«Pone el acento en los cuerpos y las miradas y deja que sea el espectador el que intuya en sus propios términos el despertar interior que experimenta Isabelle»
«Joven y bonita»
(«Jeune et jolie», François Ozon, 2013)
Texto: JORDI REVERT.
En «Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles» (1975), Chantal Akerman despojaba de todo juicio la mirada hacia la prostitución que llevaba a cabo su protagonista. La naturalidad, lo cotidiano del ejercicio era la nota dominante en esa cámara retratando el día a día del personaje encarnado por Delphine Seyrig como el de cualquier otro trabajador en cualquier otro sector. «Joven y bonita», último trabajo del prolífico François Ozon, comparte algo de esa naturalidad y del rechazo a encontrar motivos alineados con una perspectiva moral, la misma que domina la mayoría de retratos sociales sobre el tema. Aunque en realidad, la cinta de Ozon marca un recorrido distinto a la de la cineasta belga: el de descubrir el amanecer sexual de una joven a lo largo de las cuatro estaciones del año en que cumple diecisiete años.
En ese viaje Ozon modela con delicadeza el cuerpo iniciático de Marine Vacht, lo lleva desde la inocencia inexperta al disfrute de la experiencia, del miedo a la excitación por lo prohibido y, finalmente, a la imposición del contexto burgués que sitúa la experiencia en el terreno de lo anómalo y, por tanto, debe castigarla para restaurar la sexualidad en los cauces autorizados.
En ese sentido, lo que Lars von Trier apuntaba, vía Foucault, con su díptico «Nymphomaniac» (2013), aquí queda tímidamente sugerido, insinuado más bien en la tensión entre la erotización del cuerpo fuera de los márgenes permitidos y la burguesía vigilante y correctora pese a todos sus dobleces morales.
Película juvenil y discreta pero de interiores maduros, el director de «En la casa» («Dans la maison», 2012) modera las ambiciones estilísticas de aquella y desarrolla un relato sin artificio, interesado como el Bertolucci de «Tú y yo» («Io e te», 2012) en la espontaneidad del gesto en medio de una balada. «Joven y bonita» pone el acento en los cuerpos y las miradas y deja que sea el espectador el que intuya en sus propios términos el despertar interior que experimenta Isabelle (Vacht), quien con muy poco transmite todo lo necesario.
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