“Un curioso y sombrío filme tan dependiente de sus modelos cinematográficos que no alcanza a presentarse como una creación realmente personal”
“Lost river”
Ryan Gosling (2014)
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
Con “Lost River”, el actor Ryan Gosling se estrena no sólo como director sino también como guionista, dando como resultado un curioso y sombrío filme tan dependiente de sus modelos cinematográficos que no alcanza a presentarse como una creación realmente personal.
La película, donde destaca la siempre fascinante Christina Hendricks (“Mad men”), sigue a un dispar grupo de personajes mientras vagabundean e intentan salir adelante en un entorno suburbano en decadencia. Las historias de los diferentes protagonistas encajan a la perfección con los agobiantes escenarios en que habitan, pero no existe una verdadera red que ponga en común los miedos y desasosiegos que todos ellos comparten. La película se resiente del intento de poner todas las tramas juntas, forzándolas a compartir espacio y tiempo en lugar de desarrollarlas independientemente (sobre todo porque alguna de ellas se merecería un universo propio).
Sin embargo, el film sí consigue crear un ambiente relativamente unificado, desolador a la vez que hipnótico. Domina un tono oscuro y perturbador que genera una cierta incomodidad, recordando al trabajo musical de Gosling con “Dead man’s bones”, y que juega (en algunas ocasiones con más acierto que en otras) a diluir el límite entre lo real y lo extraordinario. Al llevar la verosimilitud al extremo a partir de la potenciación de los valores estéticos de la imagen, la película no podría ser más obvia en sus referentes: la poesía de la imagen y el tiempo de Terence Malick, la parsimonia apagada del mejor Gus Van Sant (“Gerry” y “Paranoid park”, no “El indomable Will Hunting”), el surrealismo de David Lynch (inesperado y esperpéntico baile incluido) y, sobre todo, el uso del silencio y la luz y tonalidades saturadas de las últimas realizaciones de Nicolas Winding Refn, protagonizadas, no casualmente, por el mismo Ryan Gosling. Así, “Lost river” demuestra saber perfectamente de dónde viene pero no dónde quiere ir, quedándose en un intento por parte de su director de mostrar al mundo que él también tiene una voz propia.
La película nos deja pues una sensación ambigua: por una parte, resulta complicado deshacerse de la idea de que la película es fruto de la necesidad de autoafirmación de su realizador pero, por otra, tampoco podemos dejar de pensar que tal vez Ryan Gosling sea un director al que seguir la pista. Siempre y cuando se dé cuenta de que el buen cine suele requerir mucho más que un individuo intentando demostrar que posee un complejo mundo interior.
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