Cine: “Love & mercy”, de Bill Pohlad

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“Allí donde otros recurren al clásico arco dramático de ascensión, caída y redención subrayando los aspectos más sórdidos del retratado, Pohlad ha preferido un complejo mosaico que se erige, exactamente como el ‘Pet sounds’, como una polifonía de intenciones a veces discordantes y siempre armónicas que dan como resultado una obra única”

 

 

 

“Love & mercy”
Bill Pohlad, 2015
Texto: JORDI REVERT.

 

 

En 1966, el lanzamiento del “Pet sounds” de The Beach Boys marcaba un giro drástico en la carrera del grupo californiano. El verano, la playa, las chicas y el surf que hasta entonces les había proporcionado grandes éxitos daban paso a una obra experimental, llena de sonidos y voces inusitadas que componían una perfecta oda a la vulnerabilidad emocional. Aquel sería el disco que iba a medir el talento verdadero de Brian Wilson y sus hermanos, pero también el que iba a hacer música de los fantasmas y la torturada mente del alma de los Beach Boys.

¿Cómo una película podría hacer justicia a esa obra maestra del pop? ¿Cómo un biopic podría acercarse a la figura de Wilson respetando la esencia de su música? Está claro que en el origen de “Love & mercy” estas preguntas preceden a cualquier planteamiento de Bill Pohlad. Y la respuesta, afortunadamente, revienta todos los lugares comunes y vicios del más rutinario cine biográfico. Allí donde otros recurren al clásico arco dramático de ascensión, caída y redención subrayando los aspectos más sórdidos del retratado, Pohlad ha preferido un complejo mosaico que se erige, exactamente como el “Pet sounds”, como una polifonía de intenciones a veces discordantes y siempre armónicas que dan como resultado una obra única.

En su filme, lleno de estímulos para aquellos que deseen incursiones profundas en la banda y la música que aman, se pueden leer otros muchos: el relato biográfico con la esquizofrenia como trágico lastre, a menudo excesivo en su acumulación de imágenes mentales pero felizmente experimental en su tortuoso juego de voces en la banda sonora y sostenido por un John Cusack frágil e intenso; la inmersión total en el proceso creativo del gran hito de la banda, mediante un cúmulo de secuencias en las que la cámara parece un invitado más, flotando en el estudio como en “Sympathy for the devil” (“One plus one”, Jean-Luc Godard, 1968) para ser testigo de las innumerables pruebas y matices que componen progresivamente un disco revolucionario; esporádicos apuntes directamente heredados del pop cinema practicado por Richard Lester para los Beatles; y un romance nada complaciente que se desarrolla con la misma honestidad sentimental que atesoran las letras de Wilson. La suma de esas películas en una hace de “Love & mercy” una experiencia exhaustiva y extrañamente hermosa. Un retrato que alcanza el corazón mismo de la relación del creador con su obra, despojado de detalles accesorios y/o morbosos para entender la personalidad que se atrinchera en cada canción.

 

Anterior crítica de cine: “Terminator: Génesis”, de Alan Tylor.

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