«Una película trastornada por el apetito de trascender, por dejar huella a cualquier precio»
«Los canallas»
(«Les salauds», 2013, Claire Denis)
Texto: CÉSAR USTARROZ.
“Ahora mismo no hay mejor director de cine trabajando en todo el mundo”. Así se ponía de lisonjero Nick James por “Una mujer en África” (“White material”, Claire Denis, 2009). Nadie acabó de compartir la distinción desembuchada por el editor de la notoria publicación “Sight and Sound Magazine”. Resultado: hostias como panes se llevó el fogoso señor James. La crítica cinematográfica también lastima cuando adula sin compostura, pero es la colocación del disparatado marbete en el cartel de la película el motivo que nos obliga a mirar con lupa “Los canallas”, la última entrega de la veterana cineasta francesa.
A Claire Denis siempre le ha gustado ensayar con la forma, encomendándose a las posibilidades expresivas del dispositivo, confiando en un cine que sepa comunicar a través de las imágenes y el sonido. Los estatutos no pueden ser más respetables. Y en su filmografía localizamos estimables logros (“Una mujer en África” es un digno ejemplo). El peligro está en la pasada de rosca. Denis tenía que ir más allá; había que echar humo para intimidar, para oscurecer la trama. Echamos a faltar el enano con la manzana.
En “Los canallas”, el suicidio de un empresario anima a Sandra (Julie Bataille), la afligida viuda, a pedir ayuda a su hermano, Marco Silvestri (Vincent Lindon). Marco capitanea un carguero mercante que abandona para averiguar por qué un individuo llamado Edouard Laporte (Michel Subor) es señalado por Sandra como culpable de la bancarrota de la empresa familiar. Marco se muda a un piso céntrico de París, donde vive la querida de Laporte, Raphaëlle (Chiara Mastroianni). Por este inestable planteamiento de inaprensibles eventualidades tropezamos –ya les hemos mencionado que todo está muy oscuro– con lo que será el leitmotiv del film. Marco se entera de que su sobrina Justine (Lola Créton), internada en un hospital tras el pecaminoso desenlace de su padre, ha sido violada brutalmente. ¿Cómo llegamos a esta conclusión? ¿El lirismo visual se basta por sí solo para que el espectador atrape el planteamiento? Por si acaso, el doctor que regenta el hospital se lo dice bien clarito a Marco en el minuto 22. Una concesión en aras de la dicción discursiva. Eso sí, puesto que los juegos con la discontinuidad temporal están más vistos que el tebeo, y la omisión de información a base de silencios tampoco se antoja suficiente para desconcertar al espectador, pues nos saltamos el eje por las buenas en esa misma secuencia. Podría explicarse esta decisión gramatical considerando la crudeza en la exposición del parte clínico con el objeto de concertar el desconcierto. Pero no se hagan ilusiones, minutos antes, en una secuencia totalmente irrelevante, hemos sido testigos de la misma audacia técnica. Ahora caemos en que el método de Claire Denis consiste en romper reglas para no llegar a ningún sitio.
“Los canallas” es una película trastornada por el apetito de trascender, por dejar huella a cualquier precio. El excesivo intervencionismo del autor inflama la cinta de pretenciosidad, vicio que alcanza su plenitud en un epílogo abominable. No vamos a entibiar nuestra admiración por unos pocos desaciertos, pero Denis, esto es un paso atrás.
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Anterior crítica de cine: “Una vida en tres días”, de Jason Reitman.