Cine: “El secreto de Adaline”, de Lee Toland Krieger



Autor:

“Recurre al clasicismo más absoluto para mostrarnos un drama contenido, elegante y suave, desarrollado a base de diálogos refinados y cultos y una puesta en escena delicada”

 

“El secreto de Adaline”
Lee Toland Krieger, 2015

 

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

 

“El secreto de Adaline” se autodefine como una fantasía al presentarnos desde el inicio a una protagonista que, por ciertos avatares del destino, no ha envejecido desde 1937, año en que cumplió 29. Sin embargo, este incidente es simplemente una excusa que sirve para dar el necesario toque dramático a la historia de amor que, en el fondo, es esta película. La inmortalidad de Adaline es esa gran “piedra en el camino” que ha de interponerse entre los personajes protagonistas y su felicidad en todo gran filme para que exista una ficción que narrar.

Pero lejos de cualquier melodrama empalagoso o comedia romántica (los dos polos en los que suele moverse este subgénero en grandes realizaciones recientes), “El secreto de Adaline” recurre al clasicismo más absoluto para mostrarnos un drama contenido, elegante y suave, desarrollado a base de diálogos refinados y cultos y una puesta en escena delicada que sería la envidia de cualquier gran producción de los años dorados de Hollywood.

Blake Lively mezcla la dulzura y la tristeza para transmitir a la perfección la melancolía y complejidad de Adaline a la vez que sostiene un permanente aura de belleza imperecedera. La actriz es tan hipnótica en sus gestos y movimientos como atractiva es la propia película en sus elecciones estéticas. El San Francisco más cinematográfico, ese que todos reconocemos gracias a grandes filmes, aparece aquí en todo su esplendor acompañado además de una fotografía marcada por un tenue claroscuro y con ciertos toques de noir (que ayuda a crear el halo que rodea a la protagonista). La película es así un maravilloso conjunto a nivel visual, donde todas las elecciones, desde los escenarios y el movimiento de los personajes a su cuidadísimo vestuario, se combinan de forma acertada para crear una visión casi mágica.

Lamentablemente, “El secreto de Adaline” se juega todo a la baza sensorial y, aunque el resultado es fascinante, la historia narrada en ella parece descuidada. Se echa en falta un tratamiento del concepto en sí menos tradicional y predecible y no tanto el uso auxiliar que se hace de él como simple marco de lo que en realidad interesa: el drama romántico y su desarrollo, las complicaciones que sufre la pareja y la posibilidad o no de un final feliz para ellos.

En cierta manera, esto forma parte del clasicismo que se quiere emular y, si uno se deja llevar lo suficiente por la estética tan delicada de la película (que es para lo que parece estar hecha), los pequeños tropiezos en su estructura narrativa resultan irrelevantes.

 


Anterior crítica de cine: “Ant-Man”, de Peyton Reed.

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