“La cinta brilla en su ejecución aun cuando no logra convertir a sus personajes en los héroes más complejos, menos extraños al espectador que exigiría su narración”
“El desafío” (“The walk”)
Robert Zemeckis, 2015
Texto: JORDI REVERT.
Cineasta de los héroes anónimos, de los que lo llegan a ser sin quererlo, Robert Zemeckis ha firmado algunas de sus mejores películas en torno a personajes que encuentran por accidente una condición que apenas pueden mantener. No hablamos ya de la farsa anacrónica de la inolvidable “Regreso al futuro” (“Back to the future”, 1985), sino más bien del sueño americano encarnado en “Forrest gump” (1994), la solitaria lucha por la supervivencia en “Náufrago” (“Cast away”, 2000) o el cuestionado heroísmo de “El vuelo” (Flight, 2012). Especialmente esta última ofrecía una dimensión conflictiva de la figura: los límites morales de su definición en la arena de la opinión pública, un camino que Stephen Frears ya había recorrido sátira mediante en su Héroe por accidente (“Accidental hero”, 1992). El problemático piloto interpretado por Denzel Washington abría una vía hacia el retrato en la encrucijada, un terreno para el que el protagonista de “El desafío” –Philippe Petit, quien el 7 de agosto de 1974 recorrió sobre un cable la distancia entre las azoteas de las recién terminadas torres del Wold Trade Center− parecía, a priori, un perfecto candidato: un extravagante, ególatra y obsesivo artista del funambulismo que logró su hazaña no sin cobrarse peajes físicos y emocionales en el antes y el después.
Resulta inevitable comparar el último trabajo de Zemeckis con el documental que James Marsh también dedicó a la figura de Petit, “Man on wire” (Marsh, 2008). Construida a partir de las declaraciones de los implicados y material de archivo, el gran mérito de la obra de Marsh consistía en emular a partir de esos materiales los códigos de la “heist movie” –o películas de grandes golpes− al tiempo que ofrecía una mirada nada complaciente del retratado. Zemeckis ha optado por potenciar las implicaciones genéricas para las que la ficción le ofrece una base más directa.
Como thriller, demuestra casi en cada escena el pulso narrativo del director y se ofrece como ejemplar muestra de la fórmula en la que el 3D se integra en la profundidad vertical del prolongado clímax. Como acercamiento a su protagonista, la película acierta al emplear la narración en primera persona para subrayar la apasionada personalidad del funambulista francés –impetuosamente incorporado por Joseph Gordon-Levitt−, pero prefiere minimizar o incluso omitir otros aspectos más incómodos que también la perfilan –la elidida infidelidad que supone el detonante de una ruptura, la tiranía y fricción de caracteres en la planificación reducidas a anécdotas−. En ese sentido, la cinta supone una decepción respecto a las posibilidades a las que apuntaba “El vuelo” y que aquí desaparecen en pro de una apuesta más convencional pero, no por ello, menos vibrante. “El desafío” brilla en su ejecución aun cuando no logra convertir a sus personajes en los héroes más complejos, menos extraños al espectador que exigiría su narración. Curiosamente, no son ellos sino la última palabra pronunciada antes de los créditos finales la que, sobre las siluetas de las Torres Gemelas, redimensiona la historia contada y articula una dramática reflexión sobre el paso del tiempo y los mitos que se desvanecen en él. Una brevísima elegía que no altera necesariamente la ligereza del conjunto, pero que sí deja un poso inesperado y doloroso.
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Anterior crítica de cine: “Star Wars: El despertar de la fuerza”, de J.J.Abrams.