortalidad de todo es necesariamente amargo, una brecha indefinida que abandona a los personajes a un crepúsculo que ya no veremos. El tránsito que hay entre esa juventud febril y la asunción de que los mejores días han pasado, sin embargo, es esa etapa menos visible en el cine, y sin embargo enormemente estimulante en la exploración emocional de una identidad en conflicto, a la fuerza empujada a aceptar transformaciones. En ese terreno, Noah Baumbach ha pulido el diálogo como herramienta de disección, primero desde una perspectiva más afín a la comedia alleniana, en “Frances ha” (2012), y ahora con un Bergman de bolsillo con alguna que otra esencia de la Nueva Comedia Americana. “Mientras seamos jóvenes” no es, probablemente, la obra más memorable que el talento del guionista y director puede concebir, pero es un paso adelante –y en especial respecto a la histeria melodramática y pretenciosa de “Margot y la boda” (Margot at the Wedding, 2007)− hacia la consolidación de un autor con una sensibilidad especial para capturar a personajes enfrentándose a cambios vitales.
Mientras seamos jóvenes lleva a buen puerto esa idea en buena parte gracias a unos Ben Stiller y Naomi Watts siempre compenetrados en el proceso de asimilación de distintos ritmos de amargura, decepción, rebelión o aprendizaje de un matrimonio entrado en los 40 que ve revolucionada su cotidianeidad al conocer a una pareja joven. A partir de esa premisa, Baumbach aprovecha el relato para además articular una suerte de ensayo sobre el cine documental que pone en primer plano debates como la veracidad o la hermenéutica de la no ficción y sus posibles intoxicaciones en el contexto de un desempeño del arte asociado al éxito a cualquier precio. La propuesta, aunque mordaz, acaba por no ser más que un elemento de apoyo que en última instancia sirve para relativizar mitos y activar la catarsis que da pie a la lección final. Aquí lo que realmente importa es la loable capacidad del director para gestionar batallas emocionales, internas y de pareja, para hacerlas extensibles a un espectador que puede identificarse en los complejos multiniveles de una vida en pareja. La palpable vulnerabilidad y la honestidad revestida de sagaz diálogo que hacen de ella una película agradable y agridulcemente sincera.
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