Cine: “Marte”, de Ridley Scott

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“Marte aboga desde el principio por una sci-fi despojada de grandilocuencias y un relato de supervivencia anclado en el desenfado y el sentido del humor antes que en la gravedad”

 

 

 

“Marte” (“The Martian”)
Ridley Scott, 2015

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

A lo largo de la década pasada y lo que llevamos de esta, Ridley Scott se había demostrado un cineasta constante que, lejos de los barrocos ejercicios de su hermano Tony, parecía conformarse con un cine tan correcto como. Pese a ello, la fría recepción de títulos como “American gangster” (2007), “Red de mentiras” (“Body of lies”, 2008) y “Robin Hood” (2010) probablemente despertó en el director la consciencia de que urgía más que nunca recuperar algo del talento que había levantado, hacía ya demasiado tiempo, una producción como “Alien, el octavo pasajero” (“Alien”, 1979). La vuelta a la mitología diseñada por Giger y Moebius, y con ella a las zonas más oscuras del género, dieron con una película altamente irregular, pero con toda seguridad más llena de vida que sus trabajos previos: entre los aspectos más interesantes de “Prometheus” (2012) estaba su notable esfuerzo por diseñar el caldo de cultivo para el hito alienígena de Scott, la intención muy seria de volver a encontrar su mejor versión pese a friccionar irremediablemente contra el progresivo adormilamiento de sus imágenes.

Quién iba a sospechar que, pocos años después, una actitud opuesta hacia el género iba a dar como fruto una de sus más dignas aportaciones a este. A partir de la novela de Andrew Weir y con la complicidad en el guion de Drew Goddard, “Marte” aboga desde el principio por una sci-fi despojada de grandilocuencias y un relato de supervivencia anclado en el desenfado y el sentido del humor antes que en la gravedad. La opción, que a priori podría presumirse como más liviana e intrascendente, determina una optimista postura ante la adversidad en la que solo el empeño en sobreponerse a lo que venga puede permitir que suceda –idea matemáticamente sintetizada por el propio Mark Watney (Matt Damon) en la última secuencia−. Solo mediante el éxito, esa conducta positiva y casi ingenua puede finalmente validar su razón de ser frente a la eterna exigencia de severidad que parece acompañar a la ficción. Hasta entonces, los repetidos planos de Watney circulando con el Rover los valles marcianos ilustran esa cruzada mientras constituyen una lírica del explorador enfrentado al vasto horizonte, como si se tratara de un pionero atravesando el paisaje de un western en el que todavía no se han concitado el resto de elementos fundadores. De hecho, la película de Scott podría tildarse fácilmente de coral si atendemos a la larga lista de personajes, casi siempre insulsamente tópicos, presentes para dar fe de los entresijos de la NASA y las misiones espaciales. El corazón de la obra, sin embargo, está en esa oposición despreocupadamente poética en la que el protagonista se obliga a dar otro paso más a sabiendas de que lo acercará a la salvación, pero también al −orgulloso− descubrimiento. En el bellísimo final de “Interstellar” (Christopher Nolan, 2014), el astronauta se embarca de nuevo en un viaje espacial casi como una rutina, como si asumiera la existencia de un impulso en la condición humana que empuja a buscar nuevos mundos. “Marte” parece llegar a esa misma conclusión sin pompa dramática y con un espíritu más lúdico, en el que es núcleo un Matt Damon que se apropia perfectamente del carácter afable e indestructible del personaje.

 

 

 

Anterior crítica de cine: “Yo, él y Raquel”, de Alfonso Gómez-Rejón.

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