Cine: “It follows”, de David Robert Mitchell



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“No hay iconicidad que valga ni figura inconcebible en la que apoyarse, porque la fuente del terror está en la misma gestión de aquello que no vemos pero que sentimos como inevitable, al acecho”

 

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“It follows”


David Robert Mitchell, 2014

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

En algún punto entre el giallo italiano y “La noche de Halloween” (“Halloween”, John Carpenter, 1978), el terror había dejado de ser una consecuencia emocional del miedo a la otredad y comenzó a ser un estado psicológico que se articulaba desde el espacio. La cámara subjetiva de Carpenter daba fe de hasta qué punto esa perspectiva estaba transformando la percepción del espectador. Lentamente, el terror fue aquello que se ocultaba tras la cámara, y cada vez importaría menos si se trataba de un psycho-killer o de una criatura de otro mundo. Era, por supuesto, la ansiedad del qué, pero lo de verdad relevante era el cómo se activaba ese miedo.

“It follows” captura esa idea en su representación más explícita y a la vez más abstracta. No es tanto una película de terror, sino un ensayo sobre el género que desvela el poder de la cámara y de la puesta en escena a la hora de activar el miedo. La profundidad de campo y el encuadre son aquí las herramientas que sustituyen el filo de un cuchillo o el sonido de una motosierra. No hay iconicidad que valga ni figura inconcebible en la que apoyarse, porque la fuente del terror está en la misma gestión de aquello que no vemos pero que sentimos como inevitable, al acecho. David Robert Mitchell juega con esa esencialidad desde el primer plano-secuencia, y lo extiende a lo largo del relato como una enfermedad venérea de la que se van contagiando sus adolescentes protagonistas. Si bien es la reiteración de ese planteamiento la que da forma al conjunto, este nunca pierde la fuerza que mana de su inteligente gramática: lo invisible invade una y otra vez el páramo de lo real, sitúa al espectador en el precipicio constante de la incertidumbre y solo al final, en la búsqueda de un clímax junto a la piscina, parece desfallecer en su capacidad de impacto. Para cuando eso sucede, “It follows” ya se ha definido como ese desasosiego informe que acompaña más allá de los créditos y replantea (estimulantemente) cada nuevo análisis de los códigos del género.

Anterior crítica de cine: “Horns”, de Alexandre Aja

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